Desperté de golpe, con el corazón latiendo desbocado. La pesadilla ya se desvanecía de mi mente, pero el miedo aún se aferraba a mi pecho. Necesitaba aire.
Me puse la bata y caminé hasta el balcón. La brisa nocturna era fría, haciendo que mi piel se erizara. Desde allí, observé la ciudad de Port Royal sumida en la calma de la noche, pero algo no se sentía bien.
Un escalofrío me recorrió la espalda.
—Tal vez el frío me está haciendo paranoica —murmuré para tranquilizarme.
Estaba a punto de darme la vuelta cuando sentí una presencia detrás de mí.
—Ah…
Intenté gritar, pero una mano cubrió mi boca, mientras otra se deslizó firmemente alrededor de mi cintura.
—Calla. Si no gritas, no te haré daño.
Era un hombre.
El instinto se impuso al miedo. Clavé el codo en su vientre con todas mis fuerzas.
—¡Auch!
Aproveché el momento y corrí hacia la puerta, pero no llegué lejos. Una mano fuerte atrapó mi brazo y, con un solo movimiento, me atrajo hacia él. Algo frío y afilado se posó contra mi cuello.
—Será mejor que no lo hagas de nuevo… o morirás, mi querida dama.
—¿Qué quieres? —pregunté, intentando ocultar el temblor en mi voz.
—Nada, solo necesito esconderme de los guardias.
Entonces lo vi con más claridad… y lo supe.
—Jack…
—Capitán Jack Sparrow, princesita.
Me soltó con una sonrisa burlona, permitiéndome verlo de cerca. Sus dientes dorados brillaban bajo la luna, su cabello oscuro estaba adornado con cuentas y trenzas. Un pirata.
—Si me disculpas, debo irme.
Me quedé paralizada, pero cuando reaccioné, ya se dirigía a la salida. Sin pensarlo, di un paso adelante.
—¡Espera!
Jack se giró con fastidio y me hizo un gesto para que bajara la voz.
—¿Quieres que nos descubran, niñita?
—Déjame ir contigo.
El pirata soltó una carcajada.
—No llevo cargas innecesarias.
—No seré una carga.
Me escaneó de arriba a abajo con una mirada evaluadora… y una sonrisa ladina apareció en su rostro.
—Vaya, vaya. Una princesa tan hermosa queriendo dejarlo todo por irse con un pirata.
Se acercó lentamente hasta que su aliento rozó mi oído.
—Tú no entiendes lo que es vivir aquí… necesito algo más.
Jack arqueó una ceja, como si evaluara mis palabras, pero antes de responder, se giró bruscamente hacia la puerta.
El sonido de pasos apresurados retumbó en el pasillo.
—Maldición —murmuró Jack.
Al abrir la puerta para escapar, se encontró con varios soldados de la marina… y en medio de ellos, Lord Robert.
—Vaya, Sparrow… ¿de verdad pensaste que podrías escapar? —dijo con arrogancia.
Los guardias lo sujetaron de inmediato. Yo salí tras él, todavía en shock.
—Lady Rosella —dijo Lord Robert acercándose a mí—, ¿estás bien? ¿Te hizo algo este… pirata?
Jack se rió con descaro.
—No diría eso, mi Lord.
Robert frunció el ceño.
—¿Qué insinúas, escoria?
Jack me miró y pude ver el brillo divertido en sus ojos.
—Nada… solo que deberías tener más cuidado.
—Sparrow… —su voz era una advertencia.
—Digamos que tu querida joya de Gran Bretaña estaba a punto de huir conmigo.
El golpe llegó antes de que pudiera reaccionar.
Lord Robert le dio un puñetazo en la cara, haciendo que Jack tambaleara.
—¡Mentiras! —rugió Robert, con el rostro encendido de furia—. ¿Por qué una dama como ella abandonaría todo esto por un sucio pirata?
Jack escupió sangre al suelo y sonrió.
—Quizás porque tú no le complaces.
Lord Robert perdió el control. Ordenó a los guardias que lo llevaran de inmediato a prisión.
—Mi lady, gracias a Antonio, logramos atrapar a ese bastardo antes de que hiciera algo… imperdonable.
—Pero…
—No hace falta que me lo agradezca —me interrumpió, con tono protector—. Le veré al amanecer. He dejado guardias para que la protejan.
Tomó mi mano y la besó antes de marcharse.
Me quedé ahí, con el corazón martilleando en mi pecho y un pensamiento latiendo en mi mente:
Debo hacer algo para salir de esto.