Entre pólvora y suspiros

CAPITULO 4

Adara.

Luego de terminar de ver las noticias de los años en los que estuve ausente decido dar una vuelta por el jardín. Necesito despejar mi mente.

Camino lo más lejos posible del columpio porque no planeo acercarme a ese hombre en lo absoluto, es un chico muy extraño y su cercanía me incomoda, no planeo interactuar con él otra vez.

No puedo creer que hayamos estado en guerra por dos años. Mi padre nunca tuvo conflictos con otros reinos, y para que algo así pasara debió ser algo serio.

Cuando estoy a punto de sentarme en el árbol de manzanas veo a Gus correr hacia mí. —Hola Gus, tanto tiempo, ¿Cómo has estado? —se echa de espaldas y le sobo su barriguita. —También te extrañé.

Mi padre me regaló a Gus cuando tenía diez años, porque me sentía muy sola en el palacio y con Gus aprendí a ser responsable, le enseñé trucos, y siempre lo sacaba al jardín para enseñarle a no ladrar a las personas. Aunque Aaron me ayudó a enseñarle a protegerme, en caso de que lo necesitase en un futuro. Lo único que no pude enseñarle fue...
Gus hala la pulsera que me dio mi padre cuando tenía ocho años y corre con ella en la boca.

Eso, eso exactamente no pude enseñarle, a no ser un ratero, desde que lo tengo roba mis cosas y a pesar de que le diga que no, él continúa haciéndolo. —Gus, ven aquí ¡No! No corras por favor.

Levanto una vara cualquiera y la muevo para llamar su atención. —Mira Gus, juguete. —me mira con precaución y se mueve lentamente hacia mí, cuando trato de acercarme retrocede y corre con mi brazalete.

—¡Gus! —hago lo mismo que él y lo comienzo a perseguir, pero el muy malvado se escurre muy bien entre los arbustos. —¡Dame mi brazalete! Toma la vara—la agitó y la mira por unos segundos. Trato de darle confianza para acercarse y cuando lo hace lo sujeto fuerte. Meto mi mano a su boca y le arrebato mi brazalete babeado. —Le rompiste el broche. —lo miro y él inclina la cabeza. —Bien, te perdono, ve por la vara. —la agarro y la lanzo, el corre y logra atraparla.

Me pasó toda la tarde jugando con Gus y tratando de recordar desde cuándo se dieron estás asperezas con el Rey Regolous. Pero haciendo memoria nunca tuvimos algún contacto con él. Desde que soy pequeña mi padre lo odia.

Llega la noche y Gus duerme a mi lado en el césped. Miro las estrellas y esta noche no es tan hermosa como la de ayer. El cielo se encuentra apagado.

—¿Qué tal el cielo? —escucho una voz a mi espalda. Volteo y veo al ayudante de Fredo parado muy cerca de mí. —Creí que no vendría.

—No fui, el columpio está al otro lado y no planeaba acercarme a él. —me mira con una sonrisa.

—¿Me tiene miedo princesa? —inquiere mientras se sienta a mi lado.

Miro a las ventanas que están por ahí y me aseguro de que las de la oficina y la habitación de mi padre estén cerradas. —A usted no, a lo que podrían hacerle por su cercanía.

—¿Su padre me mataría por hablar con usted? —sus ojos sobre mí me ponen nerviosa así que desvío la mirada.

—No, pero está mal visto que hablé con un hombre a solas.

—¿Y cómo conocerá a su esposo si no dialoga con hombres? —sus palabras hacen palpitar mi corazón.

—Mi esposo tiene que entrar por la puerta de enfrente y no escabullirse en la oscuridad para hablar conmigo. —mis palabras le causan gracia porque suelta una carcajada.

—Creo que es la primera mujer que me da una indirecta tan directa. —ahora yo sonrió.

—¿Así que estuvo con muchas mujeres? —no me parecería extraño, es atractivo.

Nuestros ojos se vuelven a encontrar y no sé qué tienen los suyos que me encanta que me observen, saber que su atención está en mí desencadena un sentimiento agradable. —No de la forma que piensa.

Su respuesta me confunde, ¿Entonces de qué forma? —¿A qué otra forma se refiere entonces?

Sonríe de lado y nunca creí que algo así me pareciera tan atractivo. —No puedo decírselo, al menos no hasta algunos años.

—¿Insinúa que soy una chiquilla? —me molesta su forma de hablar.

—Claro que lo es, —lo miro con los ojos enormes. —¿O me va a decir que no? Acaba de cumplir quince, recién empieza su vida. Sigue siendo una niña, sino no hubiera correteado por todo el jardín. —me vio jugando con Gus y por alguna razón me molesta que crea que soy una niña, sí lo sé aún lo soy, pero no debió decirlo de esa forma.

—¿Y por qué está aquí con una niña? Eso no es algo correcto. —hablo molesta por sus palabras.

—Eso es lo que no entiendo. Usted no debería ser de mi agrado, pero lo es, desde el momento en que cayó encima mío, mis ojos solo la buscan. —sus palabras bombean mi corazón a toda velocidad y siento mi rostro arder por la intensidad de sus palabras. —Y creo que no soy el único que tiene estos sentimientos ¿No es así princesa?

—No me hable con tal ligereza, porque yo no le di pie a sus coqueteos. —decido ponerle fin a esta extraña situación. —Si quiere seguir aquí hablando conmigo, no será en esos términos.

—Como ordene. —pienso que se irá, pero continúa sentado ahí. Ni siquiera se disculpa por sus palabras e incluso sus palabras salen con un deje de ironía.

—¿Por qué sigue aquí?

Me mira como si fuera obvio. —Porque quiero seguir hablando con usted.
¿Qué hizo en estos años de internado princesa?

Decido hacer como si nada pasó y continuar con la charla. —Aprender los modales que debe saber una señorita.

—Y supongo que al llegar aquí se le olvidaron. —lo miro confundida por su declaración. —Lo digo porque ni bien piso su palacio corrió descalza por el pasto con su vestido engurrado en su mano.

Sonrío un poco. —La emoción de ver a mi padre me hizo olvidar los modales, fueron tres años sin escuchar su voz y no es como que la señorita Verna nos hacía sentir en casa.

Se acerca más a mí. —¿Qué quiere decir?

Volteo a los lados por si no hay un guardia por ahí. —No le diga a mi padre, pero allá eran muy estrictos, fue el primer lugar donde me gritaron, si mi padre se entera mandaría a cerrar ese lugar y la señorita Verna sería castigada.




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