Entre Portales

6 - Adultos...

La pantalla se oscureció y apareció un temporizador de treinta minutos.

Fui hacia la primera persona con trabajo estable y dispuesta a firmar, mi padre.

Me detuve unos segundos en la puerta y coloqué la oreja en ella.

Una música latina estaba a tope inundando mi casa, abrí con el máximo sigilo para toparme a mi padre bailando con la escoba.

—¿Es en serio, viejo?

Él me miró boquiabierto y dejó caer la escoba como si lo hubiera atrapado con la amante.

—Lo puedo explicar hijo...

—Solo firma aquí —le encimé la hoja.

—Mmm... No.

Alzó rápidamente la escoba y se puso a limpiar al ritmo de la música.

—Solo tienes que firmar aquí, nada más.

—Libo, no lo haré, de verdad —colocó una expresión seria—. Yo te conozco mejor que nadie y por eso no puedo perder tres meses de sueldo para cuando vuelvas aquí. ¿Cómo piensas que vamos a sobrevivir?

Estuve parado en el mismo mosaico casi cinco minutos.

—¿No lo firmaras? —pregunté. El tono de impactado se notaba a kilómetros.

—Si.

—¿Si es no?

Detuvo la escoba y me volteó a observar.

—Estoy afirmando tu pregunta.

Eché una fuerte bocanada de aire.

—¿Lo firmarás, o no?

Negó con su cabeza.

Me di vuelta y en ese trayecto hacia la puerta esperaba otra palabra, algún: Pero, bla, bla bla...

En cambio, no dijo nada, y así como los pasos siguen su rumbo, me fui de casa.

23 minutos más tarde.

El tiempo no se detenía y la hora prometida estaba a punto de cumplirse. Agaché la mirada para ver el folleto y la soledad de esa hoja era casi igual de grande que la que estaba sintiendo. Solo. Estaba solo.

Dream parecía ser un estúpido sueño del pasado, de algún niño que deseaba ser Batman, yo no iría a Dream.

Caminé en silencio entre la multitud, abrazados, llorando de felicidad y me detuve en el puerto para regresar el folleto.

Ni siquiera mi propio padre quería firmarlo.

—¿Por qué esa cara, muchacho?

Volteé para toparme con un señor de suéter blanco.

—Es la cara de un sueño roto, ¿la conoce?

El hombre frotó su barba blanca y mostró una pequeña sonrisa curiosa. 

—Oh si... Y vaya que la conozco —estiró su cuello buscando ver mi hoja—. ¿Cuántas llevas?

—Cero —le respondí cortante. 

La carcajada del viejo solo aumentó mi pena.

—Al parecer nadie quiere apostar por mí.

Entre su carcajada, preguntó:

—¿Cuál es tu motivo de entrar a Dream? No todos llegan a ser Bendy Gaps.

—Ni me interesa serlo —dije con desprecio—. Si tan solo pudiera... —suspiré y me quedé en silencio.

El hombre alzó la mano.

—Por favor, continúa.

—No creo que pueda salvar al mundo, ni siquiera me veo capaz de sobrevivir a la segunda sentadilla, pero hay una chica... Ella aparece en mis sueños. 

—¿Sueños o recuerdos?

—No lo sé, nadie la conoce. Parece que estoy loco, pero estoy seguro que ella está ahí, pidiendo mi ayuda —se me escapó una tímida risa—. Sé que suena egoísta, pero es lo que creo. 

Ante su mirada sin respuesta, la incomodidad se apoderó de mí. 

—¿Existen poderes que permitan aparecerse en los sueños o conectarse con otra persona? —rellené el silencio. 

El señor alzó las cejas y se encogió de hombros, como diciendo: "Y a mi que me preguntas". 

—En fin, lo intentaré de nuevo el próximo año. 

Hizo un resoplido en forma de risa. 

—El tiempo no es algo que se regala.

Lo miré frunciendo el ceño. ¿Piensa que deseo realmente perder un año? No puedo hacer nada al respecto.

Tal vez fue mi culpa. Si. Debería haber tratado de entablar relaciones con más personas y no perder mi vida en obras de teatro que nunca me llevarían a nada, solo a ocultar mi agonía sin sentido. 

Me detuve, no estaba con ganas de darle vueltas al asunto.

—Sólo empeoró mi estado de ánimo, pero gracias por el consejo.

El hombre retomó su carcajada tomándose el unicornio de arcoiris en la estampa de su suéter. Su risa era tan fuerte que me daba hasta vergüenza.

—Eres un chico bastante gracioso. Salvar personas, aunque sea solo una, no es tarea fácil —De repente movió los dedos de su mano izquierda, repetidamente. ¿Esa señal era lo que creía que era?—. Si te parece, puedo ser el primero. 

¿Eh?

—¿En serio? —busqué la lapicera por mis bolsillos, cual buscar la llave mientras estás siendo perseguido, pero me acordé de aquel pequeño detalle—. La lancé al mar... El tiempo pasaba y no conseguía nada.

Volvió a reír, pero ya no me importaba. Incluso me caía bien, a pesar de ser un viejo que daba horribles consejos en momentos inoportunos. 

—Señorita, por aquí —con su brazo llamó a unas de las madres que estaban por meter a su hijo a Dream—. Me permite su bolígrafo, por favor.

Tarareando la canción de la presentación y con una elegante letra inglesa, había bautizado mi folleto.

Groen Grenaldio, era mi primera firma.

***
 


—Una firmita para este pobre chico, ¿quien aporta su grano de arena? —En los últimos minutos, había tocado fondo.

La pantalla volvió a encenderse.

—El tiempo se acabó. Por favor, dejen la planilla al encargado de su región. Les agradezco por participar, y los esperamos a todos en Dream.

Las trompetas del apocalipsis bañaron la atmósfera y en silencio me dirigí hacia unos de los bancos del puerto.

—Me da un lugar, señora.

La vieja no se movía de su sitio.

—¿Señora?

Sus párpados estaban cerrados. La vieja había palmado hacia el más allá, coloqué mi dedo debajo de su ancha nariz, aún respiraba... Me acurruqué en el pequeño rinconcito que quedó al descubierto.

Le empujé un poquito y suspiré.

Todo había acabado. Mi padre tenía razón y eso me ponía furioso.

Era un fracaso, tanto tiempo esperando este momento para sentirme un completo fraude. Se me arrugaba el corazón. 
Continuar en la monotonía; una monotonía a la que no pertenecía. Perdía de vista mi paz.



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En el texto hay: fantasia, aventura, poderes

Editado: 09.06.2022

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