Entre misiones y latidos.

Preparando el puente.

La emoción de tener un plan concreto para verse en persona llenó a Aiden y Lyra de una energía renovada. Por primera vez, su amor virtual tenía un horizonte tangible. Un punto de encuentro real que no sería solo un sueño.

Sin embargo, no todo sería tan sencillo.

Para Aiden, el desafío comenzaba con lo práctico: ahorrar para el viaje. Su trabajo era estable, pero no sobraban los recursos. Cada dólar que podía guardar era un paso más cerca de ella, y eso le daba motivación para sobrellevar largas jornadas y la rutina gris que a menudo lo agotaba.

En las noches, seguía conectado con Lyra, compartiendo pequeños detalles sobre cómo organizaba su vida para ese encuentro. Le enviaba fotos de recibos de ahorro, de la pantalla del banco donde se veía el progreso. Ella celebraba cada pequeña victoria.

Pero también llegaron las dudas.

Un día, después de un turno particularmente duro, Aiden se conectó y encontró a Lyra menos comunicativa, incluso un poco distante.

—“¿Todo bien?” —preguntó, preocupado.

—“Sí, solo un poco abrumada,” respondió ella.

Lyra había estado lidiando con su propia montaña rusa emocional. La idea del encuentro le hacía ilusión, pero también la llenaba de miedo. ¿Y si no encajaban en la vida real? ¿Y si la magia se desvanecía al salir de la pantalla?

Decidió compartir esos temores con Aiden.

—“A veces siento que te estoy idealizando. Que te conozco a través de filtros, solo partes buenas.”

—“Yo también tengo miedo,” admitió él. “Pero también sé que nada de esto vale la pena si no nos enfrentamos a lo real.”

Ambos entendieron que ese miedo era parte del proceso, no un obstáculo insuperable.

Por otro lado, la familia de Aiden empezó a notar sus ausencias y su cambio de ánimo. Su hermana pequeña le preguntó un día:

—“¿Por qué estás tan distraído, Aiden?”

Él sonrió con tristeza.

—“Estoy con alguien especial,” dijo sin entrar en detalles.

Pero eso lo llevó a pensar: ¿cómo explicar su relación? ¿Cómo hacer entender que no era un capricho pasajero, sino algo real, aunque diferente?

Lyra también tuvo sus complicaciones. Su trabajo le exigía mucho, y en ocasiones le costaba cuadrar horarios para estar con Aiden en el juego. Eso les hacía sentir la distancia aún más, pero también los empujaba a comunicarse mejor, a ser pacientes.

—“Cada minuto contigo vale la pena,” le escribió una tarde, mientras esperaba en una sala de reuniones.

Las semanas se transformaron en días, y la fecha del encuentro se acercaba.

Mientras tanto, en el juego, siguieron reuniéndose en su lugar favorito bajo el árbol. Ahí, entre misiones, risas y silencios compartidos, construían un puente que unía dos mundos: el digital y el real.

Un puente frágil, lleno de incertidumbres, pero también de esperanza.




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