Entre Laberintos y Destinos

Capítulos 1

Regreso a sus raíces

Daniel cruzó la frontera del pueblo en su auto, viendo el paisaje familiar que no visitaba desde hacía más de quince años. Los campos verdes, los caminos de tierra y la pequeña iglesia a lo lejos le resultaban casi extraños, como si pertenecieran a otro mundo, a una vida que no era la suya. Había dejado aquel lugar atrás después de terminar la secundaria, decidido a construir su vida en la ciudad, lejos de las obligaciones y el peso de las tradiciones familiares.

Con el paso de los años, Daniel había trabajado duro para construir su carrera como arquitecto. Los rascacielos, los diseños modernos y la vida ajetreada le parecían mucho más atractivos que la quietud de este lugar, donde el tiempo parecía detenerse. Sin embargo, el destino parecía empeñado en hacerle regresar.

La muerte de su abuelo había sido inesperada. Hacía años que apenas mantenían contacto; su abuelo era un hombre de pocas palabras, reservado y muy aferrado a su tierra. La noticia de su partida le había llegado tarde, y con ella, la inesperada sorpresa de una herencia: la vieja propiedad familiar, un terreno amplio y antiguo que había sido el orgullo de su abuelo.

Mientras conducía por el camino de grava que llevaba a la casa, Daniel observó los campos de cultivo, la vieja cerca de madera y el establo en ruinas. Sentía una mezcla de nostalgia y extrañeza; en su infancia, aquel lugar había sido su refugio, pero ahora no era más que un terreno en desuso, que consideraba vender cuanto antes para no regresar.

La casa, de aspecto descuidado, se alzaba ante él. Sus paredes de madera envejecida y el porche en el que tantas veces había jugado de niño parecían sostener aún los recuerdos de una vida que él ya no compartía. Apagó el motor, bajó del auto y se acercó a la puerta principal, sintiendo cómo cada paso lo llenaba de emociones contradictorias.

Daniel buscó la llave que había recibido junto con los papeles de la herencia y la giró en la cerradura. Al abrir, un olor a polvo y madera vieja lo recibió. En el interior, el tiempo parecía haberse congelado: los muebles antiguos, la pequeña lámpara de su abuelo y las fotografías en la pared seguían allí, intactas, como si él nunca hubiera partido.

Caminó por la sala de estar, repasando con la mirada cada detalle. Al fondo, vio una fotografía enmarcada de él junto a su abuelo, cuando era apenas un niño. Se detuvo frente a ella, y una leve sonrisa se asomó en sus labios. Era extraño cómo, a pesar de la distancia y el tiempo, los recuerdos podían aflorar tan vivos y presentes.

—No voy a quedarme aquí mucho tiempo, abuelo —murmuró al aire, como si su abuelo pudiera escucharlo. Su plan era claro: vender la propiedad, regresar a la ciudad y continuar con su vida. Este lugar no encajaba en sus planes, y aunque le doliera, sabía que no podía quedarse.

Sin embargo, algo en el ambiente, en la esencia misma de aquella casa, lo hacía dudar por un instante. ¿Era realmente tan sencillo alejarse de sus raíces y dejar atrás aquel lugar que había sido el hogar de su familia por generaciones? Mientras se dejaba envolver por el silencio del entorno, Daniel se preguntaba si había algo más en aquella herencia que un simple terreno.

Quizá, sin saberlo aún, su regreso al pueblo estaba destinado a darle una lección que cambiaría su vida.




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