Presente.
Adara.
Miro el hermoso paisaje que me rodea y el viento agita mi cabello, este lugar es muy hermoso, aún no concibo que este será mi nuevo hogar, y aunque me incómodo al principio el vivir alejada de mi padre su promesa de que vendrá a visitarme me deja tranquila. Tocó mi anillo de compromiso y detallo la piedra que brilla con el ocaso que se refleja desde la ventana, una duda se posa en mi corazón y el miedo de no saber si esto es en verdad es lo que deseo me invade.
—Princesa, ya es hora de que baje. —la voz de Leila rompe mis pensamientos y como desearía que sea Giovanna la que esté conmigo, pero se encuentra delicada de salud.
Miro a la lejanía y las dudas me vuelven a invadir, le dije que sí a Elliott porque lo quiero y porque nos entendemos, pero luego la incertidumbre de no saber si hago lo correcto nace en mí. —¿Todo bien princesa? —se acerca Leila preocupada.
Miro mi anillo y la ventana. —No lo sé—hablo admitiendo mi confusión ante la decisión que tomé. —Leila, no sé si estoy haciendo lo correcto y si...
Leila interrumpe mi oración de rechazo al matrimonio. —Es normal tener nervios antes de la boda princesa, —se acerca acomodándome el peinado. —pero recuerde cómo se siente al lado del rey y todos esos sentimientos se disiparán.
Asiento no muy segura. No estoy segura de nada en estos momentos, Elliott es bueno, y sí, me siento tranquila con él, pero una boda es para siempre ¿Tal vez no estoy lista aún? Debí esperar los cinco años que había dispuesto.
¿Por qué soy tan impulsiva?
Me replanteo todo lo que sentí estás últimas semanas a su lado y hacer los preparativos no fue nada fácil, y él... No estuvo para ayudarme, se excusó diciendo que tenía otras cosas que hacer y me sentí muy mal por su dejadez, pero en su defensa estuvo muy tenso durante estos días, a lo mejor y sí tenía muchos problemas políticos que resolver.
Miro a Leila y ella me sonríe, me doy una última mirada al espejo y las ganas de huir nacen, podría salir por la ventana, estoy segura que mi padre me ayudaría a salir de aquí y me apoyaría en todo... ¡No! ¿Qué estoy pensando? No puedo hacerle eso a Elliott, él se portó tan bien conmigo. No puedo hacerle pasar semejante vergüenza.
Yo lo quiero, claro que lo quiero, pero ¿Llenará mi corazón? Por supuesto que sí, mi corazón está cómodo con él. Pero... Yo no quiero que esté cómodo con alguien, quiero que lo alborote, y solo hubo una persona que me hizo sentir así.
Mientras bajo las gradas con Leila ayudándome con el vestido ruego que algo suceda, que mi padre se niegue, que se caiga el pastel, que Elliott se indisponga, o cualquier cosa que impida este matrimonio. No me siento lista para esto ¿En qué estaba pensando? Veré a mi padre antes de ir al altar, estoy segura que si le digo que cambié de opinión él me llevará de regreso a Cleanwood.
Llegamos a las puertas del salón, miro mi anillo otra vez y suelto un suspiro, me preparo para ver a todos dentro, pero mi padre no está por ningún lado, eso me da un poco de tiempo, miro a Leila y ella me da otra sonrisa. Busco a mi padre para entrar con él y comentarle lo que estoy pensando. Pero justo en ese momento se oyen unos cañones, el piso tiembla y la alarma que informa que estamos bajo ataque rodea el pueblo.
Quería que algo parará la boda, pero no así.
Los ruidos de ataque se oyen más fuerte avisando que en cualquier momento lograrán entrar. Estoy por entrar al salón para resguardarme —porque todos los guardias de Mirna corren a proteger las puertas del palacio— pero en ese momento sale mi padre.
Me toma de las mejillas y en sus ojos veo preocupación. Esto es malo. —Adara, ve a la habitación de pánico y no salgas de allí hasta que regrese.
—Pero papá... —trato de hablar para ir con él.
—Obedece cariño, volveré en unos minutos, solo iré a ver qué sucede. —me toma de la mejilla y deja un beso a cada lado de mi rostro. —Protejan a mí hija, su vida es su responsabilidad. —habla papá a los soldados a mi espalda.
Me mira y la preocupación de que algo le suceda hace que unas lágrimas se agolpen en mis ojos haciendo de mi vista borrosa. —Ya regreso. —sus ojos me observan y luego de darme un corto abrazo se aleja.
Veo como se marcha en dirección al bullicio de las balas y los gritos de los guardias para impedir el paso del enemigo que una y otra vez golpea la puerta buscando invadir el reino.
Me quedo estática y sin intención de moverme. —Avanza Adara. —me toma del brazo Aaron.
Tardo en reaccionar, pero al final lo hago cuando Aaron me obliga a apresurar el paso cuando las balas ya se oyen dentro del palacio. Corremos y los guardias me rodean en un círculo atentos a cualquier posible amenaza, entro de habitación en habitación buscando algún buen escondite en el palacio y mi cabeza no deja de pensar en mi padre, si algo le sucede no podría vivir con su ausencia. Es todo lo que tengo.
Llegamos a los aposentos del príncipe buscando el acceso secreto que cada habitación real tiene en caso de una invasión como la de ahora. Toco cada parte de la pared y no la hallo. La superficie es totalmente plana, excepto por el cuadro familiar que tiene el príncipe, lo trato de sacar y no se puede, debe ser este el acceso. Lo giro un poco, pero se encuentra trabado, uno de mis guardias lo sujeta con fuerza, en tanto Aaron resguarda la puerta por si alguien decide irrumpir en la habitación. Mientras va girando el cuadro como una perilla la pared a su lado se mueve dejando ver el cuarto de pánico. Entramos y desde dentro lo cerramos nuevamente con una perilla metálica.
Pasan los minutos y no hay un solo reloj para saber qué horas son, los guardias se encuentran alertas para oír la palabra clave que nos indica que estamos fuera de peligro. Pero nadie llega. Pasan los minutos y solo nos miramos rogando que no haya pasado nada malo. —Aaron, ¿Crees que ya haya parado todo? —susurro con el miedo de que alguien nos escuche.