Capítulo 34

—No voy a hacer algo como eso —niego con la cabeza consecuentemente—. No quiero que eso se haga.

—Bell... —comienza Jules antes de ser interrumpida por Barry.

—Bell, aunque quisiera aceptar tu decisión no podría. Eres menor de edad, tu mamá debe estar al pendiente de ti, está infringiendo contra la ley, ella debe darte...

—Pues ya me lo quitó —espeto con rudeza—. Ella no me puede dar nada que no quiera dar y, en todo caso, una demanda no solucionaría nada porque no tiene dinero para pagarla.

—¿Y entonces qué planeas hacer? —abro la boca mas ninguna palabra sale de mí. Lucas seguramente planea señalar que me quede con él; sin embargo, es Jules la que se interpone.

—Ella se quedará conmigo, la habitación en la que durmió no es de nadie, y no tengo ningún problema en pasar tiempo con Bell.

—Jules...

—Déjalo así Barry ¿quieres?

—Esto es mucho más complicado que eso, a los niños no se los deja solos.

—Ella no va a estar sola, va estar conmigo —su tono de voz determinado, su firmeza, y su mirada feroz me sorprenden hasta un punto. Es la primera vez que la veo de esa manera, no debe ser muy usual por la manera en la que Barry la mira, incluso Duncan y Lucas con quien tuve una fuerte discusión lucen sorprendidos—. No sé qué es lo que pienses de la vida pero no todo se puede procesar rápido. Pensé que te ibas a ocupar del idiota que le hizo eso a Bell, vamos cosa por cosa y después veremos qué hacemos con lo siguiente ¿está claro? —Barry no dice nada hasta cuando ella arquea una ceja en su dirección. Cuando se trata de responder, incluso Duncan y Lucas asienten—. Bien, y espero que sepan que por ocuparse del idiota no me refiero a acariciarlo bajo la lluvia con un cable pelado —dicho esto se encamina fuera de la sala de estar dejándonos a nosotros cuatro en un interrumpible silencio.

Relamo mis labios sintiéndolos resecos, trago saliva antes de levantarme del sofá. Me siento un poco mareada a principio, pues el dolor no se ha ido y probablemente dure mucho más; sin embargo, me obligo a abrirme paso en dirección a la cocina. Recuerdo entonces, en el camino, que el padre de mi maestra la dejo en casa de su abuela, la abandono prácticamente. Es un cambio drástico estar con tus padres y que de un momento a otro te sientas desechada por ellos.

La cabeza de Jules se gira en mi dirección en el momento que doy un paso dentro de la cocina. Luce un poco más relajada aunque poco después pasa de ello a la preocupación.

—¿Te sientes bien Bell? ¿Algo te duele más de lo normal? ¿Has tomando tus pastillas?...

—Estoy bien, no te preocupes por mis pastillas. Es solo que... —suspiro con incomodidad—. Lo que usted dijo allá afuera, eso de, ya sabe, quedarme.... realmente no quiero estorbar.

—Si fuera un estorbo no estarías aquí —dice, curvando las comisuras de sus labios—. Lamento que tengas que utilizar esa ropa, tal vez en vista de que no estás en óptimas condiciones para salir...

—Dentro de la... —trago saliva al sentir una vez más el nudo en mi garganta—. Dentro de la casa de Maxon hay una llave escondida entre las sábanas.

Ella asiente.

—Iré dentro de unos minutos —suspira—. Necesitas descansar Bell ¿pudiste aplicarte el ungüento?

—Sí, gracias por preocuparte.

Ella me sonríe. Es una sonrisa sincera, tengo que ladear la vista a un lado parpadeando continuamente para que ella no se dé cuenta de cuánto me afecta que me mire con preocupación. No digo que no haya visto una mirada de preocupación antes, trato de decir que verlo de otra persona, una que no es mi madre ni ningún tipo de familiar con el que comparta sangre me afecta.

¿Cómo es que ni mi mamá ni mi papá pueden mirarme de esa manera?

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—¿Te vas a quedar aquí entonces? —cuestiona Lucas.

Me encojo de hombros.

—Al menos hasta que deje de parecer un espanto.

—Bell, por el Amor de Dios, tú siempre pareces un espanto. Te necesito a mi lado, quiero saber que estás bien, poder dormir con los ojos cerrados.