Entre las cenizas

3- Vendida

Salí de la habitación ignorando la orden de mi padre: “No salir” Caminé por un largo pasillo hasta llegar al fondo, donde había una gran puerta. Mi instinto me guió hacia aquella gran puerta bañada en oro.

Di un gran portazo y los vi. La sala era muy grande y alta. Mirando al techo de cristal, se veían un total de 9 plantas. Al fondo de la sala, junto a mi padre, había dos demonios. Había un hombre que solo vestía pantalones, tenía tatuajes por todo su cuerpo robusto, y tenía el pelo despeinado y teñido de rojo en sus puntas. A su lado había una mujer de ojos rojizos y un pelo negro liso y largo hasta sus caderas. Ambos tenían la piel bronceada, de un color caramelo.

- ¡Collet! Te dije que no salieses de la habitación.

- ¿Por qué han matado a Darío? - grité.- ¿Sabía que esto iba a pasar?

Jack, que me había seguido, me sujetó de los brazos intentando detenerme. Rogó que me tranquilizase y mantuviese la calma. Aquel demonio tatuado se acercó a nosotros.

-Hace tiempo que no veo humanos, sois más pequeños de lo que recordaba. – habló estando delante de mi y debía de medir más de 1,90 metros. -Caín, se nota que es tu hija. Ha sacado tu mal genio. – soltó una carcajada que resonó en toda la habitación. -Chiquilla, yo soy Azazel

Azazel extendió su mano sonriéndome. No podía quitarme de la cabeza la imagen del cadáver de mi hermano. Deseé tener la capacidad de acabar con todos los ángeles, matarlos a todos uno a uno.

Miré a mi padre con odio y rencor.

-¿Por qué dejaste que le mataran, papá?

-¡Ya basta! Hablaremos de esto después. Ahora vete a la habitación.

Cegada por la ira, apreté los puños y empecé a correr hacia mi padre. Quería pegarle. Él hizo un gesto con su mano y de la nada una barrera invisible me impidió avanzar. Luego, empecé a flotar y algo empezó a tirar de mi hacia atrás. Grité en vano porque fui arrastrada a la habitación y, cuando llegué en contra de mi voluntad, no podía moverme.

Perdí la cuenta de cuánto tiempo estuve cautiva en la habitación. Jack me acompañó bajo el silencio.

Mi padre entró y se acercó a mi. Se le veía serio, con el ceño fruncido. Yo trataba de no llorar más por mi hermano. Me pregunté porqué tuvo que morir yo, porque no fui yo.

-Te soltaré. No intente atacarme otra vez.- dijo mi padre.

Por fin pude moverme. Agité mis manos y me estiré.

-Estamos en el Infierno. -comentó mi padre. -No quedaremos aquí, en la fortaleza de Azazel. Es… un viejo amigo-

-¿Me puedes decir por qué tenemos que estar en el Infierno?

-Es… complicado.

-Te odio… no sabes cuánto.

Mi padre se quedó en silencio y no me impidió salir de la habitación. Me alejé llorando desesperada. Corría sin rumbo y rogando por Darío. Sentía un nudo en la garganta que me dolía y veía borroso por las lágrimas. Salí al exterior, en lo que parecía un jardín de rosas carmesí tan grandes como mis puños y otras flores exóticas. Me escondí entre las flores, detrás de unos arbustos. Estuve llorando por un rato hasta que escuché voces. Una de ellas era la voz de Azazel. Traté de no respirar, no hacer ruido.

-No puedo creer que hayas aceptado a esos humanos y a… Padre, ya tenemos bastantes problemas como para hecharnos más encima.

-Kai, le debo mucho a Caín. – argumentó Azazel.

-¿Solo por eso? Sigue siendo un maldito ángel.

-Kai, los demonios descendemos de los ángeles…

-¡Padre, se nos avecina una guerra con el reino vecino! ¿Debemos buscar matrimonio y tú solo te preocupas por ellos? Entonces no pienso casarme con esa princesa.

-Debes hacerlo.

Hubo una pausa.

-Cásame con esa humana, los humanos viven con suerte hasta los 100 años.

Podía escuchar hasta el viento soplar. Pensé en las palabras del hijo de Azazel. Para mi podía tener una ventaja fuerte para lo que deseaba. Alguien me jaló de mi brazo. Era Kai. Sus ojos eran despiadados y rojizos, su pelo era puro fuego y tenía los rasgos robustos de su padre.

En mi cabeza recordé una de las historias de mi padre. Con demonios se podían hacer tratos a cambio de una condición: vender tu persona hasta que el trato se cumpla. Sin entender por completo aquello, solo deseé hacerlo si eso me ayudaría a descubrir la verdad y vengar a Darío.

-¡Cásate conmigo! -grité incosciente. -Úsame para evitar la guerra, pero a cambio quiero que me enseñes todo sobre los demonios y los ángeles.

Azazel estaba atónito y Kai sonreía de forma pícara. Se acercó a mi y ofreció su mano para estrecharla.

-Los humanos sois muy extraños… Si es eso lo que quieres, hagámoslo.




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