Adara.
No sé qué pasó, me remuevo en el lugar donde estoy acostada y al tratar de abrir los ojos un mareo me invade. Entre abro los ojos como puedo y veo a alguien parado en frente mío, mi vista no puede enfocar bien quién es, solo puedo detallar su silueta y de pronto mis ojos vuelven a cerrarse.
No sé cuánto tiempo hace que estoy acostada, pero por mi cuerpo entumecido supongo que fue mucho tiempo, trato de abrir los ojos y pestañeo varias veces para que mi vista enfoque todo y lo primero que veo al abrir los ojos es la espalda de alguien, me trató de levantar, pero al hacer fuerza en el brazo una corriente de dolor me invade haciendo que suelte un bufido. La persona que está conmigo voltea ante el ruido y se acerca.
—Quédate acostada, no hagas esfuerzo. —pestañeo porque mis ojos otra vez quieren cerrarse logro enfocar al hombre y me doy cuenta que es Izan.
Volteo a mí al rededor y estoy en mi cuarto de Blackwood. —¿Qué me pasó?
Izan detalla cada movimiento que hago al acomodarme en la cama. —¿Por qué no me dijiste que estabas herida? Te estabas desangrando todo ese tiempo, tu herida era muy profunda. —casi lo siento como un reproche.
—Lo olvidé, —me trato de acomodar porque no encuentro una posición cómoda. —con todo lo que pasó. —vuelvo a hacer fuerza en mi brazo y una punzada de dolor me golpea.
Izan me agarra de la espalda para que evite hacer fuerza con ese brazo. —Acuéstate, ¿Quieres algo de comer?
Lo miro sin saber si pedir lo que deseo, me da vergüenza el pedirle comida, de hecho, desde que estoy aquí no eh mandado ninguna orden solo las eh recibido.
Izan me mira expectante. —¿Qué deseas Adara? Le pediré a Lydia que te lo prepare.
Bajo mis pies de la cama para levantarme. —Yo... Puedo ir a prepararme algo.
Izan ve mi intento de pararme y me levanta las piernas dejándolas en la cama otra vez. —No, claro que no ¿Qué quieres? Pide y te lo daré. —no puedo pensar en nada más que en qué tocó mis piernas con sus dos manos, aún siento sus dedos en mis tobillos, siento a mi corazón palpitar a toda velocidad y a mis sentidos alterarse ante un simple tacto.
Después de unos segundos me obligó a razonar. —Eh... Cualquier cosa con fresas está bien. —suelto sin pensar aún con el recuerdo de su toque repitiéndose una y otra vez, cómo este hombre puede tocarme así por así y seguir como si nada cuando yo estoy a punto de explotar con todo lo que siento.
Izan me mira un momento y luego se da la vuelta y habla con los guardias, supongo que les dará la orden para Lydia, luego de un momento vuelve a mi lado y se soba el cuello como si este le doliera. —En un momento subirán tu pedido. —ahora que lo reparo mejor se ve cansado.
Volteo a ver al reloj de mi habitación y ¡Son las dos de la mañana! ¿Tanto dormí?, ahora que detallo mejor a Izan puedo ver que su rostro está cansado y su ropa se encuentra algo arrugada.
Y sin pensar suelto: —¿No quieres acostarte? —Izan levanta la vista de golpe al escucharme, bueno... Creo que sonó algo sugerente, pero solo se va a acostar, no es la gran cosa, además me da pena que haya estado casi toda la noche despierto.
—¿No te incómoda? —me mira atento a mi expresión.
Le resto importancia. —No, para nada, no vamos a hacer nada malo y trato de que mi sonrisa se vea natural y no de nervios.
Se queda un poco estático como si su mente se hubiera ido un momento y luego asiente lentamente. —Sí, no haremos nada. —se acerca hasta mi cama y pronto siento como está se hunde con su peso.
Se acomoda la almohada debajo de su cuello y por un momento me siento incómoda con el silencio y me veo en la obligación de llenarlo. —¿Y mi padre?
Izan se aclara la garganta. —En Cleanwood supongo, o tal vez seguirá buscando a Elliott.
—Mmm... Creí que vino con nosotros. —ya no sé ni qué estoy hablando, solo deseo llenar el silencio.
—¿Querías que viniera? —me mira un momento.
Correspondo su mirada y el azul de sus ojos en este momento se ve tan oscuro, casi tilda a negro. —Claro, es mi padre, pero olvidaba que estoy confinada como método de castigo contra él.
El silencio reina otra vez en la habitación. —Aunque... Tú me llevaste con él a pesar de eso... Y bueno... Gracias por eso. —me retuerzo los dedos por los nervios que surgen no sé de dónde.
—No te acostumbres a eso, porque fue la única vez que cedí a algo así.
Volteo los ojos, ya volvimos a esas interacciones secas. —Bien como digas, —quito mi vista de su rostro. —ahora por favor retírate que quiero descansar. —imito su tono de voz.
—¿Disculpa? —me mira indignado. —Tú me pediste que me acostara.
—Sí, pero ya cambié de parecer, tu habitación está al lado no es mucho lo que caminaras. —continuo con mi actitud reacia.
Siento su mirada en mi rostro, pero yo mantengo mi vista al frente sin la mínima intención de voltear a verlo. —Bien, me iré, —suelta con otro tono de voz, uno casi sugerente. —pero dame un beso de despedida. —las últimas tres palabras me dejan estática.
—¿Qué? —volteo a verlo para saber si bromea, pero no, su rostro se encuentra neutral, como si estuviera hablando de un intercambio cualquiera.
Detalla mi rostro y se detiene un momento en mis labios para luego volver a mis ojos. —Recuerdas nuestro trato, besos sin vergüenza alguna, ahora quiero un beso, creo que me lo merezco te llevé a Eastfield, salvé a tu padre en más de una ocasión y te traje hasta aquí cuál doncella herida.
Entre abro la boca sorprendida por su pedido, pero, aunque quisiera hacerme la fuerte y negarme decir que no lo deseo cuando mi cuerpo entero grita "sí", siento mis mejillas calientes por la vergüenza de aceptar tal petición, pero después de todo debo ganarme su confianza ¿cierto? —Bien, solo uno. —me atrevo a decir.
Izan sonríe de lado satisfecho por mi consentimiento. Se levanta de la cama y la rodea quedándose de pie a mi lado, pronto se inclina quedando a unos centímetros de distancia de mi rostro, siento su aliento mezclarse con el mío y su aroma invade mis pulmones, sus ojos se ven aún más oscuros a esta cercanía, sus labios entre abiertos, su cabello cayendo libremente generando unas ganas de pasar mis manos por el, no sé qué me sucede, pero tampoco quiero frenarlo. Detalla mi rostro, y su mano se posa en mi mejilla, levanta mi mentón y en cuestión de segundos sus labios tocan los míos.