Entre hojas secas y copos de nieve

17: tormenta de nieve

Esa tarde nevada estuvimos bajo el resguardo de su casa, junto a la crepitante chimenea que nos abrigaba con su calidez. A través de las ventanas se veían caer con intensidad los copos de nieve que se arremolinaban en el aire como confeti, y que viajaban con el silbido del viento.

Toda la región de Belbaz se cubrió de un blanco impoluto y escarchado.

Las horas transcurrieron entre tazas de chocolate caliente y clases de guitarra para Jean, el cual aprendía muy rápido. Boo también quiso mostrar un poco de lo que sabía, y nos tocó una melodía que les gustaba mucho a sus abuelos. Poco después de escuchar un par de veces los acordes, me le uní la sonata.

Mientras tocábamos ella no dejo de sonreír en ningún segundo.

Nuestros dedos al tocar las cuerdas con más desembozo llenaron la estancia de una vibra indescriptible. Hubo una conexión conmovedora en emociones entre ambos, y cuando llegamos a la cúspide de la melodía la letra de la canción emergió de sus labios, en compañía de una voz apaciguada por la calma, ligera, como el susurro del viento en aquella tormenta invernal. Enajenado me detuve, dejando que solo se escuchara su guitarra. Sus ojos tormentosos se cerraron al llevarse por el ritmo, y con el rostro rebozando en dicha empezó a balancearse de lado a lado con suavidad. Y ahí, justo en esos minutos el tiempo pareció tenerse, como si nos hubiera hechizado a todos en aquel salón, y fue tan grato sentirse envuelto por la energía tibia y llena de vida que emanaba su cuerpo. Un sentimiento tan acogedor que hasta podría derretir la gélida coraza del más frio de los corazones.

<<Y si me amas como yo te amo, ¿Te quedarías conmigo?

Y si yo te amo como tú me amas, ¿Viviremos juntos en el cielo?

Te daré las estrellas, para que adornes tu cabello con cada una de ellas

Te daré los planetas, para que adornes tu cuello como collar de perlas

¿Y si viajamos al espacio en bicicleta? O por lo menos déjame mostrarte con mi voz la galaxia entera

Un beso tuyo es como besar el universo

Y si sigo cantando estos versos, en astronauta me vuelvo>>

Termino de cantar, y al desplegar una vivaz sonrisa conecto nuestras mirada. Trague grueso y percibí como el corazón me latía enloquecido, como si quisiera salírseme del pecho, y la respiración me faltaba, o se me había olvidado como respirar, pero había algo que me hacía vibrar el cuerpo desde lo más profundo de mi alma. Algo ardiente y suave. Algo poderoso y dulce.

―Eso fue precioso, Boo―hipo la tía, limpiándose las mejillas con el delantal de cocina―. Me has hecho revivir un montón de recuerdos de nuestros padres.

Su hermana le masajeo los hombros, consolándola, y miro a su hija con los ojos brillosos por retener las lágrimas.

―Esa canción es muy significativa para nuestra familia. Nuestro papá la escribió para mamá cuando eran adolescentes y quería conquistarla, y gracias a esa canción lo logro...―los labios le temblaron e inspiro aire para continuar―...cuando la cantaste...cuando la cantaste te pareciste tanto a él, cariño. Hace muchísimos años que no la escuchaba, hasta casi había olvidado lo linda que era. Muchas gracias. La necesitaba.

Boo subió las piernas sobre el sofá y les sonrió enternecida, abrazo la vieja guitarra como quien abraza un peluche.

―Prométanme que cada vez que esta canción llegue a sus oídos nos recordaremos. Nuestros momentos estarán presentes siempre, vivirán en el cielo. Jugaran en los planetas. Viajaran por la galaxia entera entre polvo de estrellas. Nos unirán a pesar de tener un todo el universo de distancia. Serán el paragua que nos protege de la tormenta, y el cálido refugio en plena nevada. En las cuatro estaciones estarán inmarcesibles. Allí estarán, eternos.

Entre lágrimas y sollozos lo prometieron. Poco después ambas se marcharon a la cocina, y sus ojos al darle un último vistazo a Boo, reflejaron dolor. Un dolor tan agudo que les destrozaba el alma. Que las ahogaba.

No se marchaban porque los pasteles se estuviesen quemando, lo hacían para que no las viéramos llorar desconsoladas, sufriendo en agonía.

Jean fue tras ellas, dejándonos solos.

Sin entender que sucedía, busque el rostro de mi amiga. Seguía abrazando la guitarra, aferrada a ella como un salvavidas, y con la mirada perdida. Se había extraviado en algún lugar de su mente, de nuevo se había ido a torturar con recuerdos tristes. Y quise ser un salvavidas o un gran marinero, para ir a rescatarla de aquel océano que la arrastraba cada vez más a las profundidades de sus desdichas.

Roce con los dedos las cuerdas de mi guitarra. Aclare la voz, y estire mis labios cuando volvió en sí.

Sus ojos relampaguearon, emocionada.

―Canta una tuya, porfa.

―No puedo.

― ¿Por qué? ¿Te da vergüenza? Aquí puedes dejar la pena, solo estamos tú y yo.

―No es eso, es que ninguna está terminada.

―Ah, ¿Y a qué se debe?―pregunto interesada.

―No lo sé, quizás falta de inspiración.

― ¿Y que necesitas para inspirarte? Tal vez pueda ayudarte.

Apretó sus labios y me lanzo un beso. Me reí, negando.

―Nada, ya llegara―le respondí, sin darle importancia―. Cantare una que me gusta mucho.

Ella aplaudió. Un instante después estaba sentada a mi lado, muy pegada, y su perfume de fresas me atonto.

<<Voy a entregarte el corazón para que nunca lo devuelvas.

Desechare cada obsesión y cada vicio sin razón que no me ayude a que me quieras

Y en cada beso que des

Mi boca va a padecer de amnesia hasta que tal vez le borres todo el pasado

Pero no va importar

Porque si estas a mi lado yo sé que mi futuro quedara en muy buenas manos... >>

Gire mi rostro, encontrándome con sus plomizos ojos. Fascinado observe cada rinconcito de ellos, y conté una vez más los lunares que decoraban su rostro. No importaba que tan pálida estuviera, para mí siempre se vería hermosa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.