Entre Mí Camino

Capítulo.

(7)

Taylor:

Despierto con alguien a mí lado, la cabellera amarilla se deja ver entre las sábanas, me visto rápido para irme de éste lugar.

—¿Te vas ya? —Pregunta en mí idioma la venezolana—.

—Sí, fué muy bueno tú servicio —Le guiño un ojo descaradamente antes de salir del hotel—.

La conocí en la discoteca que fui ayer para despejarme la mente y resulta que se estaba hospedando por aquí y pasó lo que pasó. No dejo de pensar en la afrodisíaca de ojos esmeraldas.

Desde que ocurrió lo de nosotros, obtuve lo que quise así que no espero más nada, a menos que quiera un polvo más entre nosotros, sus susurros, sus caricias y rasguños mientras lo hacíamos, su cuerpo, todo, absolutamente todo es un placer al estar con ella así.

Llego a el hotel dónde yo me estoy hospedando viendo cómo, Farrell me está esperando en la puerta de mí habitación.

Ha pasado dos días desde lo ocurrido, no he sabido más nada de ella, ni de nadie, solo el trabajo.

—Tus actos siempre traen malas consecuencias, Taylor —Abro la puerta adentrándome al lugar en eso me sigue él—. Te dije que no intentaras algo con ella, te lo dije.

—¿Y quién dijo que hice algo con ella? —Me pongo a la defensiva—.

—Sí creo que sucedió algo, entonces explícame el porqué se vá ausentar en éste negocio —Lo veo de inmediato—.

Oí mal, sí eso tiene que ser.

—¿Qué?.

—Lo que escuchaste, no vá a seguir en éste negocio hasta cuándo se le pegue la gana de volver —Vuelve a repetir—. Te acostaste con ella, ¿Cierto?.

No digo nada.

—Tú silencio lo dice todo. Un día Taylor te vas arrepentir de haberle hecho eso a ella.

Me río.

—¿Por qué me tendría que arrepentir?.

—¡Porque es una gran mujer y la tratas cómo una simple porquería, y ella no se quedará con los brazos cruzados!... —Se harta—. Atente a las consecuencias, eres mí gran amigo, pero ya no puedo seguir aguantando tus mierdas.

Se vá dejándome solo, quedo mirando en un punto fijo del suelo, <<¡No puede dejar el negocio esa estúpida!>>, me devuelvo a la puerta volviendo a salir del hotel, buscando mí auto para ir a la mansión de los empresarios venezolanos/londinenses.

Después de media hora llego, entrando rápidamente a la mansión buscándola, hay unas dos mujeres de servicio diciéndome que espere, que no puedo entrar así cómo así, claro que puedo, mí apellido lo dice todo.

Voy a la cocina encontrándome con ella mientras come algo leyendo un libro, puedo notar cómo traga en seco lo que comía al verme, cierra el libro.

Tiene el cabello mojado, más un camisón largo que le llega por las rodillas, le veo un rato sus piernas desnudas.

Señorita, le dijimos que esperara pero no nos hizo caso —Le dice una de las sirvientas—.

Tranquila, se pueden retirar.

Ese idioma en ella, ese acento en ella, la hacen ver más sexy de lo normal.

—¿Qué hace aquí? —Se dirige a mí con un tono duro—.

—¿Por qué carajos vas a dejar el negocio?.

—¿Acaso no puedo, Sr. Nobéli?... —De algún modo enfatiza lo último recordándome lo que le dije antes de marcharme ese día—.

—No puedes, firmaste un contrato.

—Lo firmé porque iba ayudar a mí padre, pero eso no quiere decir que el negocio sea mío, mí padre lo puede seguir sin ningún problema —Habla tranquila—. Ahora, te puedes retirar.

Mí enojo empieza a crecer, dame paciencia, dame paciencia.

—¡Deja tú maldita inmadurez! —Espeto enojado—.

—¿Inmadurez yo?, yo no fuí la que hizo toda una trampa para solo acostarse con alguien, ¿O sí?.

—Ah, entonces que todo ésto es por eso —Me río sarcástico—. Ay, querida… ¿Te lastimé?.

Me acerco a ella tomando su mentón, sus ojos parecen que desprenden llamas, ocasionadas por la ira que estoy vivando en ella.

—Eres un gran hijo de puta —Me dice—.

—Me lo dicen siempre, Roma, así que no es una ofensa para mí porque sé que lo soy —Me encojo de hombros—.

Me toma la mano quitándomela de su mentón con fiereza.

—Ándate a la mierda —Se levanta de su sitio—.

—Sí, para allá voy, contigo —La veo—. Te hice varias veces mía, y mía lo serás siempre, así que para dónde yo vaya, tú vas también.

Flor:

<<¡Lo odio, lo odio, lo odio, mil veces lo odio!>>, no sé que mierda quiere hacer éste tipo conmigo, estoy harta. Me doy la vuelta al sentir una nueva presencia, es mí papá quién repara la escena tratando de saber que pasa aquí.

Se acerca a él acomodándose el saco de su traje haciéndolo ver todo un señor sexy, he conocido a muchas señoras que se mueren por estar con mí papá, sí nos ponemos a verlo, su estatura es cómo de un metro noventa y cuatro, físico lleno de músculos, piel bien cuidada, ojos azules, un azul muy hermoso, cabello negro sin ninguna cana.

Ha sabido mantenerse, bueno es que no es tan viejo cómo dice, tiene son 48 años, este año voy a cumplir 24 así que yo llegue a éste mundo cuándo el tenía la misma edad que yo estoy por cumplir, mí mamá era de su misma edad, así que todo es igual.

Taylor lo saluda educadamente, sí supiera mí papá lo fuera matado aquí mismo.

Mí papá es muy alto pero aún así, Taylor le sigue sacando unos centímetros más de altura.

—¿Qué lo trae por aquí, Sr. Taylor? —Le pregunta serio, se ha percatado de mí semblante por eso está así—.

—Venía a buscar información sobre su hija, se vá a ausentar en el negocio —Le cuesta hablar, cómo sí no le gustase para nada mí decisión—.

—Sí, es verdad… —Asiente mí papá—. Por orden mía.

—¿Puedo saber el por qué de dicha orden? —Pregunta con su tono frío—.

—Tiene su vida, tiene sus problemas, tiene sus responsabilidades, con eso le digo mucho, Sr. Nobéli —Le habla igual de frío—.

<<¡Guerra de Big Boys!>>.

Taylor no dice nada, solo se da la vuelta yéndose dejándonos a nosotros dos solos, estúpido hombre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.