Desperté en medio de una habitación decorada con finos muebles de madera que me recordaban a Asia. Mi padre y mi mejor amigo, Jack, estaban a mi lado. No reconocí al hombre que e suponía que era mi padre. Era más alto, tenía la piel más pálida y unas alas grisáceas a sus espaldas que las agitaba lentamente. Em seguida me invadió el pánico.
-Collet, tranquila. Soy yo: papá.
- ¡Aléjate de mí monstruo!
Me abrazó con fuerza y reconocí a mi padre. Aunque su abrazo me había tranquilizado, mi corazón seguía latiendo con fuerza.
-Tengo que ir a hablar con un viejo amigo. Quedaros aquí, por favor. Hablaremos después.
Mi padre salió de la habitación y yo me quedé a solas con Jack. Me cogió de la mano y me sonrió.
-Todo estará bien.
Recordé el cadáver de mi hermano y el miedo, junto a un mareo, volvió a mí.
-¿Dónde está Darío?- sujeté la camisa de Jack con fuerza.
Su silencio habló por él y me eché al suelo. No comprendía porqué tuvo que ser mi hermano asesinado de tal forma. Solo quería una respuesta a eso: por qué Darío tuvo que morir de aquella manera.
Jack colocó sus manos en mis hombros y me miró fijamente a los ojos. Pude ver que tenía lágrimas en los ojos.
-Por favor, mantén la calma. -me dijo con una voz ahogada. – Necesito que lo hagas, Collet.
Le aparté y me senté en el borde de la cama. Sentía un gran dolor de cabeza y no podía pensar con claridad. Sentí como Jack e sentaba a mi lado.
-He escuchado a tu padre hablar con alguien mientras tú seguías desmayada. Me acababa de despertar y reconocí su voz detrás de la puerta. No llegué a escuchar la conversación bien. -Jack estaba muy tenso. -Habló sobre escondernos entre demonios y algo de antimagia.
Recordé mi infancia, cuando mi padre me contaba historias fantásticas cuando aún vivíamos en el pueblo. Me contaba cuentos de demonios y a cómo usar la antimagia. Con el tiempo dejé de prestarle atención a esas historias, pensando que eran leyendas. En ese momento me di cuenta que era todo real…