Entre líneas

Capítulo 1

—Ronald Edwards— exclama la mujer y ella se paraliza. —¿Lo conoces?— cuestiona.

Ivette podía responder a esa pregunta de diferentes maneras. Sí, lo conocía. Ronald Edwards, la joven promesa del baloncesto americano. Ronald, aquel chico con el que salió en la preparatoria. Ronald, su mejor amigo de la infancia.

¿Lo conocía? Hace un tiempo lo hacía.

—Tuvo una lesión hace cinco meses y desde entonces nadie sabe en donde se encuentra. Se dice que pudo haber vuelto a su pueblo, pero es un hombre reservado y nadie sabe de dónde es. Si puedes conseguir una entrevista, se considerará tu cambio a la editorial—.

Ivette era una escritora, o al menos eso es lo que deseaba. Desde que terminó su carrera, su vida tomó un camino distinto como escritora de una columna en una revista y no es que le molestara, pero no era su sueño. Y ahora debía volver a casa para intentar encontrar a Ronald y pedirle que le diera una entrevista.

Qué fácil era pensar en ello, pero sería difícil llevarlo a cabo. Desde aquel día de enero, en el que tomaron caminos diferentes, Ivette no había pensado mucho en él. Se había asegurado de mantener su distancia, evitaba los canales donde hablaban de deportes, no había regresado a casa más que para las navidades y nunca volteaba su rostro hacia el camino que lleva a la casa en la que él había crecido.

Si su cuerpo todavía se paraliza cuando escucha una voz semejante a la suya, o cuando entre la multitud de aquella ciudad visualiza una silueta que es parecida a la de él, eso es sólo su problema.

—No creo que yo sea la persona más adecuada para hacerlo— dice Ivette tratando de mantener la calma.

—Por alguna razón, Emilie piensa que tú puedes convencerlo. Además, el viaje y todas tus necesidades estarán cubiertas por la empresa— responde.

Y ella sabe que no tiene otra opción más que aceptar.

Al terminar su jornada laboral, Ivette vuelve a su departamento sintiéndose confusa. No tenía otra opción más que ir a aquel lugar y esperar que Ronald se encontrara allí. Aunque, si todavía se parece al hombre que ella un día conoció, entonces no sería difícil hallarlo.

Ivette comienza a hacer su maleta, no le dieron un tiempo específico para terminar con la entrevista, pero desde luego, ella quería que todo terminara en el menor tiempo posible. Dos semanas. Si no conseguía que Ronald le diera la entrevista, volvería a la ciudad y todo terminaría.

—Puedes hacerlo— dice para sí misma.

Su corazón latía con fuerza en su pecho y ella sabe que enloquecerá cuando sus ojos se posen sobre aquella mirada café que hace tiempo atrás esperaba ser la única para mirar.

Sabiendo que no había nada más por hacer, marca el número de su madre y espera tener el valor para enfrentar al pasado.

—Hola, cariño. ¿Cómo te va?— saluda su madre.

—Hola, ma. Muy bien— hace una pausa. —Volveré a casa el día de mañana—.

—¿Sucedió algo?— pregunta preocupada.

—Me han pedido que intente conseguir una entrevista— su voz titubea.

—¿Entrevista? En nuestro pueblo no hay gente muy famosa, pequeña— responde.

—Ronald— contesta Ivette, en voz baja como si alguien pudiera escucharla mencionar su nombre.

—Ay, Ivette— toma respiraciones profundas mientras trata de calmar los latidos de su corazón.

—Estaré bien. Han pasado siete años— responde tratando de convencerse a ella misma.

—Le diré a tu padre que pase a recogerte al aeropuerto, me avisas a qué hora saldrá tu vuelo— Ivette asiente y luego de despedirse, cuelga el teléfono.

Ronald y ella fueron mejores amigos. La verdad es que cuando creces en un pueblo con pocos habitantes, te vuelves cercano a las personas. Ronald es una fuerza de la naturaleza, no hay mejores palabras para describirlo. Siempre que está en una habitación, toda la gente lo mira y resulta tan complicado apartar la mirada.

Él tiene una personalidad tan brillante como el sol, es como si estuviera destinado a ser el centro de atención.

Ivette siempre lo supo. No es fácil convivir con una persona así, pero siempre que estaba con él, se sentía la persona más especial de aquel pueblo, porque sus ojos se posaron sobre ella. Es como si te compartiera un poco de su brillo.

Cuando se preparaban para ingresar a la universidad, todos sus amigos siempre dijeron que las relaciones de preparatoria no duran, pero que si había alguien que pudiera lograrlo, serían ellos.

No fue así.

El único problema en su relación, es que no había nadie a quién odiar.

Ronald Edwards seguía siendo un nombre que provocaba un salto en su corazón, que ponía a sus piernas a temblar. Porque dolía como el infierno pensar en lo que nunca fue. En aquello que dejaron inconcluso, en todas las promesas que hicieron y dejaron a medias mientras ambos se iban a una ciudad diferente con la esperanza de cumplir sus sueños.

El pasado era un tormento, porque Ivette no recuerda haber sido tan feliz con otra persona como lo fue con Ronald y eso estaba bien, porque ambos tomaron su camino. Si ella era honesta, cuando supo que Ronald había sido fichado por el equipo de sus sueños, Ivette lo llamó y no hubo una respuesta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.