Entre pólvora y suspiros

CAPITULO 6

Izan.

—¿Puedes creer que hoy cociné para Aldous? —le digo a Marcel mientras como un poco del postre que me dejó Adara. No está mal, sí que tengo buena sazón.

—¿Y no le pusiste veneno? Pero qué pasó contigo. —Marcel toma una y las observa.

—Yo no mato de esa forma y si lo hiciera quisiera verlo retorcerse delante de mí, sino cuál es la gracia.

—¿Por qué te vas a volver a acercar a esa chica? Si su padre te ve, te reconocerá y nos matarán, si no piensas llevártela vámonos de una vez. —Marcel vuelve con ese tema que ya me saca de quicio.

—Vi algo en la biblioteca, necesito volver a entrar, hay algunos periódicos viejos en el cajón de una mesa, necesito la llave para leerlos.

—¿Qué hallaste? —se acerca Marcel sediento de información, dejando de lado mi creación.

—Aldous estuvo con mis padres, en una cena benéfica antes del ataque, al parecer eran grandes amigos, o eso informa su periódico, tal vez hizo lo mismo que estamos haciendo, ir a estudiar el palacio. —ese desgraciado fue a reconocer el terreno para saber dónde atacar.

Con razón supo huir como una rata luego de matar a mis padres.

—Si mi padre viviera podría decirnos todo. —bajo la mirada porque también extraño a Bernard. —¿Planeas que nos quedemos más tiempo aquí? Si Aldous nos descubre, nos matarán sin piedad, ahora imagínate lo que hará si te ve cerca de su rosa preciada.

—No le digas por ese título que me da náuseas oírlo, —solo Aldous diría esas cursilerías, pero cuando es de matar no le tiembla la mano, lo conozco, entre él y yo no hay mucha diferencia, su hija no conoce su verdadero rostro. —No me verá, tal vez su hija venga voluntariamente con nosotros o tal vez nos ayude aún más, es una chiquilla enamoradiza, acaba de llegar de un internado, no sabe nada de la vida.

Vi como me miraba en la noche y durante nuestra charla en la biblioteca, siempre con su sonrisa coqueta, ya casi la tengo, solo falta que dé unos cuantos pasos más. Tal vez traicione a su padre por amor.

Veo la hora y las estrellas ya gobiernan el cielo junto con la luna brindándome la oscuridad que necesito para engatusar a la princesa.

Salgo por la puerta trasera de la cocina y me acerco sigilosamente al jardín, veo el columpio, pero la princesa no se encuentra ahí. Me apoyo en la pared entre las sombras para ver si decide venir o simplemente desistió de la idea de estar a solas con un hombre.

Pasan y pasan los minutos y no llega.

No puedo creer que esa princesita se haya atrevido a dejarme plantado, ¿Si supiera que soy un rey igual se atrevería a hacerme tal desplante? No, claro que no. —¿No vino tu chica? —habla Fredo.

Este viejo solo viene en mal momento. —No esperaba a nadie.

—Por supuesto que sí, pero si me dices que no, bueno no te diré a donde vi irse a una joven hermosa.

Lo miro en espera de que dé la información que tiene, pero se queda callado. —Vamos Fredo, dime, ¿Dónde viste a la joven?

—¿Entonces sí te dejaron plantado? —este viejo está buscando que le grite porque no tengo mucha paciencia para estos juegos.

—Si sí, ya dime ¿En dónde está?

Se ríe y eso empeora mi ánimo. —Estaba por venir hace un momento, pero se dio media vuelta, debe estar por el pasillo.

Y hasta ahora me lo dice, viejo tramposo. Salgo a buscar a la princesa cobarde y mientras me alejo escucho la risa de Fredo, ese hombre me saca de quicio, creo que no podré soportar un minuto más estar en este palacio.

Camino entre los pasillos, pero no la encuentro. Hasta que por mi izquierda veo un vestido rosado pasar. Corro para alcanzarla y la tomo del brazo.
—¿Qué pasó princesa, se acobardo? —me mira con los ojos enormes que tiene y con un tinte de susto por mi forma de alcanzarla, pero luego su mirada se torna retadora.

—Que falta de respeto la suya tomarme de esta forma. Suélteme que alguien podría vernos. —mira a ambos lados y yo solo veo su cuello frágil cerca de mí. Por la cercanía puedo apreciar mejor su rostro, tiene dos lunares en la mejilla y uno justo arriba del labio, no es visible de lejos, pero ahora justo aquí puedo apreciarlo bien. Ella entre abre los labios y siento su respiración agitada golpear mi cuello.

Eso acelera mi corazón y no sé por qué, es tan solo una niña de quince años, pero mi cuerpo reacciona a su... ¿Encanto? Levanto la vista y veo sus ojos observando los míos, sus ojos cafés se mantienen fijos en los míos y sé que soy un demente, pero poco me importa en este momento. —Lamento faltarle el respeto princesa, pero ahora mismo lo haré otra vez. —la tomo del rostro y junto nuestros labios.

Al momento de hacerlo suelto un suspiro, ni siquiera yo, sabía que deseaba esto desde hace tiempo, siento como si al fin consiguiera alivio para mí cuerpo, que desde el momento en que la vi sobre mí desee esto, ahora entiendo por qué mi corazón latía de tal forma cuando la veía. Ella era la razón de mi perturbación.

Es un beso corto, tan solo el toque de nuestros labios por unos pocos segundos ya que ella me aleja y me da una cachetada antes de marcharse corriendo por el pasillo. No sé si su cachetada me dejó desconcertado o fue el beso, pero me quedo confundido en el pasillo, ni siquiera se compara a alguno de los besos que me dieron, pero ya se convirtió en el mejor.

No puedo evitar sonreír ante una alegría desconocida, mi corazón bombea con fuerza por la emoción del momento y hasta puedo sentir la sangre fluir por mis venas haciéndome sentir completamente vivo. Solo fue un toque, un toque con sus suaves labios, no me dio el tiempo de profundizar nuestro beso, pero si con solo ese suave toque me dejó anonadado, profundizándolo me dejaría embobado.

Aún sigo mirando por donde se fue y cuando me dispongo a darme la vuelta para volver a la cocina y toda emoción se esfuma cuando veo a dos guardias mirándome fijamente.

Maldición.

Comienzo a correr y solo espero que Marcel siga en la cocina. —¡Alto abusador! —¿Abusador? Pero si su princesa quería eso tanto como yo.




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