Entre mundos y collares

Bajo el árbol (y sin escapatoria)

El entrenamiento en el club de baloncesto ese día iba bastante normal.

Sonic hacía tiros desde media cancha sin fallar, mientras Kendo bloqueaba a los demás como si tuviera alas en los pies.

—¿Cuántos triples llevas ya? —preguntó Ryo desde la banca, comiendo papas.

—Veintitrés. ¿Quieres que lo haga con los ojos cerrados? —bromeó Sonic, girando el balón en su dedo.

—Hazlo y te grabo para el archivo “Sonic se cree dios” —se rió Ryo.

Emely, que estaba entrenando con el equipo femenino al otro lado de la cancha, no podía evitar mirar de reojo. Sonic brillaba… aunque él no se daba cuenta.

Al final del entrenamiento, todos estaban sudando, sentados en el suelo, jadeando.

—Ey, Sonic —dijo Emely, acercándose con una botella de agua—. Tengo una pregunta importante.

—¿Va a doler?

—Solo si dices que no.

Sonic se la quedó mirando, curioso.

—¿Quieres ir a un picnic este sábado? Con mi familia. Y la tuya.

Sonic casi se atraganta con el agua.

—¿Con mi papá? ¿Mi primo? ¿Ryo también? ¿Y tu mamá y…?

—Y sí, ya hablé con todos. Dicen que sí. Tú eres el único que falta por aceptar.
Y no acepto un “no” como respuesta —le dijo con una sonrisa dulce pero peligrosa.

Sonic parpadeó.
Emely era hermosa, pero cuando se ponía firme, daba más miedo que un dragón.

—...Está bien. Pero si terminamos bailando en medio del bosque como en un musical, me lanzo al lago —dijo resignado.

—Hecho —respondió ella, dándole una palmadita en el hombro—. Te espero el sábado.

🌤️ Sábado de picnic

El lugar era un claro tranquilo en las afueras de la ciudad. Había árboles altos, una pequeña laguna, mantas de colores en el suelo y comida por todas partes.

El padre de Sonic charlaba con la madre de Emely como viejos amigos.
Y Ryo estaba haciendo volar un dron encima de todos, grabando sin permiso.

—No lo puedo creer… esto parece una película de familia feliz —dijo Sonic, sentado sobre una manta, medio incómodo.

—¿Y eso es malo? —preguntó Emely, sentándose a su lado.

—No… pero no estoy acostumbrado a tanta paz —dijo él, mirando el cielo.

—Te acostumbrarás —respondió ella.

🌳 Bajo el árbol

Más tarde, Emely y Sonic se alejaron un poco, caminando entre los árboles, hasta encontrar uno grande con sombra.

Ella se sentó bajo él, cruzando las piernas.

—Ven, siéntate.

Sonic se dejó caer a su lado.

El silencio entre ellos era cómodo. Ella lo miraba de reojo. Él miraba el cielo otra vez.

—Gracias por venir —dijo ella, suave.

—Gracias por no darme opción —sonrió él.

—¿Sabes? A veces no entiendo por qué me gustas tanto.

—¿Y eso era un cumplido o una amenaza? —rió él.

Emely lo miró, seria, y luego le acarició el cabello con cuidado.

—No sé… pero me gustas, Sonic. Mucho.

Y antes de que él pudiera responder, ella se inclinó y lo besó otra vez.
Más lento. Más sincero.

Sonic no se movió. Solo cerró los ojos y lo recibió, con el corazón latiendo como si fuera a explotar.

Cuando se separaron, Emely sonrió.

—Ahora sí… eso no fue un reto, ni un impulso.

—¿Entonces qué fue? —preguntó él, aún con los labios medio abiertos.

—Fue porque quise. Y porque me importas. Mucho.

Sonic se recostó junto a ella en el césped, mirando las hojas moverse sobre sus cabezas.

—Estoy tan jodido contigo… —susurró con una sonrisa.

—Y yo contigo —respondió Emely, apoyando la cabeza en su hombro.

Desde lejos, Ryo estaba grabando de nuevo.

—Esto no lo borro nunca. El demonio enamorado bajo un árbol. ¡Histórico!

Kendo cruzó los brazos.

—Solo porque la hizo sonreír… se salvó por hoy.




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