Entre pólvora y suspiros

CAPITULO 19

Adara.

El camino de regreso a casa fue mucho más tranquilo y cómodo que el de ida, creo que el que confesáramos nuestros sentimientos retraídos ayudo bastante.

Izan dirige al caballo más relajado, pero yo continuo con los escalofríos cada vez que nuestros cuerpos se tocan. —Si es que hay un próximo paseo pido otro caballo, uno para mi sola.

—¿Por qué? No te gusto mi cercanía.

—No, dije eso, pero sé montar y hace mucho tiempo que no lo hago.

—Lo lamento princesa, pero deberá acostumbrarse a tenerme a su espalda, porque dudo que tenga paseos sola.

—¿Por qué no?

—Porque usted todavía no me da buena espina como para dejarla salir sola.

—Acabas de decir que tendré mis privilegios de princesa y ya estas faltando a tu palabra. —si, tal vez confesamos nuestros sentimientos ocultos, pero eso no quiere decir que cederé fácilmente a Izan, mi plan de escapar sigue en pie, no pienso volver a creer en un hombre solo por sus palabras bonitas.

Vamos Izan cede. Guarda un momento en silencio. —Bien, si lo dije se hará.

Sonrío. —Gracias.

El camino transcurre en silencio, y me dedico a disfrutar del cielo que poco a poco se va despejando de las nubes grises.

Al llegar al palacio no sé si es por lo que pasó, pero la infraestructura ya no me parece tan sombría y vacía, es como si la mirara con otros ojos.

Vamos al establo e Izan me baja al llegar.

—Izan, ¿Cómo crees que reaccionaría mi padre si se entera? —no puedo evitar preguntar lo que me invadió cuando me plantee el aceptar, y él lo único que hace es soltar una carcajada. Su risa es tan contagiosa que no puedo evitar sonreír.

—Sería fenomenal ver su reacción. —habla aun riendo.

—No te atrevas a decirle nada de esto a mi padre. —hablo volteándome para que mi amenaza se vea más verás.

Y con lo único que me encuentro es con su sonrisa socarrona. —No lo haré, pero si algún día se lo dices, permíteme estar presente por favor, amaría ver su rostro. —le doy un golpe en el hombro.

Decido estirar un poco más la cuerda para ver hasta dónde puede ceder. —Pero para hacerlo tendría que tener contacto con él. —le insinuó tratando de meter esa idea en él.

Veo su rostro endurecerse y borrar cualquier rastro de felicidad. —Entonces olvidémoslo, porque eso no pasará.

—Pero... —trato de persuadirlo, pero está vez habla más cortante poniéndole punto final a ese tema.

—No pasará Adara, así que olvídalo.

Me volteo desganada porque ahora comprendo que nunca obtendré lo que anhelo, por más que haga lo que haga él no me permitirá ver a mi padre. No tengo oportunidad de volver a verlo, cualquier esperanza que nació en mí acaba de morir instantáneamente al oír a Izan.

Una molestia e impotencia se instaura en mi corazón al saber que nunca tendré lo que deseo, no saldré de aquí nunca, no volveré a ver la sonrisa de mi padre, pero no hay forma de que deje que algo así suceda, voy a salir de estas tierras a como dé lugar, porque no pienso solo salir para ver la tumba de mi padre.

Estoy con un remolino de emociones, por un lado, el nuevo trato que tendré con Izan, por otro mi desolación por la ausencia de mi padre. Nunca podré resignarme a mi nuevo destino.

Habla antes de que me marche. —No intentes chantajearme Adara, porque no funcionará.

—No planeo hacer nada contigo. —hablo sin saber a qué me refiero exactamente, lo único que quiero es irme a mi cuarto.

Me suelto de su agarre y camino de prisa a mi habitación, en el camino me topo con Edmund, pero al ver mi rostro creo que deduce que no fue un buen paseo.

Al llegar me arrojo a mi cama y no sé qué siento, por un lado, mi corazón palpita desbocado por los besos que me di con Izan por otro la tristeza de la lejanía de mi hogar. Si sigo así pronto me volveré loca.

El rostro de mi padre desesperado al ver que me marchaba invade mi mente y las ganas de llorar con desolación me gobiernan, no quiero esto, quiero mi vida, como era antes, quiero volver a charlar con él, necesito sus palabras y sus enseñanzas, quiero a mi padre.

Cinco años:

—Siempre estaré contigo mi rosa preciosa.

—Prometes no dejarme, nunca.

—Nunca podría separarme de ti. —sus brazos me envuelven y yo me refugio en mi papá. —Ya no iré a ningún lado, lo prometo.

Siete años:

—Cariño, no fue tu culpa.

—Mate a mamá, fui yo. Si yo no hubiera nacido ella aun…

—¡Nunca más vuelvas a decir algo así Adara! Si tu no hubieras nacido hubiera muerto yo. Eres lo mejor que me pudo suceder. —las lágrimas invaden mis ojos. —No cambiaria nada de lo que sucedió.

—Pero… mamá…

—Mamá te quería tener aquí. Eres su deseo. —salto a sus brazos.

Quiero volver a sentir sus abrazos.

Nueve años:

Continúo pintando. —Papá, ¿por qué me dices rosa?

Él mira los movimientos de mi pincel. —Porque a tu madre le gustaban, además de que tu nacimiento fue gracias a la rosa de Crimson. Y porque como cada rosa sé que mi hija tiene sus espinas, nadie podrá acercarse a ella tan fácilmente. —sonrió negando por lo último.

Quiero volver a escuchar sus palabras.

Doce años:

—¡Golpea Adara! ¡con fuerza! —grita mi padre al ver como trato de cortar la leña. —¡Separa los brazos!

—¡Si no te quedas sin cenar! —me alienta mi abuelo.

Golpeo la madera con fuerza tratando de partirlo y lo logro, sonrío hacia mi abuelo y él me hace una venia, mientras mi padre aplaude con entusiasmo. — Ya, ya, solo partió una, que lleve una docena a la chimenea y tal vez la felicite, aunque es obvio que debe saber hacer eso, es una Cleanwood nuestro nombre es sinónimo de naturaleza. —hago una reverencia y continuo con la madera.

Trece Años:

Veo el ataúd y la bandera sobre el haciéndome sentir este momento cada vez más real, mi abuelo no puede estar muerto, no puede haberse ido. Su cuerpo no puede estar inerte. Camino a mi habitación al no poder contener mis lágrimas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.