Entre pólvora y suspiros

CAPITULO 1

Tres años atrás.

—¡Una fila ordenada chicas! —habla la señorita Verna. —No porque vuelvan a casa van a perder lo que aprendieron, no van a quitar el prestigio de mi escuela con sus faltas de respeto.

Trato de cerrar mi maleta, porque el cierre se abrió, pero no puedo hacerlo con una mano. —Voy a llamar lista y una por una van a ir subiendo al barco.

Intento poner el seguro, pero la maleta se resbala de mi mano y se abre tirando todas mis cosas haciendo un ruido estrepitoso.

Excelente Adara. —Cuando no la princesita Mild. —escucho los pasos de la señorita Verna. —Te gusta acaparar toda la atención como a tu madre.

Me trató de contener para no responder a sus ofensas, porque no quiero irme de última como castigo.
—¿Qué esperas? Recoge tus harapos. —Escucho las burlas de las chicas y agradezco al cielo que al fin acabó está tortura, no creo poder soportar mas un día de esto. Sin más incidentes me llaman al barco y subo lo más rápido que puedo para dejar esa isla de una vez por todas. Cuando escucho el barco zarpar suelto un suspiro porque al fin después de tres años sin ver a mi padre, al fin voy a estar con él.

Pasan las horas en las que veo el mar que nos rodea y una que otra gaviota volar sobre nosotros. Me pierdo admirando la belleza del atardecer sobre el hermoso mar que se dibuja sobre nosotros, y al fin después de tantas horas de viajes vislumbro mi tierra a lo lejos, al fin en Cleanwood. Se acabaron los castigos de la señorita Verna y las burlas de las chicas, se acabaron las noches de soledad y llanto por la añoranza de mi hogar, se acabaron los días sola, porque al fin estoy con los míos. Detallo el puerto de Ara y alistó todas mis cosas para que ni bien atraque el barco baje de aquí para ir pronto a mi hogar.

Al acercarnos al puerto veo a Giovanna parada a la orilla agitando sus manos al verme asomada en la barandilla. Al fin en casa.

—¡Giovanna! —grito eufórica por volver a verla, los hombres tardan en atar el barco a puerto y yo me abro paso rápidamente, bajo del barco y las hijas de algunos duques bajan haciendo difícil mi llegada a tierra, apresuro el paso al ver a Giovanna tan cerca y corro para abrazarla, —Te extrañe mucho. —me apretuja como cuando era niña y su abrazo me hace sentir plena, aunque el abrazo que ahora necesito es el abrazo de mi padre, espero a que ella me suelte y ni bien lo hace pregunto. —Muero por ver a mi padre ¿Dónde está?

Giovanna me llena de besos la cara. —Se encuentra en su oficina aún no la anunciaron...

—Y que no lo hagan, quiero darle la sorpresa. —le doy un último beso en la mejilla y salgo corriendo, para ir a encontrarme con mi padre.

Tres años lejos de él fue una eternidad, me sentía muy sola sin nuestras charlas nocturnas. Y si la señorita Verna me viera corriendo con mi vestido agarrado en un bollo y mis zapatillas de tacón en mis manos me daría con la vara, pero no me importa porque ansío ver a mi padre. Doblo la esquina del jardín para entrar por la cocina y que mi padre no me vea, pero al girar alguien se atraviesa, por el impulso de mi corrida caigo encima del hombre que solo caminaba por ahí. —Lo siento. —me levanto rápidamente. —Pero en otra ve por el camino de ladrillos, todos saben que yo corro por el césped.

—Pues debería dejar de hacerlo o se terminará arrojando sobre cada hombre que pase por aquí. —se limpia unas hojas que cayeron sobre su camisa oscura.

La manera en que habló me molestó. Sé que estuvo mal, pero es que siempre utilizo el césped, mi papá ya demando que todos debían usar los caminos de piedras que se pusieron estratégicamente. Pero tiene razón debo dejar de hacerlo. —Lo siento, no se preocupe no volverá a ocurrir, hoy es mi último día corriendo.—hablo de lo que me entristece, ya crecí, tengo quince y de ahora en adelante debo ser una señorita sino el internado no valió la pena.

Me disculpo nuevamente y emprendo mi camino al despacho de mi padre, me paro en la puerta para escuchar que no esté ocupado y el cuarto se encuentra en total silencio, me arreglo el cabello y me pongo las zapatillas antes de entrar. Planchó mi vestido con las manos y abro la puerta. —¡Ya llegué!—mi padre levanta la vista de unos papeles y pestañea unos segundos.

—¡Cariño! —se levanta de la silla y extiende sus brazos, yo corro a su encuentro y me levanta del suelo. —Cómo te extrañé, me hiciste mucha falta, me arrepentí de hacerle caso a tus tías. Por mí te quedabas aquí.

—Admito que no me la pasé tan bien, pero la señorita Verna me hizo sentir como en casa. —miento, porque si le digo a mi padre que nos daba con una vara sería capaz de cerrar ese lugar y lo menos que quiero es volver a ver a esa mujer.

—Mi pequeña hija estás enorme, tanto tiempo perdido por aprender tonteras, —me presiona las mejillas. —última vez que escucho a tus tías. Yo te podía enseñar todo lo necesario. —me río, ya me imagino a mi padre enseñándome a reír como señorita.

—¡Hoy haremos un baile! Que todos se enteren que su princesa está de vuelta. —me vuelve a levantar del suelo y me río por su acto.

—No es necesario padre.

—¿Cómo no? Fueron tres cumpleaños a los que no estuve presente, quiero que todos sepan que mi pequeña está de vuelta, la alegría volvió a este palacio. —Sonrío y le doy un beso en la mejilla a mi padre. —Yo no quiero estar con personas desconocidas quiero estar contigo.

—Y yo quiero presumir que mi hija volvió. —lo abrazo con fuerza porque en serio lo eche de menos, en especial en las noches, fue tormentoso no tenerlo a mi lado cuando la soledad me invadía, él me sujeta con fuerza y sin necesidad de decirnos algo nos comunicamos con este abrazo, pasar la semana de las rosas sin él fue tortuoso, la culpa me invadía y a pesar de saber que no era culpa mía, o al menos eso me decía mi padre, me era inevitable no pensar en que yo era la que no debía estar aquí.

Las lágrimas me invaden y me quedo abrazada a mi padre sin decir nada, solo sujetándonos mutuamente, como si al hacerlo nos vitalizáramos, después de todo, los dos éramos todo lo que teníamos.




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