Entre las sombras del amanecer

Capítulo 4: La reunión de los elementos

Con la traducción del ritual en sus manos, Alejandra y Samuel se prepararon para reunir los elementos necesarios. Según el texto, necesitaban cinco componentes: una pluma de un ave nocturna, una piedra del río sagrado, una flor que solo florecía al anochecer, un fragmento de cristal puro y agua de la fuente ancestral del pueblo.

Decidieron dividirse para recolectar los elementos más rápidamente. Samuel se encargó de encontrar la piedra del río sagrado y la flor nocturna, mientras que Alejandra buscaría la pluma, el cristal y el agua de la fuente.

El primer destino de Alejandra fue el bosque cercano, conocido por albergar búhos. Caminó durante horas, guiada por el sonido de los búhos que se escuchaba en la distancia. Finalmente, encontró una pluma blanca y suave en el suelo del bosque, probablemente caída de un búho que había pasado recientemente. La guardó con cuidado, sintiendo que estaba un paso más cerca de completar su misión.

Luego, se dirigió a una tienda de minerales en el pueblo vecino, donde esperaba encontrar un cristal puro. El dueño de la tienda, un hombre mayor con una gran colección de piedras preciosas, la ayudó a seleccionar el cristal adecuado.

—Este fragmento es perfecto para lo que necesitas —dijo el dueño, entregándole una pieza de cristal claro y brillante—. Tiene una pureza excepcional.

Alejandra agradeció al hombre y regresó a San Esteban con sus dos primeros elementos. Sabía que la fuente ancestral del pueblo estaba en un bosque cercano, un lugar sagrado donde sus antepasados realizaban rituales. Se dirigió hacia allí, llevando consigo una botella para recolectar el agua.

La fuente estaba escondida entre árboles altos y vegetación densa. Alejandra sintió una paz profunda al llegar, como si el lugar estuviera bendecido por la historia y la fe de su pueblo. Con cuidado, llenó la botella con el agua cristalina, observando cómo brillaba bajo la luz del sol.

Mientras tanto, Samuel se dirigió al río sagrado, un lugar donde la corriente era fuerte y clara. Buscó entre las piedras hasta encontrar una que destacaba por su color y forma. Era una piedra lisa y redonda, con un brillo especial que parecía emanar de su interior. La guardó en su mochila y continuó su búsqueda de la flor nocturna.

Sabía que las flores nocturnas eran raras y difíciles de encontrar, pero también sabía de un claro en el bosque donde solían florecer al anochecer. Esperó pacientemente, observando cómo el cielo se oscurecía y las primeras estrellas aparecían. Justo cuando comenzaba a perder la esperanza, vio una flor abrirse lentamente, sus pétalos resplandeciendo bajo la luz de la luna. La recogió con cuidado, sabiendo que tenía que mantenerse intacta para el ritual.

Esa noche, Alejandra y Samuel se reunieron en la casa de Alejandra, compartiendo sus éxitos y los elementos que habían recolectado.

—Lo logramos, Alejandra. Tenemos todo lo que necesitamos —dijo Samuel, colocando la flor nocturna y la piedra del río sagrado sobre la mesa.

—Ahora debemos prepararnos para realizar el ritual. Doña Clara nos guiará en el proceso —respondió Alejandra, sintiendo una mezcla de nerviosismo y esperanza.

Al día siguiente, se reunieron con Doña Clara y los ancianos del pueblo en la plaza central. La noticia de su misión se había extendido, y los habitantes del pueblo se congregaron para presenciar el ritual y apoyar a Alejandra y Samuel.

Doña Clara tomó la traducción del profesor Morales y comenzó a dirigir el ritual, susurrando las antiguas palabras mientras Alejandra y Samuel colocaban los elementos en el altar improvisado. La pluma, la piedra, la flor, el cristal y el agua se dispusieron con precisión, formando un círculo alrededor del amuleto.

Con cada palabra pronunciada, el amuleto comenzó a brillar con una luz intensa. Alejandra sintió la energía del amuleto resonar con los elementos, como si estuvieran en perfecta armonía. El aire alrededor del altar se volvió cálido y vibrante, y las sombras que solían acechar en la periferia parecieron retroceder.

Finalmente, Doña Clara levantó el amuleto, pronunciando las últimas palabras del ritual. Una explosión de luz llenó la plaza, y por un momento, todos quedaron cegados por el resplandor. Cuando la luz se disipó, el amuleto flotaba en el aire, emanando una energía protectora que cubría todo el pueblo.

—El ritual ha sido completado. Las sombras han sido selladas y nuestro pueblo está protegido —dijo Doña Clara, su voz llena de emoción.

Los habitantes del pueblo aplaudieron y vitorearon, agradecidos por la valentía y el sacrificio de Alejandra y Samuel. Alejandra se sintió aliviada y feliz, sabiendo que habían cumplido su misión y asegurado el futuro de San Esteban.

Mientras el sol se ponía, iluminando el pueblo con un cálido resplandor, Alejandra y Samuel se abrazaron, sabiendo que habían enfrentado el desafío juntos y salido victoriosos. Aunque sabían que siempre habría nuevos misterios y peligros, también sabían que, unidos, podían enfrentar cualquier cosa.




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