Adara.
Creí que después de lo que dije me botaría del comedor, pero al parecer no le pareció tan irrespetuoso mi acto.
Terminamos de comer en silencio y por mi parte tuve que estar con miradas de odio de parte de la novia del rey y por parte de él obtuve indiferencia cosa que agradezco y que también apliqué a los dos comensales a mi lado, decidí armarme de valor y no retirarme.
Estaba comiendo el postre cuando volvió a hablar la novia. —Izan ¿Iremos mañana al lago? —decido continuar como si no existieran.
Izan deja de lado el postre tan delicioso servido ante él. —No, voy a tener asuntos que resolver.
—Pero hace tiempo que no salimos en privado. —se queja la mujer y esta vez no hay ningún tinte presuntuoso por así decirlo, solo se oye la decepción ante el rechazo que recibió.
—No puedo Irina. —habla más molesto.
Yo no podría aguantar a un hombre así, si me habla de esa forma yo me iba y no lo buscaba hasta que él lo haga, porque ese tono de suficiencia y egocentrismo me molesta, y aún más si estamos en una relación sentimental. Pero bueno, que puedo opinar yo si mi casi esposo termino siendo un falso, por lo menos este se muestra como es, un desgraciado.
La mujer guarda silencio y yo continúo degustando lentamente la crema de la tartaleta de fresa que me trajeron. Siempre me gustó alargar el momento de la crema, es lo más delicioso que hay en el postre y quería que durase su delicia en mis labios el mayor tiempo posible. Levanto la vista y veo los ojos de Izan sobre mí, lo miro un momento y cuando voy a comer una cucharada de crema aparto la vista y continuo como si nada pasara.
Me siento un poco incómoda con el silencio y la mirada de ambos y ya me falta poco por terminar así que me levanto. —Que tengan buen provecho.
No espero respuesta y me marcho.
Que incómodo momento.
Camino a la cocina y pongo el plato en el mesón, pero antes de entregarlo termino mi querido postre. —¿Le gustó el postre princesa? —me pregunta la señora Lydia mientras lava unas ollas.
Asiento tragando un pedazo. —Sí, le quedó delicioso señora Lydia. —hablo cuando ya englutí la rebanada que tenía en la boca.
—Me alegro, si tiene algún platillo de preferencia, puede decirme y se lo prepararé cuando desee.
—Aceptaré lo que prepare con gusto. —hablo apunto de comer mi último bocado.
Cuando estoy masticando entran mis custodios a la cocina. —Es hora de que vuelva a su habitación princesa. —Asiento y me despido de Lydia.
Camino hacia mí habitación acompañada de mis guardias y me pasó ahí el resto de la tarde y en eso se resume una semana desde mi llegada aquí, solo salgo para ir a comer y ya no me he vuelto a topar con Izan en todo este tiempo, era verdad que no bajaba a comer muy seguido. Y por suerte tampoco he visto a su novia en estos días, pero el encierro en mi habitación ya me está cansando, miro por la ventana debes en cuando y sí estoy agradecida por no estar encerrada en una prisión, pero ahí por lo menos tendría compañeros de celda aquí en cambio solo estoy yo y
siento que en cualquier momento me voy a volver loca al pasar todo este tiempo encerrada en esta habitación sin hablar con nadie, necesito hacer algo, lo que sea.
Camino de un lado a otro buscando cualquier cosa y no hallo nada. Abro la puerta y mis guardias me voltean a mirar. —¿Podemos ir a ver a su rey?
Ellos se miran indecisos y al final asienten. —Gracias.
Camino a su lado y llegamos otra vez a su oficina. Después de seis días que no intercambio palabra con él—cosa que agradezco—me incómoda el venir a pedirle un favor.
Los guardias que custodian su puerta me miran y uno de ellos le informa a su rey de mi presencia. Me abren la puerta así que supongo accedió a mi corta visita. Entro y lo veo sentado rodeado de unos cuantos papeles que guarda cuando entro. —¿A qué vienes?
Lo miro y se nota la molestia por mi irrupción. —Yo... vengo a pedir su autorización para trabajar en la cocina con Lydia. —es lo primero que se me ocurrió en cuanto pensé en hacer algo, durante este tiempo es la única que me habla con una amabilidad sincera.
Me mira con el cejo fruncido un instante y luego parece desconcertado. —¿Quieres trabajar para mí?
—No cocinaría exactamente para usted, —no hay forma de hacer algo así, en cualquier momento estaría tentada a echarle más sal de lo necesario o a quemar su comida para que le duela el estómago. —la señora Lydia me dijo que necesitan ayuda para preparar los alimentos de las tropas. Si usted lo permite quisiera ofrecerme.
—¿Sabes cocinar? No quiero que envenenes a mi ejército. —como si no me hubiera visto cocinar.
Me molesta el tono en el que habla, pero me contengo a no decir nada desagradable. —Sí, sé cocinar señor, no tiene que preocuparse por la salud de sus tropas.
Me mira unos segundos como examinando mi proposición. —¿Por qué quieres trabajar Adara?
—Porque si continuo un minuto más encerrado en esa habitación me tirare por el balcón, ya estoy harta de ver paredes y ni siquiera mis custodios tienen permiso para hablar conmigo. —Lo intenté, creí que ellos podrían ser mis amigos ya que convivimos bastante, pero siempre que lo hacía me decían: No podemos interactuar con usted, deje de hacerlo por favor. Dios parecían unas cotorras que repetían eso mecánicamente cada que intentaba hablar con ellos.
Me mira con una ligera sonrisa. —Bueno no quiero que mi nueva adquisición se suicide, así que te lo permitiré, pero... —me mira con esos ojos azules que ahora se tornan oscuros y sé que está planeando algo malo. —Cocinaras para mí Adara, solo para mí, te encargaras de mis tres comidas diarias.
Lo miro pasmada por su condición, no puede ser. —Pero... yo no sé lo que le gusta, la señora Lydia ya lo conoce bien, que ella continue con esa labor.
—Ya hablé Adara, ¿Aceptas o te quedas en tu habitación? —me habla irritado.