Entre pólvora y suspiros

CAPITULO 11

Aldous.

—¡No debiste detenerme, debiste ir detrás de ella! —le reclamo a Aaron que disimula las lágrimas que se escapan de sus ojos. Pero sé que no es su culpa, es la mía ¿Por qué no traje más guardias? ¿Por qué no pensé en que ese loco vendría?

Recorro el palacio iracundo mirando la decoración de boda tirada por todos lados, Adara estuvo semanas planeando cada cosa que ya me tenía harto con las preguntas de que rosas se verían mejor y al ver el pastel intacto me hace recuerdo a la tarde en que nos pasamos comiendo pastel para elegir el sabor perfecto. —Ella estará bien—se mete Elliott elevando mi cólera ¿Cómo se atreve siquiera a hablarme?

—¡No me dirijas la palabra, no eres más que un cobarde! ¿No pudiste siquiera resistir un poco, tú reino es una burla en seguridad, ¡Era tú boda! ¿Y no tenías guardias en las entradas?

Baja la mirada. —¿Y qué podía hacer? Izan entró como si atacara a tú reino con un arsenal inmenso. —me reprocho el no haber echo la boda en mis tierras, de ser así esto nunca hubiera pasado. Pero no oí muchos cañones, de hecho le tomo menos de cinco minutos entrar al palacio, algo está mal aquí, no debí fiarme de Elliott tan rápido.

—Maldigo el día en que dejé que la cortejaras, solo fuiste una piedra en su camino. —me mira furioso.

—No trates de echarme toda la culpa cuando está guerra es tuya.

—Es una guerra sin fundamento que empezó ese hombre. —volteo con mis guardias. —¡Vámonos de aquí de una vez! Ya no soporto estas tierras. —quiero ir a armar un ataque para sacar a mi hija de las garras de Izan.

Salgo del palacio y en el camino veo varios guardias heridos, pero no de gravedad. Esto no me huele bien, si Izan vino con todo su arsenal como informa Elliott, él hubiera dejado bajas y aquí solo veo heridos en las piernas y brazos.

No me fío de Elliott, su padre es una rata y dudo que algo de eso no le haya inculcado a su hijo ¿Cómo pude dejarlo entrar a mi casa?

Subo a mi auto y me arrepiento el no haber traído el avión porque el trayecto solo incrementa mi furia. —La traeremos de vuelta.—me alienta Leonel.

—No voy a tolerar pensar en mi hija entre ese pueblo que nos odia.

—No será por mucho, Adara volverá a su casa. Porque desde ahora se acabó el tiempo de tregua. —Asiento decidido. Me hirieron en dónde más me dolía y tengo excusa para hacer todo lo que esté en mis manos para acabar con su reino con tal de tener a mi hija de vuelta, pero, aunque quiera creer que la recuperaré, sé que el reino de Blackwood no es débil en armamento, nos dará una gran batalla.

—Reúne a las tropas y alista el avión en cuanto lleguemos, partiremos a Blackwood. —me impaciento en el camino porque no tengo ni idea de lo que le estén haciendo a mi hija.

Ni bien llegamos al palacio bajo del auto y entro a cambiarme la ropa con la que entregaría a mi hija al altar, y en parte me tranquiliza el no haberla unido a ese incompetente.

—¡Hermanito! —suelto un suspiro al saber de quienes proviene ese característico grito. Las gemelas. Volteo y están Isabella y Fiorella con lágrimas en los ojos. —¡Ya nos enteramos lo que pasó!—se acercan corriendo haciendo rechinar sus tacones en el mármol.

—¿Mamá lo sabe? —me acerco a besar sus mejillas.

—¡Fue la primera en enterarse! —se abanica Isabella. —se encuentra oliendo perfumes por el desmayo que le viene al recordar que nuestra niña está en manos de ese hombre cruel.

—¿Crees que le haga algo? —mete su cabeza Fiorella.

Isabella le da con el abanico en la cabeza. —No digas bobadas, que se atreva a tocarle un dulce cabellito a nuestra niña y nuestro hermanito lo deja sin reino que gobernar ¿No es así? —ambas me voltean a ver con sus enormes ojos interrogadores.

—Por supuesto, pero no será fácil, tiene buen armamento.

—¿Y eso cuando ha importado? Tú y Leonel le darán un buen escarmiento. —me anima Fiorella.

Pero Isabella le vuelve a dar con el abanico—No seas ilusa Fiorella, ese hombre ha hecho temblar a varios pueblos, y sabes el odio que le tiene a nuestro hermanito, rescatar a la pequeña Adara será más complicado.

—Trato de animarlo positivamente ¡Y ya no me pegues! Que yo no me llevo así contigo.

—Soy la mayor y debo corregir cuando te equivocas.

—¡Pero no es necesario que me pegues! —se queja Fiorella sobándose la frente. —Además confió en mi hermanito.

—¿Es verdad? —entra corriendo Giovanna con lágrimas en los ojos.

Las gemelas la observan con desdén y yo la abrazo mirándolas con firmeza para que no se les ocurra decir nada. —No por mucho.

—Ese chico no la dejará ir. —habla Giovanna dando por perdida la batalla.

—Y yo tampoco dejaré esto impune.

—¡Eso hermanito, demuéstrale de qué están hechos los Cleanwood! —me alienta Fiorella.

Beso la frente de Giovanna y me marcho encargándola a las gemelas para que la cuiden.

—Señor está listo el avión. —habla Fausto.

Asiento. —Llama a Leonel y Aaron, ellos irán conmigo.

Me saco el tonto saco que use para la boda y lo arrojo reprochándome el haber cedido a esta tontería, fui un completo ingenuo. Me pongo mi uniforme militar y mi corona porque no soy ningún fugitivo que tenga algo por qué avergonzarse al pisar esas tierras, no pienso entrar por las sombras voy a entrar por la puerta grande porque no tengo nada de qué ocultarme, tengo la conciencia limpia de saber que hice todo lo que estaba en mi alcance para hacer de la crianza de mi hija la mejor.

—Estamos listos majestad. —se acerca Aaron con las armas listas para ir por Adara.

Lo sujeto del hombro. —Si no es hoy será mañana, pero Adara volverá a su tierra. —asiente con tristeza. —No fue tu culpa Aaron, fue mía por no haber pensado bien. —trato de alivianar el juicio que se está ejerciendo.

—Pero yo era el encargado de su seguridad. —baja la cabeza.—Es mi amiga y no hice nada.

—Hiciste todo lo que podías, y guarda energía porque desde ahora se desatará la guerra hasta que suelten a mi hija. —levanta el rostro y asiente decidido. Sé que él hará todo por traer a Adara de vuelta, son como hermanos y no la abandonará.




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