Nuestra ventana, la única conexión con el exterior, se fragmentó simulando un caleidoscopio.
Por un momento había elogiado la calidad del barco, el parqué era envidiable, ¿Pero la puerta? Esa puerta dejaba bastante que desear. La poca importancia de Dream para destinar parte de su millonario presupuesto en sus puertas, nos favoreció en todo sentido. Espalda recta y la primera patada fue mía. Escuché una risita de Miara, en la cual, me hizo pensar en dos posibles opciones: Admiró mi potencia o se burlaba de cómo salté en una pierna luego del golpe.
La desafié con la mirada, ella acomodó su cabello detrás de la oreja, se inclinó de lado con una mirada firme, era tan pequeña que incluso me dio ternura verla intentar derribar la puerta con su pequeño pie, echó aire abriendo apenas la boca y se impulsó.
La fuerza de su pierna levantó el agua dejando una estela y salpicando a borbotones mi rostro.
¿Eh?
Estalló en el centro, la madera se despedazó igual a la ventanilla, para segundos después, derrumbarse en el extenso charco.
Quise expresar lo sorprendido que estaba, pero mis palabras no salían.
La velocidad de su pie, no exagero si me acomodó el peinado a un lado. El eco aún se escuchaba por los confines.
Me asintió y pasó por encima de la puerta troceada.
—Regresaré —confesó indudable.
—¡Te acompaño! —dije atónito.
Ya con su cuerpo en mitad del pasillo, me negó con la cabeza.
—Quédate aquí.
Y echó a correr por la galería.
Me gustaría dejar en claro que no conseguí patear más fuerte debido a las ampollas de mis pies, era evidente.
Con mi orgullo ganando la maratón, me tropecé antes de la meta.
Soledad.
No ayudaba en nada...
Miara fue a buscar una salida, Jens concentrado en el bote. Yo nuevamente aquí, esperando que el agua me tapara el cuello y luego, ser salvado por mis compañeros.
Solo quedaba apreciar el juego de luces que se reflejaba sobre el agua.
¿Y si ese era el propósito de Dream? Quizás el reflejo muestre algún mapa nuevo. Tal vez un portal directo al patio de la casa de Estribalos.
Me quedé un segundo observando a Jens, aunque en realidad ni enterado de lo que hacía. Me había sumergido en mis pensamientos y con un poco de autocrítica, en mi cabeza resonó:
Portales... Ese oficinista parecía saber de lo que hablaba. Mi cuerpo se apoderó del miedo. El reflejo me amenazó con ser consumido por una ovalada oscuridad.
Soy débil.
Me estaba afectando. Dream me estaba haciendo pensar cosas que rozan la demencia, abriendo las puertas de la paranoia.
Suspiré. Como una vez dijo mi madre, la preocupación es el mayor ladrón del tiempo.
¿Y porqué se me cruzó por la mente el pug echándome en cara esos movimientos?
Creo que inconscientemente traté de relajarme.
—Maldito perro...
Jens volvió a verme junto a una mirada de incomprensión, arqueando de forma tenue su bigote. Supongo que prefirió evitarse algunas preguntas y continuó sin más.
-—¿Lo de la niña te está afectando? —preguntó luego de un tiempo. Se lo tomó más como una obligación.
Arqueé mis labios con desazón. Busqué una respuesta, pero no me importaba. No se quien era, ni la clase de juego en la que quería meterme.
—No hay razón de temerle a alguien que no tiene el valor de mostrarse.
El rostro de Jens me recordó a cuando miró por la ventana. Dejó una pequeña rendija en su boca, paralizado y lentamente alzando su dedo. Perdió la mirada detrás mío.
Dejando caer sobre la cama algunas tablas, se levantó como herido por el rayo.
—¡La niña! —Señaló a mis espaldas.
Fue un acto reflejo, cualquiera que lo hubiera visto desde afuera, habría pensado que el agua hervía. Dí un brinco, desde el ingreso, hasta la cama de Jens, de casi dos metros. Abrió los brazos con ademán de atraparme.
Ante la explosiva risa, no fue necesario comprobar que no había nadie más que los tablones luchando por un lugar sobre el agua.
Apreté mi puño contra su hombro dándole fin a su alegría. Él me miró sorprendido temiendo mi reacción. Soporté la seriedad, hasta que advirtió una pequeña curva en mis labios, él me imitó y la carcajada se hizo al unísono.
—¿Crees en los fantasmas?
—No digas esas cosas —Me cortó el rostro con su mirada—. ¡Por supuesto qu-que no!
Arriba nuestro, la grieta se expandía y los escombros de pintura beige caían como hojas en otoño sobre el agua.
Esa grieta en el techo me hipnotizaba con un posible escape, quizás, producido por unos de esos delirios que me estaban empezando a provocar los misterios de Dream. Aunque apenas cruzaba mi dedo, rápidamente comprobable por mis ansias de ser útil, lo advertí subiendo al espacio que dejaba la ventana y apoyando mi mano en la cabellera de Jens, que se expresó de inmediato muy quejoso.
—¿Qué estás haciendo? —Consultó con la dentadura apretujada y luchando para mantener firme su cuello.
—Si pudiéramos demolerlo, será clave para que nuestro barco pueda llegar al mar, sano y salvo —le dije indagando cada detalle de la grieta en búsqueda de sus puntos débiles.
Casi resignado y sin mover el pescuezo, me alcanzó el martillo que estaba cubierto por el agua.
—Cuidado que no se nos caiga todo el techo sobre nosotros.
Un pie al borde de la ventana, el otro sobre la esquina, mi mano en su cabeza y la visión en absoluta concentración cazando los puntos débiles de la grieta.
—¿Jens? —Conseguí decir en medio del aire. Fueron dos giros y el martillo salió disparado hacia la puerta.
Ni siquiera pude chocar el martillo contra la grieta. Por suerte, nadie salió herido y logre caer en unos pedazos de madera...
¿Madera?
—¡Vas a destruir el batel, Libo!
—Pero ya sabemos que flota...
Aunque eso parecía más preocupante que cualquier cosa, ya habían pasado quince minutos desde que Miara desapareció por la puerta.
Mi compañero levantó el pie para atravesar el barco como gigante pasando por encima de un puente.