Entre hojas secas y copos de nieve

16: entre hojas secas

Los días transcurrieron con tranquilidad, y haciéndonos compañía uno al otro, dos semanas pasaron volando. Definitivamente el otoño se despedía de Letter, llevándose sus colores cobrizos y la humedad de las lluvias. Las hojas caídas de los arboles tapizaban el suelo terroso de los jardines, y las ramas desnudas creaban figuras fantasmagóricas al llevar el anochecer. Empezaba a hacer mucho frio, tanto, que al llegar la tarde se podían ver los hilos de humo salir de las chimeneas enladrilladas de los hogares. Las personas salían a la calle bien abrigadas, con chaquetas térmicas, bufandas, gorros, guantes, y toda prenda que les calentara. Boo era una de ellas, que parecía un enorme oso colorido de tanta ropa que usaba.

Los vecinos del pueblo guardaron los adornos de noche de brujas, y desempolvaron los de navidad. Ya para esa fecha las casas habían dejado las decoraciones terroríficas, suplantándolas por unas muy bonitas y acogedoras, con montones de luces de colores, guirnaldas y cintas brillantes. Algunos mucho más atrevidos, que eran los mismo que colocaban los muñecos terroríficos en noche de brujas, armaban en sus patios figuras de tamaño real de Santa Claus con trineo, renos y todo. Algo que volvía loco a los niños, y bueno, a Boo también. Decía que apenas nevara se saltaría las bardas para ver de cerca.

Yo no entendía del todo su afición por saltarse las cercas ajenas.

En la prepa las cosas iban calmadas, esos días eran los exámenes finales. Y los de último año debíamos aplicar con el orientador estudiantil una carrera universitaria. Así que la mayoría de los estudiantes se la pasaban ocupados en sus asuntos, con excepción de nosotros, que luego de hacer los exámenes nos quedamos caminando por ahí. Boo decía que ella se daría un año sabático, y cuando le pregunte el porqué, solo contesto que no estaba en condiciones para seguir estudiando. Casi cuatro años en la prepa la tenían obstinada.

Cuando supo que no había aplicado se llenó de curiosidad y quiso saber que haría sino iría a una universidad, ya que se suponía que era el mejor promedio de la clase. No me sentí capaz de contarle lo que pasaba en mi casa, me limite a responderle que no tenía muy en claro que estudiar y me tardaría unos días para pensar que carrera elegir. Según mi mentira, antes de la graduación aplicaría.

Lo cierto era que para la academia de policías no necesitaba aplicar, mi entrada era un hecho.

Entre ambos se fue creando una agradable rutina, y fue naciendo una bonita confianza.

Se hizo costumbre, durante los recesos, sentarnos bajo las ramas desarropadas del árbol en el patio de la prepa. Allí comíamos galletas, conversando de cualquier cosa. Y al salir de clases nos íbamos juntos a nuestras casas, y cuando nos alcanzaba el dinero nos desviábamos a ChikiPollos. Boo empezaba a coleccionar las figuritas del inverno.

Esta vez, ansiaba tener al hada de la navidad.

Mi nueva amiga cuando llegaba el jueves se desaparecía. Siempre salía apresurada de la tienda de pollo frito, o al ir de regreso caminaba más deprisa para llegar a su casa. Su madre y su tía habían iniciado con un nuevo negocio de postres, y según me conto, su madre trabajaba en el hospital los jueves por la tarde hasta el viernes por la noche, y no podía hornear, también llegaba muy cansada. Entonces ella se quedaba ayudando a su tía para tener los pedidos del fin de semana listos, que al parecer eran muchos, y algunos eran fuera del pueblo.

Por lo menos ser ayudante de repostera le sirvió de provecho, había aprendido mucho sobre hacer dulces, y ya sabía hacer las galletas que me llevaba todos los días a clases. Ella se sentía muy orgullosa.

Era sábado por el mediodía, y el cielo tenía poco más de una semana encapotado. Aquel gris tormentoso se me hizo idéntico al de los ojos de Boo.

Los del pronóstico del clima insistían en que faltaba mucho para la primera nevada, y que aquellas nubes borrascosas eran augurio de que estaba por caer la última tormenta del año. En el pueblo entero la gente se preparaba comprando provisiones como comida, bebidas, medicamentos y velas. Hasta yo me asuste al asomarme por la ventana y ver los oscuros nubarrones, y me estremecí cuando una ventisca helada me azoto la cara. Admire, entre la maravilla y el pánico, como los árboles se bamboleaban de lado a lado, y algunas tejas se levantaban. Con el silbido del viento viajaba el tintineo de los cascabeles de los renos en el patio del vecino, y el tukum tukum de las guirnaldas a golpear las puertas de madera.

Al sentir las orejas y las mejillas congeladas cerré bien la ventana, y baje las cortinas para no ver el temporal que se continuaba armando afuera. Encendí a bajo volumen el viejo radio sobre mi mesita de noche, en el cual siempre sonaba el mismo casete de Queen. Tarareando la melodía de la canción que sonaba, y tiritando por el frio me metí entre las cobijas de mi cama.

Entre la calidez de la lana pensé en lo solo que estaría durante esas horas de tormenta. Mientras preparaba el almuerzo escuche a mi padre hablar por teléfono con alguien de la comisaria, al parecer debía marcharse para estar al tanto, junto con los bomberos, de cualquier percance que hubiera. Hace menos de una hora lo había dejado durmiendo como marmota en el sofá del salón, y seguro pronto se despertaría para marcharse, dándole igual si me quedaba allí sin nadie en media tempestad.

Bueno, al final siempre quedaba solo.

“Los príncipes del universo

Aquí estamos, nacidos para ser reyes

Somos los príncipes del universo

Aquí pertenecemos, luchando para sobrevivir

En un mundo con los poderes más oscuros”

Tararee la letra.

“Soy inmortal, tengo dentro de mi sangre de reyes

No tengo rival, ningún hombre puede ser mi igual

Llévame al futuro de tu mundo”

Había llegado a esa parte donde la canción y yo nos unificábamos. Cerraba los ojos y cantaba con libertad, moviendo la cabeza de lado a lado y dándole golpecitos al colchón, seguía el ritmo. Viajaba a un lugar donde podía ser yo mismo sin represiones, nadie podía callar las melodías creadas por mi voz que sonaban con mucha más vivacidad y placidez.




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