Entre hojas secas y copos de nieve

14: pantuflas peludas

El sábado por la tarde emprendí rumbo a la casa de Boo. Para aquellos días el cielo se la mantenía ceniciento y el sol apenas se divisaba entre las nubes, haciendo todo mucho más frio. Mi amiga afirmaba que se debía a que pronto nevaría, pero yo le insistía en que se equivocaba, que aún no acababan las lluvias y que pronto llovería.

Además, las hojas no habían caído por completo. La primera nevada caía cuando los árboles del pueblo se encontraban desnudos.

Pero ella era muy terca y siempre quería tener la razón. Decía que su nariz no se equivocaba.

Para mí ella estaba muy chiflada.

Frote mis manos y exhale aire contra ellas para calentarlas. Gruñí fastidiado al no tener mucho éxito y sin más que hacer, decidí resguardarlas entre los bolsillos de mi chaqueta.

― ¿Qué tripas es esto?―murmure confundido, tocando el extraño envoltorio entre mis dedos. Frunciendo las cejas saque a ver que era―. Ay no, ¿Qué hago con esto? No puede ser, demonios― desesperado devolví el preservativo al interior de mi bolsillo.

La cara me ardió de la vergüenza.

¿Qué clase demente tan cochina tendría mi padre al pensar que, de tomar chocolate caliente terminaríamos en otras cosas?

 ― ¡Pts, Jonás! ―la voz de Boo hizo que me paralizara, cerré los ojos pidiendo que solo hubiera sido un engaño de mi mente y que en realidad no estaba detrás de mí―. ¡Pecosin, espérame, hijo de la verdolaga!

Ay no.

― ¿Qué haces aquí?―pregunte al girar y encontrármela. Movió su cabeza a un lado y sonrió, su cabello que iba suelto se agito.

―Fui a comprar cacao para el cocholate―alzo un brazo mostrándome una bolsa―. Mi madre me recordó que ya se había acabado y salí corriendo a comprar. Justo iba terminando de preparar todo para poner una peli cuando llegaras, por eso las fachas que cargo.

―Te ves muy bonita― comente mirando la pijama verde de flores y la enorme chaqueta térmica que la abrigaba. Ella elevo una ceja―. Me gustan tus pantuflas.

Aguante la risa, observando las pantuflas peludas que protegían sus pies.

― ¿Cómo te atreves a burlarte de mí, Jonás el tripas?―ofendida miro a un lado y acomodó la bufanda que le rodeaba el cuello―. Mira como me pagas, yo que fui a comprar cacao para tomar cocholate caliente contigo. La decepción, la traición.

Zapateo la acera.

Me hizo gracia su pequeño berrinche. Los hacia muy seguidos cuando quería algo o me burlaba de ella. Esos gestos de enfado fingido la hacían ver muy graciosa y tierna. Nada comparado a la bestia en la que se convertía cuando se enojaba.

La Boo que estaba empezando a conocer era una muy dulce y blanda, como un pancito.

―Bueno, discúlpame. Pero en verdad te ves bonita así de sencilla, no puedo bromear con eso.

Me rasque una mejilla, nervioso. Ya no me abochornaba tanto decirle de cuando en vez que era muy bonita, y aunque se sentía extraño, verla sonreír y chillar por los halagos hacia que valiera la pena toda vergüenza.

―Está bien―volvió a mirarme, sus labios apretados eran evidencia de que se resistía para no romper en carcajadas―. Ya sabes, mi belleza es tanta que sería imposible ocultarla con unos andrajos feos. Es tan cansado ser preciosa.

Sí que tenía el ego elevado, por poco llegaba al espacio sideral.

―Sí, debe ser agotador.

Ambos reímos. Las risas a su lado me daban mil años de vida.

― ¿Has dormido bien?―pregunte luego de quedar en silencio unos segundos. Segundos en los que la mire con atención, apreciando la palidez de sus mejillas y las oscuras ojeras bajo sus tormentosos ojos. Parecía agotada y enferma.

― ¿Eh?― parpadeo, perdiendo esa actitud segura que la caracterizaba―. Ah eso, tengo cara de muerta ¿Verdad? Ayer terminamos de hornear muy tarde y no descanse mucho, no es nada. Hoy dormiré bien y ya mañana estaré como nueva― explico apresurada, descolocándome un poco―. ¿Qué traes escondido en el bolsillo que no has sacado la mano?

Su repentino cambio de tema me dejo desprevenido y chille al sentir como su mano se adentraba al bolsillo de mi chaqueta para ver que escondía.

―No es nada, suelta―forcejee desesperado, casi al borde del llanto―. En serio Boo…

―Aja, ya lo tengo…―su expresión fue de incredulidad por un instante para después convertirse en una totalmente encolerizada―. ¿Puedes decirme que carajos hacías con esto? No, espera ¿Qué carajos hacías con esto yendo a encontrarte conmigo en mi casa?

Acerco el preservativo a mi rostro y juro que vi reflejado en sus ojos todas las formas posibles en las que me mataría, todas muy dolorosas.

―Puedo explicarlo.

Dio un paso, yo retrocedí dos.

― ¿Qué vas a explicar? Te creí una persona de pensamientos inocentes y puros. Cero cochinadas. Quien diría que esa carita tierna ocultaría a un depravado sexual, ¿Acaso me ves como un juguete sexual? ¿Crees que mi invitación fue con doble intención? ¡¿Creíste que con halagos tendríamos relaciones!? ¡¿Dime, Jonás?!

En poco tiempo había aprendido a diferenciar cuando sus palabras eran en broma y cuando eran en serio. Su rostro colorado y sus ojos relampagueantes eran una de las pruebas de que estaba muy, pero muy enojada. Y si me descuidaba, las cosas podían ponerse feas.

Respire profundo, disipando el miedo a confrontarla. Y es que no podía quedarme callado y arruinar una amistad que apenas iniciaba. Debía explicarle que todo era un mal entendido y que yo jamás me aprovecharía de ella.

―Escúchame por favor y deja de alzar la voz―pedí, tratando de sonar calmado―. Ese preservativo me lo regalo mi padre antes de salir de casa, el cree que tú y yo… ¡ya sabes! Dice que no quiere ser abuelo de un hijo mío y que los jóvenes usan ese tipo de invitaciones en sus casas para hacer…esas cosas, Boo. No es mi culpa― ella continuo con los brazos cruzados sobre su pecho, apretando con rabia el brillante envoltorio entre su mano y la cara contraída―. Me avergüenza hasta que me abraces ¿y crees que haría eso contigo? No quiero decir que no seas bonita, si lo eres, y me gustan las chicas. Te aseguro que me gustan, pero para mí las relaciones sexuales son algo muy íntimo. Pienso que es algo de dos personas sintiéndose uno solo. Que no solo son caricias y besos, también es confianza, respeto, cariño, protección y amor. Querer pasar la vida entera juntos. Y aunque nos llevemos muy bien y nuestra amistad este avanzando, no creo que estemos hasta ese punto. Solo somos dos amigos. Amigos que pueden quererse mucho sin necesidad de tener sexo…― agarre aire, sintiendo como temblaba. Había soltado ese pensamiento que rondaba de vez en cuando por mi mente con respeto a las relaciones de pareja, lo que deseaba tener con alguien algún día. Esa relación que en vez de hacerme sentir lleno de temores y dudas, me diera seguridad y confianza. Una persona que me complementara. Cesar decía que a eso se le llamaba un alma gemela―. Es muy pronto para saber si eres mi alma gemela y si cuando lo sepa, siendo que si lo eres, te juro que te lo diré.




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