Isabella
La joven estaba estupefacta al ver a su pequeño bebé. No sabía como reaccionar, ya que solo lo había visto unas horas después del parto.
El hermano de Héctor lo cargaba y observó que el pequeño Dante tenía puesto un mameluco de ositos, y estaba profundamente dormido en sus brazos.
-Ya veo que no lo quieres ver. - Le dijo aquel hombre regresando por donde vino, pero al instante Isabella le arrebató al bebé de sus brazos y cerró la puerta con tanta fuerza que vibraron las paredes.
El pequeño Dante no se había despertado por el ruido, y supo que había heredado esa cualidad de su familia. No importaba si se caía el cielo o se formaba un tornado, nada despertaba del sueño a los niños Castro.
Isabella se sentó en el suelo sin dejar de contemplar a su bebé, empezó hacer cuentas en su cabeza y se dió cuenta que su heredero estaba por entrar a los dos meses de nacido.
Nunca se perdonaría por haberse demorado tanto tiempo en encontrarlo. No sabe cuánto tiempo lo contempló que el bebé empezaba a removerse entre sus brazos, empezó a balbucear y abrió sus ojitos.
Bella empezó a llorar al ver los preciosos ojos de su pequeño, el bebé al verla automáticamente dejó de llorar y la observaba detenidamente.
Pasaron segundos, minutos, horas. Nunca lo supo, solo ver a su pequeño la llenó de alegría que no abarcaba en su cuerpo. El pequeño decidió que era mucho y empezó a cerrar sus ojitos sin antes sostener con sus pequeñas manitos el dedo de su madre.
La joven lloraba en silencio sin emitir algún sonido o movimiento que despierte a su hijo. Lo apegó más a su cuerpo y besó su cabecita, lo dejó en su pecho y le susurró cuanto lo amaba y que lo salvaría de este infierno.
Bella no durmió esa noche, solo velo por el sueño de su pequeño, hasta que al salir el sol la puerta se abrió mostrando la silueta del mismo hombre que había traído a su hijo. Aquel hombre los observaba y algo dentro de él se removió. Sacudió su cabeza y habló.
-Solo diez minutos Isabella. - Le dijo entregando un biberón y se retiró de la habitación
Isabella contemplaba el sueño de su pequeño que no había despertado en el transcurso de la noche, y se maldijo por no poder darle pecho.
Gracias a tantos sedantes que le dieron sus padres su leche se había pasmado y no puede amamantar.
Algo raro y que solo les ocurría al 1% de las mujeres y ella era parte de ese porcentaje.
Cuando el médico le informó sobre su diagnóstico esas palabras la destruyeron al instante, solo durmió y no salió de la habitación hasta el día siguiente.
Recuerda que su madre le había mostrado una tablet con la información de leches de fórmula que le ayudarían al pequeño, un nudo se formó en su garganta al recordar porque la situación la regresaba a la isla cuando Luna le mostraba los diseños de biberones y de ropa para el pequeño.
El tiempo en la isla era maravilloso y luego se desató el infierno.
Su bebé.
Luna.
Nunca se perdonaría por todo lo que ha causado.
En el transcurso se desespero al saber que su bebé no había comido, pero al encontrar una nota del hombre en el bolsillito del mameluco de Dante entendió.
Como te dije te quieren matar por traidora y con sus propias manos, no con hambre.
Me he encargado personalmente de la alimentación, cuidado y control del bastardo.
Él está en buen estado, es una buena presa que no dejarían que muera.
Que pena que no cuentes con la misma suerte.
Bella.
En el mundo existían buenas personas, malas personas y solo personas.
Y sabía que él era parte de ese pequeño porcentaje de “solo personas”
Agita el biberón que tenía un oso estampado y al instante su pequeño se removió y abrió los ojos, como la noche anterior solo la miraba y sostuvo su dedo con sus pequeñas manitos.
-Buenos días mi amor.- Le dijo al bebé y este le respondió con una sonrisa.
Una bella sonrisa que la mataba de tanta emoción.
Se preguntó. ¿Como unos seres tan despreciables como ellos, pudieron traer al mundo a un pequeño hermoso como él? ¿Y tener la dicha de tener un angelito que velaba por la vida de su hermano?
Tanta luz en mucha oscuridad.
Dante su pequeño que resistio a un aborto.
Luciano, su angelito que portaba la luz que les faltaba.
Beso la cabecita de su hijo y lo alimento con el biberón, el pequeño succionaba rápidamente y no paraba de mirarla. Al terminar de alimentarlo le saco los gases como le habían enseñado y el pequeño saco un eructo fuerte que lo hizo llorar.
-Ya mi pequeño. - Lo calmaba Isabella mientras se paseaba por el diminuto cuarto, el pequeño la observaba y cerró sus ojitos.
Volvió a dormir sin soltar el dedo de su madre.
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Editado: 25.09.2021