Entre las Sombras

Capítulo 5

 Isabella corría por el bosque desesperada, no podía gritar porque su voz no aparecía. Se detuvo detrás de un árbol y con la poca luz que tenía observo su ropa. Se tocó su cara y la sintió mojada, miró sus manos y estaban llenas de sangre.

Lo que había pasado al momento de llegar al lugar acordado era escalofriante.

Aquellas personas las habían embaucado y después de eso solo balas.

Muchas balas, sangre y oscuridad.

Cuando despertó estaba llena de sangre y con un arma en su mano.

Era la única persona viva, y a su lado estaba ella.

No quería recordar más de aquello, no podía recordar sobre lo que paso cuando las balan empezaron a llover.

Sacudió su cabeza y siguió corriendo hacia su destino. Hacia el único lugar en el cual estaría segura. Llego a la mansión de su padre y golpeo el portón varias veces hasta que abrieron la puerta.

Su padre quiso decirle algo, pero ella cayo desmayada hacia el piso. Alfonso la sujeto antes que caiga y al verla no supo que le había pasado.

Estaba llena de sangre, con rasguños en su cara y brazos.

Completamente pálida y fría.

Llamo al médico al verla en ese aspecto y la llevo a la sala de enfermería. Al dejarla en aquel lugar volvió hacia la puerta principal y pregunto a los guardias si llego sola o la dejaron en la entrada.

-No señor, según las cámaras ella llego por el bosque muy desesperada y regresando a ver hacia su espalda a cada rato. – Le dijo uno de ellos. – Parecía que escapaba de alguien. – Dijo otro de ellos.

-O de algo. – Respondió su padre al observar aquella nota en la puerta. – Aumenten el equipo de seguridad, comunícate con los guardias que siguen a Sofía y Melanie, diles que las traigan de regreso y si tienen que desaparecer a los hombres que contrato el imbécil de Antonio que lo haga. – Dijo sacando una libreta de su bolsillo. – Y por último llama a Héctor, dile que se comunique con los Koslov. – Dijo y el guardia se asombró. – Si con él, ahora necesito que todos estemos alerta hijo, se nos avecina algo más grande que nosotros. y esta vez no pienso fallar, aunque tengo que aliarme con mi enemigo. – Termino de decir y se retiró hacia la sala donde estaba su hija.

Ahora entendía a lo que se refería su pequeño Gabriel, iban detrás de ella y ahora terminarían lo que iniciaron hace años.

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Isabella sentía su cuerpo cansado, destruido y colapsado. No había sentido que tenía una bala en su brazo producto de la balacera. El doctor estaba revisando su evolución en los dos días que había estado en coma. No había motivo para que ella no hubiese despertando hasta el día de hoy, lo único que debía esperar era que ella despierte, esperar que Isabella quiera despertar.

Una semana completa y Isabella no despierta, una semana en la cual pasaron muchas cosas.

Siete días en las cuales la familia se volvió a reunir, Sofía y Melanie regresaron a la mansión y no se dieron cuenta que los hombres de su tío las tenían vigilada, hasta que las raptaron y las regresaron a la mansión.

De lunes a viernes donde el pequeño Gabriel pudo hablar sobre lo que vivió esos días con aquellas personas, las cuales eran las equivocadas y recién conocían esas noticias.

Nadie tenía la respuesta de porque no despertaba, sus signos vitales se encontraban estables y ningún análisis demostraba alguna enfermedad o contusión que le permita no despertar.

La una razón que podían dar es que se encontraba en un estado de shock profundo y solo debían esperar que ella despierte, algo muy raro, pero no imposible.

Esperar que una persona despierte de un shock, que muy pronto se convertiría en un coma profundo.

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La familia recibió un ataúd sellado, donde reposaba el cuerpo de su joven hija.

La pequeña Luna, la princesa de la casa.

Su madre era un mar de lágrimas y por el impacto se desplomo en el suelo y su padre la siguió. Aquel joven tan enamorado tenía que ser fuerte, pero no podría.

Solo 17 años, y ahora no está.

Todo por su culpa.

Y vengaría la muerte de su hermosa esposa.

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Siete días de pequeños dolores y contracciones leves, junto con ocho horas de trabajo de parto duro el nacimiento de Isabella, ocho horas de puro dolor y felicidad por parte de su madre. En ocho horas la pequeña Isabella nació y se convirtió en la luz de los ojos de su madre.

Le habían dicho que era un milagro que la pequeña no hubiese muerto por las complicaciones del parto. Pero se aferró a la vida como un imán y sobrevivió.

Era fuerte, y era su milagro.

Siete días y ocho horas fueron suficientes para que Isabella despierte.  Se la veía tan desconcertada y anonadada.

- ¿Dónde estoy? – Pregunto.

-En un hospital, sufriste un colapso y entraste en un shock. – Respondió el médico.

-Comprendo. – Respondió como si nada.




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