Entre pólvora y suspiros

CAPITULO 2

Izan.

¿Preparar un banquete? Y yo cómo voy a saber qué se hace, camino por los pasillos buscando a Marcel que también anda por ahí encubierto.

Lo hallo vestido como mesero. —Necesito que traigas a un chef.

Me mira desconcertado. —¿Qué? ¿Te dio hambre?

—No seas ridículo, me hice pasar por ayudante del viejo senil y resulta que quieren que prepare un banquete.

—Te dije que no le hablaras. —me susurra cuando pasa un mesero.

—Era una buena coartada, no recuerda nada, podía hasta decir que era su nieto y estoy seguro que lo aceptaba.

—Bien, mandaré traer a alguien. Mientras tanto finge o no lo sé. —Asiento, pero antes de irme me sujeta del brazo. —¿Viste a la princesa?

—Sí, se arrojó sobre mí, la traigo totalmente loca. —le hablo con ironía.

—No juegues, ahora hará su entrada triunfal presentándola como señorita, si la vas a secuestrar sería ni bien salga del baile, todos estarán ocupados buscando posibles alianzas.

Todos disputándose la mano de la princesa que de princesa no tiene nada, parece más una cacatúa que una mujer de la realeza. —Estaré atento, solo manda al chef que si me vienen a ver no sé qué hacer.

Camino por el pasillo y me dirijo a la cocina, ojalá el viejo Fredo siga ahí. Lo encuentro acomodando una bandeja. —Se la llevan a la princesa, a ella le encanta comer mientras la visten.

Todos complaciendo a la niña caprichosa. —¿Ya va de salida señor Fredo?

—Así es, te encargas de todo por aquí. Ah y no te olvides que el vino que debe beber la princesa es este, —me señala uno de la bodega. —Todavía es pequeña para beber alcohol. Su padre nos reprochará el haberle dado algo con alcohol a su hija.

—Bien, le daré ese. —me saco un bocadito de la charola que llevan, llevo desde la madrugada en este reino y no pude comer bien hasta ahora.

—Buen chico. —¿Buen chico? Pero que cumplido más insulso, ¿Pensaría lo mismo si supiera que vine a secuestrar a su princesa?

Toma su abrigo y me toca el hombro antes de irse, lo dejo pasar y espero a escuchar la puerta cerrarse para relajarme y me quedo en la cocina sin hacer nada en concreto. Paseo mirando las gavetas, a ver si hay algo interesante, secuestrar a esa chica va a ser fácil, ¿Será que a Aldous le importará?
Claro que sí, es su hija. Su única hija. No pienso hacerle daño, tal vez sacar un poco de información mientras su padre sufre con la pérdida de su hija, aunque sería más complaciente el matarlo de una vez. De todas formas, ya estoy aquí dentro. Solo debo escabullirme a su habitación y acabar con él. Matarlo y acabar con él como acabó con mis padres, al fin concluiría esta venganza eterna. Pero darle solo fin a su vida no me complacería tanto como verlo sufrir por siempre.

Tocan la puerta y supongo es el chef que pedí. Abro la puerta y veo a un hombre mayor, me hace una venia y apoya su cabeza en mi anillo colocando su frente sobre el escudo de nuestra nación. —Prepara un banquete, por la bienvenida de su princesa. —antes de darme la vuelta recuerdo lo que me dijo el viejo Fredo, no quiero causarle problemas con su trabajo. —Ella no puede beber vino, le servirás los que están en la gaveta izquierda de arriba.

Asiente y comienza a hacer todo lo necesario para el banquete. Mientras yo como una manzana. Veo a Marcel entrar de rato en rato llevando las charolas. Los demás meseros me observan, pero no me importa nada lo que piensen. Que digan algo y los mato.

Pasan los minutos y yo me recuesto en la alacena. Dios que aburrimiento, debí dejar a Marcel que la trajera, ¿Por qué vine yo en persona?

Escucho unas risas acercarse y me levanto rápidamente. —¡Señor Fredo! —entra la princesa sonriendo. Me mira un momento y yo hago lo mismo, la escaneo de arriba abajo, lleva un vestido digno de alguien de la realeza, una tiara brilla en su cabello —esta vez arreglado— y el corsé se ajusta a su cuerpo demostrando al mundo que ya no es una niña. —Lo siento, olvidé que Fredo no está ¿Me podrías por favor pasar uno de los bocaditos que mando a mi habitación? —pregunta inmóvil.

Y yo cómo voy a saber qué bocaditos le dio, no los detalle. Miro al hombre que está en la cocina conmigo y ambos nos quedamos sin nada que decir. —Señorita, podría decirnos qué bocaditos le envío, no sabemos cuáles fueron.—habla el chef.

—Eh... Yo tampoco lo sé, solo me los manda. Bueno no importa gracias. —se está a punto de ir, pero alguien entra. —Aquí estás, ya extrañaba tu presencia en el salón. —habla un muchacho rubio.

La cara de la princesa es fenomenal, es tan transparente. —Eh... si es que debo quedarme un momento, se me perdió un anillo por aquí. —se agacha simulando que lo busca por el suelo haciendo que las copas de su vestido muestren sus senos, volteo a ver al chef y este eleva la vista al techo.

—Pídeles a ellos que lo busquen, esta fiesta es en tu honor, no puedes ausentarte. —este chico sí que no entiende de gestos, toda la cara de la princesa le grita que se largue porque no lo soporta.

Ella voltea incomoda. —No, ellos me están preparando algo, y yo amo demasiado ese anillo como para dejarlo aquí.

—Luego lo buscas. —sujeta su brazo y prácticamente la arrastra a la puerta. Veo los ojos de la princesa enormes por la molestia y el atrevimiento del chico.

—Iré cuando lo desee, gracias por su invitación, —se suelta educadamente con una sonrisa bien simulada para expresar una cordialidad fingida. —pero como bien lo dijo está fiesta es en mi honor, no para mí, y si lo que quiero yo es disfrutar por fuera de ella puedo hacerlo, después de todo el palacio entero es mi hogar.

Sus palabras me sorprenden, nunca creí que ella se expresará así con algún joven, creí que estaba en busca de pretendientes. —Bien, cuando decidas ir te estaré esperando. —el muchacho se retira y hasta me dio pena el verlo. No, la verdad se lo merecía por insistente. Yo nunca rogaría por la presencia de alguien.




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