Entre las sombras del amanecer

Capítulo 7: La isla olvidada

Con la primera llave en su poder, Alejandra y Samuel partieron hacia su próximo destino: una isla olvidada en el Pacífico. El viaje fue largo y arduo. Tomaron un vuelo a una ciudad costera y luego navegaron durante días en un pequeño barco hasta avistar la isla en el horizonte. Rodeada de misteriosas neblinas, la isla parecía desierta y exudaba un aire de enigma y peligro.

Al desembarcar, Alejandra y Samuel se encontraron con una densa jungla. Sabían que la segunda llave estaba oculta en algún lugar de esta isla y que encontrarla no sería una tarea fácil.

—Debemos ser cuidadosos. Este lugar está lleno de peligros desconocidos —advirtió Samuel, ajustando su mochila.

Avanzaron a través de la jungla, usando un mapa antiguo que había sido entregado por un viejo marinero en la ciudad costera. El mapa indicaba que debían encontrar un antiguo santuario escondido en el corazón de la isla. Mientras caminaban, sentían que los observaban desde las sombras, pero no podían ver a nadie.

Después de horas de caminar, encontraron una cascada que caía sobre una entrada de piedra. La entrada estaba cubierta de enredaderas y musgo, pero las inscripciones antiguas eran visibles. 

—Este debe ser el lugar —dijo Alejandra, sintiendo una mezcla de anticipación y miedo.

Entraron en el santuario, encontrando una sala iluminada por antorchas encendidas, como si alguien hubiera estado allí recientemente. En el centro de la sala, había un pedestal de piedra con una inscripción en un idioma antiguo.

—Esto es un desafío —dijo Samuel, leyendo la inscripción—. Debemos demostrar nuestra valentía y pureza de corazón.

De repente, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar y el pedestal se hundió, revelando una escalera que descendía a una cámara oculta. Bajaron con cautela, encontrando una gran sala subterránea llena de trampas y obstáculos.

—Debemos superar esto para encontrar la llave —dijo Alejandra, avanzando con cuidado.

Trabajaron juntos para desactivar las trampas y superar los obstáculos. En un momento, se encontraron en una sala con un espejo gigante. Al acercarse, vieron reflejados no solo a ellos mismos, sino también sus miedos y dudas.

—Esto es una prueba de nuestras almas —dijo Samuel, recordando las palabras de la inscripción.

Miraron fijamente al espejo, enfrentándose a sus miedos internos. Alejandra vio sus dudas sobre su capacidad para proteger a su pueblo, mientras Samuel enfrentó sus temores sobre su propia valía. Al aceptar y superar estos miedos, el espejo se desvaneció, revelando una puerta oculta.

Tras la puerta, encontraron una cámara con una segunda llave. Esta llave era de plata, con intrincados grabados y una gema verde. Al tocarla, Alejandra sintió una conexión profunda, como si la llave resonara con su alma.

—Hemos encontrado la segunda llave —dijo, guardándola con cuidado.

Pero antes de poder salir, la isla comenzó a temblar violentamente. El santuario se estaba desmoronando.

—¡Debemos salir de aquí! —gritó Samuel, tomando la mano de Alejandra.

Corrieron hacia la salida, esquivando escombros y saltando sobre grietas que se abrían en el suelo. Lograron salir justo a tiempo, antes de que el santuario colapsara completamente detrás de ellos.

Exhaustos pero victoriosos, regresaron al barco. Sabían que aún les quedaba una llave por encontrar, pero con dos de las tres en su poder, estaban más cerca de completar su misión.

—Una llave más, Samuel. Podemos hacerlo —dijo Alejandra, mirando hacia el horizonte.

—Sí, juntos podemos enfrentar cualquier cosa —respondió Samuel, sonriendo.

Con la segunda llave asegurada, Alejandra y Samuel se prepararon para su próximo destino: las montañas nevadas de los Alpes. Sabían que la última prueba sería la más difícil, pero también sabían que estaban listos para enfrentarse a cualquier desafío.

Mientras el barco navegaba de regreso a la civilización, Alejandra y Samuel se sintieron más unidos y determinados que nunca. Sabían que su misión estaba cerca de completarse y que estaban destinados a proteger a su pueblo de las sombras, sin importar el costo.




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