Entre Portales

4 - ¿Quién soy?

Percibía al aire fresco, mi cuerpo estaba bastante ligero. Era extraño el hecho de solo pensarlo, pero en la comisaría pude sentirme libre.

Sin embargo, debería recordarme más seguido que tan buena idea no es, interponerme en medio de un puñetazo, casi me desfigura.

Toc, toc...

Se abrió al sonar.

—Tu carencia de fe resulta molesta —Cité la frase de Darth Vader tratando de imitar su voz.

Estaba enojado, lo notaba por su cara. Cuando se molesta, alza su ceja derecha. Su rostro toma la imagen de estar oliendo algo asqueroso.

—Ya llegué —Di un brinco sin despegar los pies. La expresión cambió de repente, su labio empezó a temblar de forma tenue y sus ojos se humedecieron.

—Me preocupaste un montón, ¿Dónde estabas?

Antes que pudiera soplar una palabra, me dio un abrazo, de esos que te quitan el aire.

—Me-me vas a matar.

—Te calentare la cena —Se adelantó, secando sus lágrimas con la manga de la camisa.

Cual aventura heroica, le conté el malentendido que tuve que pasar.

Sobre la mesa había un gran pavo preparado para mi graduación, pero mientras le contaba, él parecía perdido en las nubes.

—¿Necesitas algo de mi? —Tosí. Se me complicaba imitar al Padrino, mi garganta no lo resistía—. Ahora soy un tipo duro de roer.

—Me alegro que estés bien, hijo —dijo casi sin ganas de saber que estaba bien.

—Cuanta euforia —hablé cortante—. ¿Sucede algo?

—Vi a tu madre —Tenía una voz inquieta, acariciando con lentitud los dedos de su mano.

—¿Y, como esta?, ¿se encuentra mejor?

—Su estado... ha empeorado —Estiró los labios a los costados con cierta desazón.

El tenedor se resbaló de mis dedos e impactó contra el plato de porcelana.

Mi mente se vació, él continuaba hablando pero no me enteré de nada.

Quería apretar mis puños hasta que se rompieran mis dedos. No lograría nada con ello.

Los dioses se reían, como siempre.

Las únicas palabras que no deseaba escuchar más, aquí estaban de nuevo en mi vida.

Me levanté con un fuerte impulso.

—Te sacó el auto, papá.

—Mañana es la incorporación —dijo con suavidad, pero sabía que no podía detenerme.

Sería inútil entrar a Dream, sin conocer su orgullo...

Aparté de inmediato esa imagen en mi cabeza.

Al estacionar el auto, corrí tan rápido como pude a la guardia.

—¡Hola, Hola! —La mujer parecía distraída en su computadora—. Disculpe, necesito ver a alguien.

Con pereza, la señorita levantó la vista.

—Me puede decir su nombre —cada palabra suya traía una lentitud que me ponía de los nervios.

—Milani. Milani Grimsdottir —le dije y se lo repetí nuevamente por las dudas.

—El suyo.

¡Oh, Dios!

Le susurré mi nombre con tanto odio, como si ella fuera la víctima y yo el asesino a punto de mandarla a dormir. Ni se inmutó.

—Bueno Señor Libo, son las 23:49 de la noche, ¿Piensa que es hora de visitas?

—Necesito verla, por fav...

—Cómo soy buena —me interrumpió —. Le advierto que acabo de llamar a la policía con este pequeño pero efectivo botón —Señaló el tapón negro sobresaliente de su escritorio con las cejas en alza—. Si se va a escapar de la cárcel, al menos cambie su uniforme.

¿Eh?

Maldición, todavía tenía el vestuario de la obra.

La mujer quitó la vista de mí, y atendió a un doctor que se le acercó a hablar.

¿Iré otra vez a la comisaría?

—Te ganaste un descanso doctor —le dice la mujer con una sonrisa, él se la regresó en un incómodo silencio donde los dos de repente estaban viéndome.

Una lámpara se encendió sobre mi cabeza.

—¿Tú todavía sigues acá? Ya llega la policía.

Me escabullí por detrás del edificio. Tenía tantas experiencias en este hospital que incluso sabía donde la mayoría de los doctores tomaban su descanso, así que salté la tapia y caí hacia el patio. Allí estaba, sentado sobre las escaleras que daban hacia dentro prendiendo un cigarrillo. Me observó, pero ni se sorprendió ante mi invasión.

Recordé al tipo que me sentó con solo tocar mi espalda, era una técnica bastante avanzada, no sería capaz de usarla, ¿o sí?

No, no, sería estúpido.

—Necesito su ropa... —Se lo dije directamente.

El doctor expulsó la bocanada de humo cerrando sus ojos.

—Está bien —respondió lanzando las cenizas a un costado.

¿Eeeeeeeeeeeh?

—¿Así de fácil?

Se levantó y sacó el estetoscopio pegado a su tórax para luego quitarse la bata blanca.

—¿Quieres ver a alguien importante? Póntelo—Me la arrojó.

—Pero no tienes que quitártela aquí... —Dije mientras el doctor se quitaba el pantalón sin dudar.

—Acéptalo con gusto, yo también pase por tu situación —Se detuvo a pensar un momento—. Pero a la vez no. He vivido tanto que los recuerdos se vuelven borradores —comentó ignorando mis palabras.

Luego de cambiarme y dejar en calzones al doctor en el patio del hospital, fui directo a donde estaba mi madre.

Mire unos segundos desde afuera el número de la habitación y la soledad caminó nuevamente sobre mi.

Las manos me temblaron al girar el manillar.

Tubos recorriendo por su cuerpo, dándoles medicamentos constantemente, o lo que sea que fueran.

Me acerqué a ella y besé su frente. La luz de la luna ingresando por la venta contorneaba su pálido rostro. Sin darme cuenta se humedecieron mis mejillas.

—Hoy no traje galletas —le susurré al silencio.

—Entonces para qué vienes...

Tal fue el susto, que reboté contra una mesa de la habitación en un estruendo de cosas sanitarias cayendo al suelo.

—¡Oye, avísame antes de hablar! —le dije sosteniéndome a las frías patas metálicas de una mesa.

—Acabas de tirar todo, bruto.

Levanté cada cosa muy delicadamente.

—¿Irás a Dream, Doctor? —Su voz era débil.



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En el texto hay: fantasia, aventura, poderes

Editado: 09.06.2022

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