Entre Piratas Y Nobleza Jack Sparrow

Capítulo 1

1725

Desde el balcón del salón de baile, observaba la ciudad de Port Royal iluminada por cientos de faroles. La gente celebraba con júbilo la captura de uno de los piratas más buscados: el infame Jack Sparrow. Se decía que había secuestrado a Elizabeth Swann, y con el tiempo, tanto ella como su padre, el exgobernador Weatherby Swann, desaparecieron sin dejar rastro. Ahora solo eran parte de las leyendas de los mares.

—Rosella Rusell.

Al darme la vuelta, me encontré con mi querido amigo, Damon Spencer.

—Damon. —Le sonreí con alivio.

—Dígame, mi dama, ¿acaso se aburre en esta magnífica velada? —preguntó con un tono burlón, inclinándose ligeramente en una exagerada reverencia.

—Lo hice ver, ¿no? —respondí con una sonrisa irónica.

La verdad era que sí, estaba aburrida. Las mismas piezas de violín, los mismos bailes, la misma gente murmurando sobre matrimonios y alianzas.

—Desde que te conozco, nunca te han gustado estas fiestas —comentó Damon, cruzándose de brazos.

—Pero tengo que asistir. Lo sabes. Mi padre, el duque Rusell, no está aquí, y lo peor que podría hacer es deshonrar su apellido negándome a venir.

—Lo entiendo —dijo, encogiéndose de hombros.

El sonido de los violines se detuvo de repente, y un escalofrío recorrió mi espalda. Cuando levanté la vista, lo vi.

—No… ahora no —murmuré, lo suficientemente bajo para que solo Damon me escuchara.

—Tranquila, no creo que lo haga esta noche —susurró, aunque su mirada denotaba cautela.

Lord Robert, el primer ministro de Gran Bretaña, fue presentado ante los asistentes. Bajó con elegancia las escaleras y, para mi desgracia, se dirigió directamente hacia mí.

—Buenas noches, Lady Rosella Rusell —dijo, tomando mi mano y depositando un beso en ella.

—Buenas noches, Lord Robert —respondí con la mejor sonrisa fingida que pude reunir.

—Está radiante esta noche.

Incliné la cabeza con cortesía y asentí.

—Es un honor…

No terminé la frase. Un oficial de la marina se acercó apresurado y susurró algo en su oído.

—Disculpe, mi dama, debo retirarme.

—Un placer saludarle, mi Lord.

Lo vi alejarse y solté el aire que había estado reteniendo sin darme cuenta.

—No es propio de una dama suspirar con tanto alivio —bromeó Damon, conteniendo la risa.

—No es gracioso, por un instante temí lo peor.

—Sabes que te lo pedirá en cualquier momento…

Y tenía razón. Lord Robert buscaba una esposa y, por desgracia, había puesto sus ojos en mí. La noticia de que en cualquier momento pediría mi mano se esparció como pólvora. La gente aplaudía y murmuraba sobre cómo la hija del duque Rusell, la supuesta joya de Gran Bretaña, tendría a todos los hombres a sus pies.

—Creo que es mejor que me retire.

—Sí, creo que sí.

Cuando me disponía a marcharme, Damon me tomó del brazo con suavidad.

—Rosella, ten cuidado.

Lo miré con curiosidad.

—¿Por qué dices eso?

—Ya tuvimos un ataque pirata hace unos años… y ellos no han desaparecido del todo.

Rodé los ojos con una sonrisa escéptica.

—Damon, eso pasó hace mucho tiempo. Estoy segura de que…

—Solo ten cuidado —insistió. Luego, con una reverencia, besó mi mano. —Que descanse, mi doncella.

El aire nocturno era frío y húmedo. Subí a mi carruaje, observando el cielo cubierto de nubes.

Al llegar a casa, Antonio, el mayordomo, me recibió con su habitual formalidad.

—¿Desea algo más, mi lady?

—No, gracias.

Mientras me cambiaba para dormir, no podía apartar un pensamiento de mi mente: ¿qué sería de mi vida si Lord Robert realmente me proponía matrimonio?




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