Entre mundos y collares

Lo que me hicieron

El salón estaba en silencio.

No era un salón de clases, ni un lugar de batalla,
sino la sala principal de la casa Misakawa, donde se habían reunido
las dos familias: la de Sonic y la de Emely.

Estaban todos:
Misakawa, el líder de los Gatos de la Noche y padrastro de Emely,
Kendo, su hermano;
el padre de Sonic, su primo Yuto, su hermano Ryo,
y la propia Emely, que no le soltaba la mano a Sonic ni por un segundo.

Todos sabían que él tenía algo que contar.
Pero nadie imaginaba cuán duro sería escucharlo.

Sonic respiró hondo.

Sus ojos carmesí brillaban apenas con el reflejo de las lámparas,
y su voz sonó baja, pero firme.

—Tenía un año cuando mi madre biológica me vendió a un grupo de científicos…
…a los Dragones de Fuego.

Todos lo miraron con asombro. Incluso los que ya sabían parte de la historia.

—Me llevaron a un laboratorio. Me llamaban "Sujeto 27".
Me inyectaron magia demoníaca…
…me fusionaron con restos de energía Black Clover.
Querían crear un arma perfecta.

Misakawa bajó la cabeza, mordiéndose los labios.

El padre de Sonic apretó los puños. Ryo lo miraba con lágrimas en los ojos.

Sonic continuó.

—Durante años, me entrenaron como si fuera un monstruo.
Me quemaron, me rompieron, me reconstruyeron.
Cada vez que gritaba, ellos sonreían.
Querían ver cuánto podía resistir.
Querían ver… si me volvía como ellos.

Nadie hablaba.

Kendo tragó saliva. Emely… le apretó más fuerte la mano.

—Pero no me rendí. Porque tenía una voz en mi cabeza… la de mi abuelo.
Él me dijo: “Sobrevive, muchacho… un día serás libre”.

Y lo fui.

—Escapé cuando tenía nueve.
El laboratorio fue atacado por rebeldes, y yo aproveché la confusión.
Terminé en un callejón… cubierto de sangre…
Y ahí me encontró papá —miró a su padre adoptivo—.
Tú me salvaste. Me diste una familia.

El hombre se levantó de su silla y fue directo a abrazarlo.
—Y siempre vas a ser mi hijo. No importa lo que te hayan hecho.

Sonic no pudo evitarlo. Lloró. Por primera vez en años, frente a todos.

Y entonces Emely se levantó. Fue hasta él. Le limpió las lágrimas con las manos.

—Tú no eres “sujeto 27”. Eres Sonic.
Eres mi novio.
Eres la razón por la que sonrío todos los días.
Y si los Dragones de Fuego creen que pueden arrancarte la humanidad…
van a tener que pasar por .

Misakawa se acercó y colocó una mano firme sobre el hombro de Sonic.

—Gracias por contarlo, hijo.
Ahora sabemos exactamente a qué nos enfrentamos.
Y no estás solo en esto.

Yuto, Ryo, Kendo, incluso los adultos… todos asintieron.

Sonic los miró uno por uno.
Ese vacío que había sentido desde niño…
…ya no estaba.

Tenía una familia.
Tenía amor.
Y tenía un propósito.

—Entonces… es hora de acabar con los Dragones de Fuego —dijo.

Su voz ya no temblaba.




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