Entre, pinceles, cartas y secretos

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Meissa

Meissa

¿Cómo sueltas a una persona que te hace daño, pero hay algo que te impide dejarla?
No encontrar la respuesta, o bien, el camino indicado para seguir me estaba carcomiendo los pensamientos.

Es raro, porque sabes que está mal y sigues perdonando cosas que solamente destruyen más tus sentimientos. Y con cada perdón se va apagando tu luz a tal punto que no haces más que aceptar lo que te dan y vives con ello.

Yo no quería perder mi luz, pero tampoco quería perderlo a él.

—¿De verdad tienes que ir? —Puse mi celular entre mi hombro y mi oreja mientras me agachaba para amarrar el cordón de mis tenis. Se me estaba haciendo tarde y la llamada con William me estaba retrasando.

—Vamos a ir. —Me corrigió —Es la fiesta pre-graduación. Tenemos que estar ahí —Exhaló con pesadez e hice lo mismo, el claxon del carro seguía sonando —Es en la casa de Andrew, su casa tiene una vista hermosa a la playa.

La fiesta pre-graduación y pos-graduación, eran las fiestas más esperadas por casi toda la Universidad. Son en casa de alguno de los jugadores del equipo, en este caso en casa del capitán. Fiestas conocidas porque hay alcohol para tomar hasta morir y mucho sexo de por medio. Claro, solo los más "Cool" van a esas fiestas. El que mi novio sea un integrante más del equipo, me hacía en automático una invitada.

—Will... —Me reincorporé y agarré el celular de nuevo con la mano —Esas fiestas no son lo mío, lo sabes.

Me miré una vez más en el espejo, alisé con mi mano los pliegues de mi vestido antes de acercarme a la ventana, mi primo me hizo una seña de que me diera prisa.

—Cielo, nunca vas a las fiestas conmigo. Quiero presumir a mi novia, pero nunca quieres ir —Utilizó de nuevo ese tono de voz meloso, el que siempre usaba para tratar de convencerme.

—No es mi ambiente.

—Estarás conmigo en todo momento. Di que sí —Insistió —Te recuerdo que la fiesta pasada dijiste que en la siguiente si vendrías conmigo. Nos graduaremos y solo has ido a dos reuniones conmigo.

Bajé los ojos hasta mis pies y mordí mi labio hasta que sentí el sabor de mi sangre. Tenía razón, le hice la promesa.

La razón por la que me cuesta tanto aceptar es porque odio estar entre tanta gente, las dos veces que lo acompañé terminé regresando sola a casa.

—¿Cuándo es? —Pregunté dudosa, aún no estaba segura de aceptar.

—El siguiente fin.

—Me lo pensaré.

—Di que sí —Insistió una vez más pero antes de poder responder sonó de nuevo el claxon del carro, esta vez lo dejó sonando como loco.

—Me tengo que ir, te avisaré.

—De acuerdo, te amo. —Sonreí como una tonta a mitad de la sala.

—Yo a ti, Chao.

Colgué el celular y salí de casa. Afuera ya me esperaba mi primo. Vestía unos jeans flojos y una sudadera qué le quedaba grande.

—¡Hola, Jay! —Lo abracé como saludo en cuanto me acerqué, me rebasaba por mucho de altura. Mi metro sesenta era un chiste a lado de su metro ochenta y tres.

Jasón Cooper era uno de mis primos favoritos. Un pelinegro más de la familia, idéntico a mi tío. Piel pálida, delgado y alto. Solo que a diferencia mi primo si tenía una personalidad encantadora, una que volvía locas a más de una. Es mayor por un año.

Me sacudió el cabello en respuesta a mi saludo, deshaciendo el peinado que me había costado una hora hacer. No reclamé, peores maldades me han hecho, así que me acomodé mi moño sin discutir.

—Hola enana, tenemos que irnos. Sabes cómo se pone mi hermano con la impuntualidad.

—Si, vamos —Subimos a su auto y en segundos ya íbamos camino a la plaza.

Prendí la radio y puse a mi banda musical favorita. Me recosté en el asiento y durante el trayecto me quedé viendo cómo recorríamos la ciudad, era la hora más tranquila así que nos hicimos casi media hora de camino.

Habíamos quedado de vernos con su hermano en la plaza debido a que él había ido a la Universidad para dejar algunos documentos y le quedaba más cerca la plaza que mi casa. Bueno, en realidad fue porque abrieron una nueva tienda de ropa y yo quería pasar a verla, pero si les decía la razón no habrían querido acompañarme, así que los convencí diciendo que invitaba la comida sabiendo que Jasón nunca me dejaba pagar.

—¡Hasta qué llegan! —El grito de Tyler se escuchó desde la entrada del estacionamiento, la gente ahí se nos quedó viendo —¡Esta belleza no puede estar tanto tiempo en el sol!

Mi primo estaba con los brazos cruzados y el ceño medio fruncido, llevaba un pantalón café junto a una camisa blanca que estaba sin abrochar los últimos 3 botones. Su piel bronceada brillaba con el sol y sus rizos color chocolate revoloteaban por el aire, Tyler era una copia exacta de su madre.

—¡Baja la voz, idiota! Medio mundo te escuchó —Le di un pequeño golpe en el hombro y se quejó como si le hubiera rotó el brazo.

Para disculparme, cambié el saludo por un beso en la mejilla. Jasón y él sólo se dieron un apretón de manos, tal cual dos señores de mayor edad. A veces actuaban así, era raro si solo tenían 23 y 24 años, y además eran hermanos. Aunque en mi familia nadie era normal.

—¡Se tardaron siglos en aparecer! —Giré los ojos y le di un empujoncito para que se callara —Como sea, a lo que venimos. Vamos por comida porque muero de hambre y esta señorita nos invitara hasta quedar satisfechos.

—Sigue hablando y no compraré nada —Me sacó la lengua y empezó a caminar sin siquiera esperarnos.

Mi primo Tyler parecía más mi hermano que de Jasón, teníamos la misma edad y dentro de la familia éramos los que mejor convivían. Jasón solía estar con nosotros, pero su novia y su trabajo ya no le dejaban tanto tiempo para sus primos, así que ahora solo éramos nosotros dos.

En mi familia era la única mujer. Por alguna razón los genes de la familia de mi papá eran muy fuertes y llegaban puros hombres a la familia. Los hijos de mi abuela fueron hombres y los hijos de los hijos también. Así hasta que llegó mi mamá y rompió el patrón con mi nacimiento, al ser la primer y única niña me convertí en la adoración de todos y eso en parte me hacía la favorita.




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