Entre pólvora y suspiros

CAPITULO 15

Adara.

Después de mi querida falta de respeto me sacó de su habitación y suerte para mí que no me mantuvo ahí parada, no me gusta estar a su lado.

Y mejor aún fue que decidió no almorzar, así que solo Lydia y yo almorzamos, y pudimos aprovechar a conversar más, me contó de sus hijos y su difunto esposo, también me pidió que le quitara el “señora” a cada frase que decía al dirigirme a ella.

Miro la hora y son las cinco de la tarde, ya lavamos los trastes y aunque quería al mercado para comprar frutas, mis carceleros no estuvieron de acuerdo y por órdenes de su rey fueron otras sirvientas. Hasta ahora no logré intercambiar palabra con nadie más que no sea Lydia, y estoy feliz por al menos charlar con alguien que no sea mi conciencia, me amo y disfruto de mi tiempo a solas, pero el estar encerrada no era como planeaba mi vida ideal, o al menos lo que me resta de ella.

—Puedes salir un rato a estirar las piernas Adara. —me habla Lydia al ver que observo el jardín.

—¿Crees que tú querido rey no se opondrá? —ya con ella perdí el miedo de faltarle el respeto a Izan, sabe que lo odio y lo respeta porque tengo mis razones —grandes razones de echo—.

Sonríe un poco ante mi falta. —No, él sabe que estás bajo los ojos de todos los guardias y sabes que si intentas cualquier cosa él te quitará este ápice de libertad ¿Cierto? —me mira como madre protectora, suelto un bufido.

Asiento ante su recordatorio. Y no, no planeo huir... Aún.

Me deja ir a dar una vuelta por el patio y lo único que hago es ver las plantas y sentarme en el césped a ver el sol ocultarse para dar paso a la noche, pero es mucho mejor que verlo desde mi ventana. Vuelvo a la cocina después de pasar unos minutos mirando las estrellas de la noche y al entrar veo a Lydia acomodar una bandeja.

—¿Por qué no me llamaste para que te ayudara? —me acerco a poner los cubiertos.

—Porque era tu primer paseo y quería que lo disfrutaras, pero que bien que llegaste, debes llevarle la cena al rey.

No todo puede ser bueno en la vida.

Tomo la bandeja y camino con precaución a su oficina, nuevamente los guardias me abren paso y al entrar lo veo sentado en medio de documentos. Dejo la charola en la mesa de estrategias o al menos así le decía mi padre a la suya. Izan levanta la mirada y me mira con indiferencia. —Ordena esto, supongo que sabes hacerlo. —volvió a su voz de gruñón, supongo que yo contribuí a eso con mi pequeño comentario de la mañana. No sé qué tipos de documentos son, espero que sean los que acomodaba con mi padre.

Me acerco a su mesa mientras él se sienta para cenar. Miro los documentos y son de migrantes, y de impuestos. Los acomodo en una fila cada uno, siguiendo el orden alfabético de los apellidos.

Llegó a la B y veo a un tal Benice Sergio. Que si no me equivoco sus aportaciones no son iguales que sus gastos ¿De dónde saca ese dinero? si en su declaración migrante de hace una semana dice que aún no consigue trabajo. Comparo con los impuestos y no, no aportó en nada. Prácticamente es una estafa, y el que realizó estos conteos es un tonto, cómo pasó por alto algo que es tan obvio.

—Izan... algo aquí no cuadra. —hablo mientras miro otra vez los números para no injuriar a nadie.

—¿Te dije que husmearas? —ya me esta hartando su tonito. —Deja eso que no es de tu incumbencia.

Levanto la vista y él está de espaldas comiendo su cena, casi me dan ganas de dejar que le roben en sus narices. —Bien, como digas, que te sigan robando entonces.

Estoy por meter los documentos donde corresponden cuando vuelve a hablar. —Explícate. —lo miro molesta por no escucharme desde el principio.

Me acerco a él con las dos hojas y le muestro los datos. —Este hombre no ha pagado los tributos que le corresponden, y mira sus gastos según factura. Y supuestamente no tiene un trabajo. Entonces sin fuente de ingresos cómo consigue esas ganancias.

Mira detalladamente los datos en ambas hojas. Se levanta y va hacia la puerta. —Traigan a Clement. —habla a los guardias. —Y tú, revisa los demás documentos.

Me quedo un rato confundida y luego acato su orden. Miro cada dato, pero los demás cuadran a la perfección sacando el porcentaje de cada impuesto, continuo porque este pueblo sí que tiene varios migrantes, cuando estoy por entrar a la H la puerta es abierta.

—Me mandó llamar majestad. —habla el hombre que acaba de entrar, lo detallo y me arrepiento de haber abierto la boca, es un hombre mayor.

—Adara, por favor. —creo que es la primera vez que escucho esas palabras de él.

—Eh... Sí, señor, aquí no cuadran la declaración de impuestos del señor Sergio Benice, sus impuestos pagados son muy por debajo que los gastos que organiza, así que por ende él está haciendo una estafa tributaria y hay dos opciones, o él trabaja de algo ilegal y obtiene dinero de eso, o él mintió en su declaración de refugiado. En ambos casos, usted lo dejo pasar.

Él hombre me mira con odio —ya no me da tanta pena, no mentira sigue siendo un hombre mayor— y luego cambia su expresión a una confundida ante Izan. —Mi soberano, no es así, simplemente se me pasó...

—¿Se te pasó Clement? Si se te pasan datos tan evidentes no me sirves, será mejor que renuncies y le cedas el paso a alguien mejor. —camina hacia él como un león apunto de morder.

El hombre lo mira incapaz de creer lo que le está pidiendo, pero es lo obvio, perdió su credibilidad. —Pero majestad... —trata de hablar, pero Izan levanta la mano para que guarde silencio.

—Guárdate tus excusas para tu esposa ¡Guardias! Saquen a este hombre del palacio. —los hombres hacen lo que su rey pide y sacan a rastras al hombre que súplica su perdón, pero ninguna de sus súplicas es tomada en cuenta por Izan que bebe un poco del agua que le traje.

—¿Y tú qué me ves? Revisa haber si no hay más errores que quiero continuar con mi cena. —habla y me incomoda su forma de pedir las cosas, espero que no le hagan nada malo al señor, porqué tuve que acusarlo, a veces me olvido que este hombre no es mi padre y no solo los suspenderá.




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