Entre mascaras
Izan.
55 horas antes.
Tomo el papel y escribo rápidamente las palabras que me harán ver quién es en realidad Elliott Dimitri.
Extiendo el papel y Marcel se acerca. —Envíaselo a Elliott. —Marcel desdobla el papel y se lo permito.
Me mira un momento y vuelve a mirar el papel. —¿Crees que aceptará tal cosa?
Sonrío, —Eso es lo que quiero ver, aunque estoy noventa y nueve por ciento seguro de que aceptará tal propuesta ¿Quién podría rechazarla?
—Alguien que está enamorado por supuesto.
No puedo evitar no reírme al escuchar tal respuesta. —Por favor Marcel, aunque estés tan enamorado como quieras no podrías rechazar el tener aún más poder, poniendo en una balanza el amor y el poder por obvias razones ganaría el poder, en especial en este hermoso entorno en el que estamos envuelto llamado monarquía, una esposa la puedes conseguir cuando quieras y muchos las adquieren a cambio de más poder.
Marcel niega con la cabeza caminando hacia mis bebidas. —A veces olvido que eres un hombre sin sentimientos. —se sirve una copa de vino.
—Y pronto descubrirás que no soy el único. Ahora envía ese mensaje que no tengo toda la noche.
Termina su copa de vino de un trago. —Como ordene majestad. —habla con burla, y se marcha de mi oficina.
Al estar otra vez en vuelto en la soledad de mi oficina la imagen del rostro de Adara regresa a mi mente ¿Habrá cambiado en estos últimos años? Por supuesto que sí, si se quiere casar con Elliot muy cuerda no creo que esté. Me planteo el servirme una copa de vino, pero la declinó de inmediato, no soy un hombre de alcohol, ¿Por qué debería hacerlo ahora? ¿Matar mis neuronas por una simpleza tan estúpida que puedo solucionar con ayuda de ellas? No, no es algo que comparta, y beber por la insulsa noticia del matrimonio de una chica que vi unas cuantas veces no es algo digno de un hombre con mis alcances.
Miro a mí al rededor y decido salir a tomar aire al balcón porque siento que me ahogo con las ideas que invaden mi mente ¿Hasta dónde habrá llegado Adara con el conato de príncipe? Esa simple pregunta ronda mi mente y genera una molestia que no sé ni de dónde aflora, es como si en vez de corazón tuviera una caldera hirviendo en el pecho y cada vapor de su erupción saliera a flote a través de mis poros internándose en mis venas, haciendo correr la sangre caliente por todo mi cuerpo, necesito sacar esto o sentiré que me ahogo con todo el calor que me recorre.
Siento la brisa del aire de la noche, pero esto no apaga las llamas de enojo que brotan de mi interior sin aún conocer el porqué. Es la primera vez que siento una molestia de esta forma, ni siquiera cuando se intentaron revelar en mis tierras sentí tal enojo, siento como si me quitaron algo, como si me robaron algo que era mi joya preciada, y siento que ese ladrón es Elliott, pero ¿qué estoy pensando? Adara no es nada mío, ni nunca lo fue, es una chica insulsa y como ella puedo hallar millones, ella es castaña un color de cabello tan básico, nada que ver con Irina que tiene el cabello dorado, tiene ojos negros que durante el día se tornan color chocolate, en cambio Irina tiene unos ojos verdes preciosos, su cuerpo es similar a muchos que he visto, en cambio Irina tiene unos senos que no cualquiera posee, los de Adara son pequeños, y dudo que con los años hallan aumentado su tamaño. Lo único rescatable de esa chica es su carácter, pero ahora que se va a casar con Elliott supongo y eso también perdió, lo único rescatable y preciado de esa chica fue arrebatado por un conato de príncipe.
Trato de calmarme porque si no ni bien llegué Elliott le romperé la cara. Aunque la verdad me gustaría hacerlo, pero ahora no es algo que me convenga.
Levanto la vista al cielo y se pueden apreciar las estrellas, el ver el cielo así me hacen recordar a la primera vez que vi a la princesa, yo creí que me encontraría con una niña mimada y caprichosa, pero me dejó sorprendido con lo que había debajo de su sosa presencia, nuestra charla del matrimonio viene a mi mente y caigo en cuenta de que todo eso no fue más que arena que se esparce en medio de una ráfaga de viento. No es una mujer de palabra y eso me queda claro.
No sé cuánto tiempo llevo mirando el cielo, pero la respuesta que esperaba llegó. —¿Vino en persona? —pregunto a Marcel que me mira anonadado. —¿Qué te dije?, nadie se resiste a un poco de poder.
—Creí que él de verdad la amaba. —habla aun asombrado.
—Se aferro a lo primero que pudo para obtener poder, me daba mala espina desde antes. —por eso nunca lo tomé en cuenta para ser un pretendiente de Adara. Odio a su padre, pero ella… es inocente de toda esta basura.
Miro a mi alrededor con una pequeña molestia en el cuello, siento que estoy a punto de traicionar a un buen amigo, pero no es así, solo voy a adelantar un poco la justicia divina.
Marcel se asoma a la puerta. —Ya viene, mejor los dejo solos porque el verlo me dan nauseas. —volteo los ojos ante su exageración, aunque si es repugnante el hacerle eso a alguien con quien unirás tu vida.
Me siento y trato de simular serenidad y no molestia ante la presencia de este hombre. —No pensé que me escribirías, creí que me odiabas. —habla ni bien entra.
—No te odio, me eres indiferente, pero ahora me eres útil y por eso te escribí, pero no te hagas ilusiones sigues siendo alguien irrelevante para mí.
—Vine hasta aquí solo para poner una condición. —¿y este se cree digno de poner alguna condición? —solo una y tendrás a Aldous y si quieres su reino, no peleare por tierras.
Trato de simular mi repudio, ni siquiera va a pelear las tierras de su futura esposa, pero supongo que es una buena forma de retenerla para siempre en caso de un divorcio, este hombre si que se merece un tiro. —Habla de una vez. —quiero acabar con esto cuanto antes, porque si se sigue quedando aquí me darán ganas de jugar a la ruleta rusa con él.