Entre las sombras del amanecer

Capítulo 1: La niebla misteriosa

Era una mañana gris y silenciosa cuando Alejandra regresó a su pueblo natal, San Esteban. El aire estaba cargado con la humedad de la niebla que se levantaba del mar, envolviendo las casas y calles en un manto etéreo. Después de años viviendo en la ciudad, alejada de las leyendas y misterios que rodeaban a San Esteban, Alejandra se sentía como una extraña en su propio hogar.

Al bajar del autobús, respiró profundamente el aire salado, dejando que los recuerdos de su infancia la invadieran. La vieja casona de su familia se erguía al final de la calle principal, tal como la recordaba, con su fachada de piedra gris y el jardín descuidado. Su madre, Isabel, la esperaba en la puerta con una sonrisa melancólica y los brazos abiertos.

—Alejandra, bienvenida a casa —dijo Isabel, abrazándola con fuerza.

—Hola, mamá. Es bueno estar de vuelta —respondió Alejandra, sintiendo una mezcla de nostalgia y tristeza.

Durante el almuerzo, Isabel le contó sobre los extraños sucesos que habían estado ocurriendo en el pueblo: luces misteriosas en el cielo, desapariciones inexplicables y una sensación de inquietud que se cernía sobre los habitantes. Alejandra escuchaba atentamente, recordando las viejas historias que su abuela le contaba sobre la cueva al borde del acantilado y las sombras que habitaban en su interior.

Esa noche, Alejandra decidió investigar por sí misma. Armada con una linterna y un valor recién encontrado, se dirigió a la cueva. La entrada, oculta entre las rocas y la vegetación, parecía más ominosa de lo que recordaba. Con paso firme, se adentró en la oscuridad, sintiendo cómo el aire se volvía más frío a cada paso.

Dentro de la cueva, las paredes estaban cubiertas de musgo y humedad, y el eco de sus pasos resonaba en la penumbra. De repente, una luz brillante iluminó el camino frente a ella, revelando inscripciones antiguas en la piedra. Alejandra se acercó, fascinada, tratando de descifrar los símbolos cuando un ruido detrás de ella la hizo girar bruscamente.

—¿Quién está ahí? —preguntó, su voz resonando en la cueva.

De las sombras emergió Samuel, un viejo pescador que siempre había sido amigo de la familia. Sus ojos mostraban una mezcla de sorpresa y preocupación.

—Alejandra, ¿qué haces aquí? Es peligroso —dijo Samuel, acercándose lentamente.

—Estoy investigando las luces y las desapariciones, Samuel. Creo que están conectadas con la cueva y las viejas leyendas —respondió Alejandra, tratando de mantener la calma.

Samuel suspiró, asintiendo lentamente.

—Siempre supe que tu curiosidad te traería aquí. Hay cosas en esta cueva que es mejor no despertar, pero si estás decidida, te ayudaré.

Juntos, continuaron explorando la cueva, descifrando las inscripciones y descubriendo pistas que apuntaban a un antiguo artefacto escondido en su interior. Cada paso los acercaba más a la verdad, pero también aumentaba el peligro que enfrentaban.

Alejandra sentía cómo la adrenalina corría por sus venas mientras avanzaban en la oscuridad, sabiendo que su vida y la de sus seres queridos dependían de lo que encontraran en las profundidades de la cueva. Con Samuel a su lado, estaba decidida a desentrañar el misterio de las sombras del amanecer y proteger a su pueblo de la amenaza que acechaba en la oscuridad.




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