Entre las olas

01

   <Solo una más y se verá hermoso> Recorro la orilla del mar, observando detenidamente, en busca de caracolas que combinen en forma y color para el collar que estoy diseñando. En menos de cinco minutos tengo éxito al encontrarlas pues la variedad que se esparce sobre la arena es extensa.

  <Creo que ya está, quedará sencillo pero hermoso, justo como lo veía en mi mente> Dejo caer del hueco de mi mano, sobre una roca lisa, las caracolas que he seleccionado y mientras confecciono la prenda, sentada frente a la hermosa vista, me detengo a observar la majestuosidad que tengo delante. El mar, con sus pequeñas pero fuertes olas, trae con ellas un toque de melancolía y luego la arrastra hacia lo profundo dejando fría y descubierta la arena que intermitentemente es bañada por el agua.

  El cielo se muestra gris y proyecta a gran escala la tristeza y sensación de vacío que siento en mi corazón. No llora, pero entristece todo a su paso. No grita, pero busca ser liberado con su estruendoso silencio. El sol está justo tras las imponentes nubes y no se ve, es como si no estuviera. No está, se ha ido, pero sé que volverá. Nuevamente el sol brillará y el cielo volverá a ser azul, radiante de alegría al encontrar lo que creyó perdido.

— Lizzy — grita desde la casa la abuela.

  No estoy tan lejos, esta pequeña, y podría decir, casi privada playa, queda detrás de la casa de los abuelos. Pero el viento es tan fuerte que casi no la escucho, solo lo suficiente para entender el nombre por el cual me llama. Recojo el collar que ya al haberlo terminado me coloco en el cuello y regreso a la casa. Al cerrar la puerta tras de mí, dejo atrás el paisaje que refleja todo mi ser y está lleno de complicidad hacia mi persona.

  Mientras cenamos, en la tranquilidad de este acogedor hogar, nos interrumpe nuestra querida y muy reservada vecina Ana.

— Oh, están cenando, siento interrumpirlos. Pero es que vengo con las últimas noticias, tienen que oírlas. Saben que esta es la última casa de mi recorrido para informar lo que pasa en el pueblo. — Y lo dice como lo más normal, como si fuera su trabajo.

  Cabe destacar que lo de reservada era ironía. Ella además de ser nuestra vecina, es la vecina del pueblo. Aquella que se entera de primera de todo y, como ella misma dice, ¿para qué quiere toda esa información para ella sola? Hay que compartirla con todos. Así que a estas horas, todos están enterados de lo que sea que nos haya venido a decir.

— El lunes se abre una exposición de arte en el centro del pueblo. Es un extranjero llamado Nathan el que dirige todo. Por lo que oí, hay pinturas hermosas y esculturas de arte moderno. A este pueblo le hacía falta un toque de cultura, ya saben. Tienes que ir Lizzy, van todos los jóvenes, así puedes hacer amigos.

  Los abuelos giran la cabeza hacia mí, esperando mi reacción. Ellos y mis vecinos saben que no salgo mucho de la casa. Siempre me quedo a ayudar en el restaurante de la propiedad, aunque sé que los abuelos se preocupan por como me siento y les gustaría verme salir un poco más, como los demás jóvenes del pueblo. Así que decido darles el gusto y hacer algo diferente, de todas formas creo que voy a disfrutar asistir a esa exposición.

— Sí, voy a ir — es lo único que digo y la alegría de todos se hace evidente.

— Que bien Lizzy, seguro Anabel y Diego te pasan a buscar. Bueno los dejo, que pasen buenas tardes.

  Tan rápido y fugaz como llegó, se fue. Así es ella, como una noticia que dan en la televisión. Anabel y Diego son los hijos de Ana, con los que más trato he tenido del pueblo. La primera es igual a su madre, así que se me hace fácil estar con ella, nunca se le acaban los temas de conversación y no existen silencios incómodos entre nosotras. En cuanto a Diego, es más reservado como su padre y es muy amable conmigo, por eso me siento tranquila a su lado.

  Ya el lunes, a eso de las ocho de la mañana estoy lista. Hoy, después de dos año, he decidido volver a usar este vestido. Es de un azul marino, que me trae la sensación de guardar muchos recuerdos, aunque en realidad, no tengo ninguno. Pero es muy bonito para que lo tenga guardado sin más, aprovecho hoy que es una ocasión especial.

  Sin siquiera esperar a ver que pasa, voy yo a buscar a Anabel y su hermano, pues sé que esta se demora demasiado. Tal vez esté decidiéndose entre la pulsera con estrellas o la de caracolas. Lo sé por experiencia de todo este tiempo de conocernos.

— Oh, Lizzy, que bueno que llegaste. Si mamá no estuviera para el trabajo ya me hubiera sacado del apuro, pero es que no puedo contar con Diego, para el los dos están bien. ¿Cuál crees que es mejor para esta ocasión:  La grande o la pequeña? — Levanta las dos carteras esperando mi respuesta.

— Creo que la pequeña es mejor para esta ocación. A menos que te pienses llevar algo de la exposición.

  Sonrío y ella hace un gesto de: qué cosas se te ocurren. Salimos de su habitación a toda prisa apurando a su hermano que lleva listo un buen rato. Anabel se detiene a mi lado y me dice:

— Ta-chan, qué te parece, sandalias de amigas.

  Las dos tenemos un par de sandalias iguales y al verme puesta las mías ella también lo ha hecho. Solo le dedico una sonrisa y salimos a nuestro destino.

  La buena noticia es que no vamos a llegar tarde, pues solo tenemos que caminar cuatro calles abajo y estaremos en el centro del pueblo.

  Esto es hermoso. Aún acomodan detalles de la decoración pues falta poco para las nueve que es cuando empieza. Pero desde afuera puedo ver algunas obras por el cristal enorme que expone el interior del salón. Está todo el pueblo aquí, y personas de otros lugares que se han enterado y han venido a ver. No es algo que suceda muy a menudo por estos lugares. No vienen muchos extranjeros a esta zona.

— Ves, sabía que tenía que destacar, hay un montón de gente. — Susurra Anabel mientras corrobora que se siente bastante su perfume.



#23625 en Novela romántica

En el texto hay: drama

Editado: 20.07.2021

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