Entre las sábanas de Alma

Capitulo 1

Alma sonrió emocionada al ver el mensaje en su celular. Aunque segundos después la misma se transformó en una mueca de disgusto. Se detuvo un momento a apreciar el anillo de compromiso que descansaba en su dedo anular y por un momento deseo arrancarlo. Amaba a Manuel más de lo que había amado a alguien, por lo mismo no le dio tanta importancia al hecho de tener que mantener dicho compromiso tan solo entre ellos dos. Solo que ahora las cosas no parecían ir tan bien...

Así que, con una ligera mueca en los labios cerro la laptop en la que había estado trabajando antes de recibir el mensaje y se dirigió a la salida de aquella cafetería para empleados de la editorial en la que trabajaba. Aun le costaba un poco creer que estaba realizando su sueño. Ser escritora era algo que le producía una sensación inexplicable. Escribir le daba la oportunidad de soñar despierta en cada momento del día, de inhibirse de la realidad en el instante en el que se lo propusiera, y era tal vez por ello era que tenía tantos proyectos en mente.

Su realidad no era algo de lo que todo el mundo se daría un momento para huir; pues a sus 24 años ya tenía finalizadas las metas que se había propuesto con anterioridad, o al menos, la gran mayoría. Empezó a escribir a los 17 años en una plataforma electrónica, pero no fue hasta dos años después, cuando ya contaba con la mitad de su carrera universitaria cursada, el manejo de inglés como su segunda lengua y su pasión por las clases de violín que comenzó a tomar; que una editorial se fijó en una de sus historias.

A partir de eso no solo se convirtió en escritora reconocida, sino también en editora y principal accionista en una empresa de eventos que había echado a andar con sus amigas. Quien diría que aun años después de haber salido de la secundaria y haber hecho sus respectivas vidas, seguirían siendo amigas.

Con su bolso en brazos y el celular en mano se dirigió a la puerta de cristal, buscando las llaves de su vehículo en su pantalón. Distraída como iba, no se percató de la persona que iba delante de ella sino hasta que se estrelló con el hombro ajeno y su celular cayó al suelo. Preparada para mandar al infierno al responsable de la caída, dirigió su mirada al rostro ajeno y la sorpresa inundo el suyo.

─¿Alma?

─¿Samuel?

Sin duda alguna, la sorpresa invadió ambos rostros, pero con motivos muy distintos. Samuel estaba sorprendido de ver a quien había sido su compañera de preparatoria por cuatro años, y más aun teniendo en cuenta la fama que había adquirido poco tiempo después. Ella por su parte, se sentía descolocada al ver el demacrado aspecto de su antiguo compañero. Antes de que alguno de los dos hiciera amago de emitir algún sonido, el pequeño bulto que llevaba Samuel entre los brazos emitió un quejido, captando la atención de los dos presentes.

Alma fijo su vista en el pequeño bulto con el mismo aspecto demacrado de quien suponía, era su padre. No había que ser un genio para darse cuenta de que ambos se encontraban en una situación... precaria.

─¿Es tu hijo?

La pregunta hizo que Samuel levantara el rostro y asintiera. El no tenía idea de cómo seguir la conversación, pues había perdido contacto con ella desde poco antes de la graduación y luego se vio muy ocupado para intentarlo. Obviando el hecho de que no tenía a certeza de que Alma siguiera siendo la misma chica terca y amable que conoció con tan solo doce años. La vergüenza que sintió al verla observar el cartel de ´´ayuda´’ que llevaba junto a un sombrero con varias monedas que los transeúntes le habían dado, logró que sus orejas y mejillas enrojecieran.

Notando la lucha interior de Samuel, Alma decidió tomar ella la iniciativa y de paso ayudar a quien en su momento le obsequio consejos de manera desinteresada.

─¿Qué te parece si me acompañas a hacer unas compras y nos ponemos al día? Y no acepto un no por respuesta.

Seguido de eso le tomo por el antebrazo y se dirigió a su vehículo. Una jeepeta polarizada fue desbloqueada al tiempo que ella misma se encargaba de abrirle la puerta trasera para que subiese. Sin cerrar la puerta del auto, se dirigió al baúl del mismo y saco una silla especial para niños. Después de todo, tenía varios sobrinos y aquello nunca estaba de más. Antes de cerrar el baúl por completo; Jaime, el guardia de seguridad se acercó a ella a paso rápido.

─¿Esta todo bien?

─¿A qué te refieres Jaime?─ Cuestiono extrañada, pero rápidamente recordó el aspecto de Samuel era similar al de un vagabundo y el hecho de que llevara un bulto entre sus brazos resultaba inquietante; pues a simple vista nadie creería que un bebe estaba envuelto en el.

 ─ ¿El...señor... es?

─Oh, no te preocupes. Es un viejo amigo.

Sin prestar importancia a la mirada perpleja que le dedicaba el guardia de seguridad, acomodo el asiento para bebes en su lugar y tomo el lugar del conductor para empezar a moverse.

Una vez incorporados en el pesado tráfico vespertino, Samuel reunió el valor suficiente para saber un poco sobre Alma. Hace años que no la veía de cerca, aunque ella no parecía haber cambiado mucho en realidad, al menos físicamente. Los ángulos de sus cejas seguían siendo llamativos, y en combinación con sus hermosos ojos verdes, esa sonrisa que se le antojaba maliciosa y esos pómulos definidos; era una extraña y atrayente mezcla para todo el que la mirase y desde luego que el no sería la excepción.




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