Desde hacía semanas, el sonido de inicio de Elarion Online ya no era solo música de fondo para Aiden. Era una especie de llave. Una puerta hacia otro universo donde su pecho se sentía más ligero, donde la noche no dolía tanto y la soledad tenía forma… forma de una chica llamada Lyra.
Se habían vuelto rutina el uno del otro. No hablaban de amor. No aún. Pero ambos sabían que algo más profundo que la amistad comenzaba a germinar en cada conversación, en cada silencio cómodo, en cada noche compartida bajo cielos digitales. El juego había pasado a segundo plano. A veces, ni siquiera completaban misiones. Solo estaban.
Esa noche, el clima en el juego era tormentoso. Llovía en la región norte del mapa, y Lyra sugirió que fueran ahí.
—“Me gusta cómo suena la lluvia en este mapa,” escribió.
—“Es como un susurro, ¿no?”
—“Sí. Como si el juego supiera que necesito paz.”
Ambos dejaron que sus personajes caminaran hasta una pequeña cabaña semioculta entre árboles pixelados. La lluvia golpeaba el techo virtual y las hojas, generando un sonido rítmico y tranquilizador.
Aiden se recostó en su silla, observando a su personaje de pie junto al de Lyra. No se movían. Solo estaban allí, contemplando. Y él, en silencio, pensaba en ella. En cómo una voz y unas palabras escritas en pantalla podían hacerle tanto bien. No sabía cómo era su rostro. Pero sabía cómo lo hacía sentir: presente, valioso, suficiente.
—“Hoy pasé todo el día pensando en ti,” escribió Aiden, casi sin pensar.
El mensaje fue impulsivo, pero sincero.
Lyra tardó más de lo habitual en contestar. Cuando lo hizo, sus palabras llegaron suaves, como si hubieran sido pensadas más de una vez antes de ser enviadas.
—“Yo también. Me descubrí sonriendo sin motivo varias veces.”
Aiden sintió una punzada cálida en el pecho. Algo se estaba construyendo, algo más real de lo que se atrevía a aceptar.
Y entonces Lyra escribió:
—“A veces me asusta lo que siento.”
—“¿Por qué?”
—“Porque no planeaba esto. Porque no sé cómo es enamorarse sin mirar a los ojos.”
El silencio después de ese mensaje fue largo. Pero no incómodo. Él lo respetó. Le dio su espacio. Después de un rato, respondió con algo que llevaba días queriendo decir:
—“Yo tampoco lo planeé. Pero si esto no es amor… se siente muy parecido.”
Hablaron toda la noche.
Sobre cosas simples: qué harían si pudieran tener un día sin preocupaciones, si alguna vez habían querido escribir un libro, si creían que el amor podía nacer en lugares inusuales. Se compartieron playlists. Aiden le envió una canción instrumental que le hacía pensar en ella. Lyra le respondió con una nota de voz de 15 segundos donde, con voz casi susurrada, le decía:
—“Gracias por no irte. Me haces bien, Aiden.”
Él volvió a escucharla en bucle mientras jugaban. Como si cada palabra fuera un ancla a tierra, una confirmación de que no estaba imaginando nada. Esto era real. Al menos, lo más real que ambos habían sentido en mucho tiempo.
Después de un rato, Lyra dijo algo que lo tomó por sorpresa:
—“¿Tú me mostrarías tu cara algún día?”
No era una exigencia. Solo una pregunta. Pero era valiente.
Aiden pensó. Le asustaba la idea. ¿Y si ella se decepcionaba? ¿Y si al ver su rostro, todo lo especial se evaporaba?
—“Sí,” escribió.
—“¿De verdad?”
—“Sí. Pero no ahora. Quiero que me sigas conociendo así. No por lo que ves. Por lo que soy contigo.”
Lyra no respondió de inmediato. Cuando lo hizo, fue con la dulzura que la caracterizaba:
—“Entonces… cuando estés listo, yo también lo estaré.”
La madrugada avanzó, y el sueño empezaba a notarse en las respuestas de ambos. Las palabras se hacían más lentas, más cortas. Pero ninguno quería desconectarse primero.
Fue Lyra quien lo dijo:
—“Hoy fue un día difícil en la vida real. Pero tú lo hiciste más llevadero. ¿Podemos solo quedarnos conectados un rato? Aunque no hablemos.”
—“Claro. No me voy.”
Y así lo hicieron.
Aiden apagó la luz de su cuarto. Se tumbó en su cama, el portátil aún encendido, mostrando las figuras de sus avatares sentados en la cabaña bajo la lluvia. Afuera, en su mundo real, también llovía.
Se quedó dormido con el sonido de la lluvia digital de fondo y con el avatar de Lyra aún en pantalla, como si velara su sueño.
Antes de cerrar sesión, ella escribió una última frase, que Aiden leería al día siguiente al despertar:
—“Gracias por ser mi lugar seguro, incluso en un mundo que no existe.”
Y esa noche, aunque dormía solo, Aiden no se sintió solo.
Ni un poco.