Al salir de la mansión, Sebastián condujo por varias horas hasta llegar a la ciudad. No me había dicho nada, pero lo agradecia, el poco esfuerzo físico que había hecho al correr escapando de mi hermano me había agitado demasiado. Pueda que sean efectos secundarios de los sedantes que me aplicaron, pero desde ese día me siento rara.
Llegamos hacia una pequeña cabaña y Sebastián se detuvo.
-Hay que bajar un momento. – Me dijo y salimos del auto.
Fui detrás de él ya que estaba sumamente agitada e ingresó primero a la cabaña. Antes de poder entrar sentí que envolvieron mi cuerpo con unos brazos.
-Gracias a Dios. – Escuche que dijeron y me separe de inmediato.
Vi al hombre que me tenía y vi que era Antonio, el mismo que llevaba todo este tiempo desaparecido.
-Donde mierda estabas. – Le grité soltándome de sus brazos. – Dónde mierda has estado todo este tiempo. – Le volví a decir y cuando me dispuse a caminar hacia el auto me volvió a abrazar y no me pude soltar con facilidad.
Sentía su dolor, sentía mi dolor.
Si yo sentía como si varas de metal bañadas en fuego atravesaban mi alma, no me imagino como estaría él. Todo está mal en la vida de mierda que no elegimos, primero mis hermanos, seguido por los mellizos y ahora Luna.
Solo hay una culpable de todo esto y la haré pagar por el sufrimiento que nos ha causado.
Al separarse de mí puedo ver su aspecto, está con golpes en su cara y no me imagino los de su cuerpo ya que lleva un traje, si su padre lo tuvo todo este tiempo, no quiero imaginarme lo que le hizo.
-Cómo estás. – Me pregunta.
-Cómo debo estar. – Respondo me vuelve abrazar. – Lo encontraremos. – Le digo y se separa de mí.
-Yo debo decir eso. – Responde y sujeto su cara con mis manos.
-No soy una damisela que merece ser salvada y quedarme en un lugar para que resuelvan mis problemas. – Le digo. – Ambos resolveremos esto y luego vemos como seguiremos con la puta vida que nos dieron. – Termino de decir y se asombra por mis palabras.
-Isabella Castro, es la primera vez que escuchó un insulto salir de tu boca. - Me dice y niego con la cabeza.
-No será el último. – Respondo y Sebastián llega hacia nosotros.
-Hay que irnos. – Dice y sale de la cabaña.
-A dónde vamos. – Pregunto y no obtengo respuesta alguna, solo que Antonio me está llevando hacia el auto y Sebastián arranca en dirección desconocida para mí y conocida para ellos.
Nos adentramos a la ciudad y conduce unos minutos más hasta llegar a una funeraria.
No.
Sebastián le da un asentimiento de cabeza a Antonio y me regresa a ver por el retrovisor me brinda una pequeña sonrisa y sale del auto.
-No quiero estar aquí. – Le digo a Antonio.
Como siempre no obtengo respuesta, pasan unos minutos y bajamos del auto.
-No quiero estar aquí. – Le vuelvo a decir.
-Es la última vez. – Me dice sacando un arma de su espalda y disparando a mi espalda. Me altero y volteo a ver y dos hombres yacen en el suelo.
-Quienes son. – Pregunto.
-Los que la escoltaban. – Me responde y señala la puerta de cristal.
Una ira se enciende dentro de mi cuerpo al ver a la zorra de Nora sujetada por Sebastián, por su rostro le sorprende vernos y le sorprenderá más cuando la mate con mis propias manos.
Antonio me sujeta por el torso cuando me dirijo hacia ella, y en cambio Sebastián se acerca con ella hacia nosotros. Al llegar hacia nosotros no me tiembla la mano al propinarle un buen puñete en su perfecta cara.
-Perra. - Hablo.
-Que dijiste. – Volví a golpearla y volvió hablar.
-Antonio vas a permitir que me hable de esa manera. – Le dijo llorando. – Vas a permitir que esta imbécil me agreda de esta manera. Tú me prometiste que nunca ibas a permitir que nos pase nada, y ahora ella me agrede y Luna está en una caja. Todo es tu culpa. – No espere y me lance encima de ella.
No me importaba que Sebastián haya quedado como colchón, pero no pare de golpearla hasta que unos brazos me separaron de ella.
-Vuelve a repetirlo pedazo de basura, atrévete a culparlo de nuevo. – Le grité. – La única culpable de todo esto eres tú. Si luna está muerta es toda tu culpa. – La comencé a patear y me cargaron alejándome de ella. – No me toques. – Me solté y era Lucas. – Lucas. – Le dije y solo negó con la cabeza.
-Espera aquí, por favor. – Me dijo mientras se acercaba hacia unas mujeres a lo lejos y me di cuenta que había creado un espectáculo.
Lo que me faltaba.
Estaba tranquilizandome cuando vi la expresión de Antonio y escuché lo último que dijo Nora. –
-Tu ocasionaste todo esto, solo fui el chivo expiatorio, pero tú lo creaste. Congratulations on your search. - Maldita perra.
Tenía ganas de quitar esa sonrisa de su rostro, cuando escuche un disparo. Voltee a ver y era ese hombre, el mismo que se llevó a Antonio.
Era su padre.
Inmediatamente Lucas se acercó hacia mí y me llevó hacia Antonio.
-Bonito show, pero tiene menos de diez minutos antes que mate a esa perra. – Dijo apuntando con su pistola a Nora.
Nora estaba pálida y helada, era tanto el miedo que le tenía que no podía dejar de verlo. Estaba tan confiada en que la protegerían, pero al final la traicionaron. Porque hasta ese momento no había llegado el auto que la trajo y no habían mandado refuerzos.
La muy inocente se había confiado de las sombras, pero ellos solo buscan cerditos para llevarlos a la boca del lobo.
No tenía escapatoria. Le convenía ir con Antonio que con su padre.
El aún le guardaba algo de cariño, por eso no la había lastimado, puede que si le dice dónde está su hijo le perdone la vida.
-Los minutos cuentan y aún los sigo viendo. – Les volvió a decir. – Y por favor, llévense a esa escoria, porque si queda en mis manos será alimento para mis bellos cocodrilos. Les encanta la comida viva. – Término de decirles y los jóvenes se subieron en el auto y así como llegaron desaparecieron.
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Editado: 25.09.2021