La peculiar habilidad de Lunaria, encargó a las aguas, desplazar a Jens y Miara hacia un rumbo desconocido.
Luego de darles vueltas al asunto, Jens decidió recostarse en el manto acuático, brazos emulando una almohada y piernas cruzadas.
Miara le mostró una cuestionable sonrisa haciendo que los pensamientos del chico recayeran en la conversación con Lunaria.
La observó de reojo.
¿Era momento de preguntarle?
—Esto es magnífico —pataleó altanero.
La corriente imitaba el movimiento de una cinta para correr.
La chica viajaba en forma esférica atrapando sus rodillas contra el pecho. Cada tanto se soltaba para desprender a los rebeldes de la frente.
El inventor comparó las heridas. No titubeó al reconocer que su rostro con una simple cachetada había quedado con un ojo disfuncional y una robusta inflamación en progreso sobre su mejilla izquierda.
A la par de una mueca de dolor, repasó sus molares con el índice.
—Menos mal —Respiró aliviado—. Tengo todos mis dientes. Seguramente por las sardinas en aceite que cocinaba mi abuela, ¿Y tú?
—Soy resistente —dijo inexpresiva.
Ella se perdía en las imágenes de su cabeza.
Era parte de la esencia de Lunaria, lo sabía, pero...
—¿Hacia dónde vamos? —cuestionó. ¿Acaso tenían un destino? ¿La marea se detendría en algún momento?
Fue una autopregunta creyendo que Jens no ayudaría en mucho.
Sin embargo, no tuvo en cuenta que su compañero había estado observando las estrellas en lo que llevaban de viaje.
—¿Qué es la vida, después de todo? —filosofó—. ¿Somos los únicos en todo el universo?
A Miara se le escapó un bufido alegre.
—Te garantizo que no.
El chico le clavó la mirada al instante. La platica de su compañera con la pelirroja no dejaba de generarle dudas. Miara lo notó, exponiendo sus ojos como platos y rápidamente intentó voltear la conversación, pero Jens lo impidió.
—Y tú eres la prueba ¿no?
La chica quedó unos segundos petrificada, pero terminó dando un suave soplido.
—Tal vez —cedió a su inquietud.
—¿Eres como un alíen o algo así? ¿Esas locas también son de tu mundo?
Miara intentó hablar.
—¿Y los poderes? —continuó—. ¿Tu piedra es mágica? ¿Cuándo tendré la mía? Será útil para mis inventos... —agitó sus cejas con cara malévola.
Recordó el camarote del barco la manera en la que no paraba de hablar. Miara largó una pequeña risa.
Jens era Jens.
Por un instante lo vió frotar su mentón.
—¿La niña fantasma caga? Parecía una buena persona... o espíritu, supongo. No veo la hora de contarle a mi familia —Alzó las manos intentando acariciar el cielo—. Los tambores de los Stone sonarán otra vez en Islandia.
—Tus dudas serán resueltas en Dream.
—¡Eso es trampa!
Miara sorprendió con una descarada sonrisa. Inevitablemente Jens se contagió.
Las risas se combinaron en el piélago.
En otro lugar, la batalla llegó a su fin.
No había aire y las violentas bocanadas no eran suficientes. Mis pulmones fallaban, algo andaba mal con mi cuerpo. Bajé la vista, la sangre se derramaba como una canilla averiada, mi pecho se achicaba y expandía con rapidez.
Las manos de Bendy se veían borrosas.
El mundo decidió extinguirse, y se convirtió en algo oscuro donde la luz escaseaba, pero suficiente para notar la infinidad del lago rojizo.
Ya no quería volver aquí. Giré rápido. Ellos llegarían en cualquier momento.
Empecé a correr a cualquier parte, salpicando borbotones de sangre. Manchaba mis piernas pero no le prestaba atención, tenía que huir.
Por más que me negara, aquello no dependía de mí.
Apareció el primer volador. Trastabillé. Una sombra que evaporaba humo negro. Su rostro humeante apareció en mi cara.
¡Es tu culpa!
Sentenció con una voz desgarrada.
Lo ignoré y corrí hacía la izquierda, dando largas zancadas como si eso fuera capaz de alejarlos.
Consumido por el pánico, observé arriba y centenares volaban sobre mi.
Nos has matado.
Eres una maldición.
Asesino.
Había tantos que las voces se volvían omnipresentes. Estaban en todas partes encerrandome con sus lamentos.
Asesino. Asesino. Asesino.
—¡No he hecho nada! —les grité con la garganta ahogada.
Pero continuaron.
La sangre bajo mis pies se volvía pegajosa.
Ya era suficiente.
Yo... no era el villano.
Caí de rodillas. Mis manos se aglutinaron con la sangre. Y solo pude mirar hacía arriba.
Asesino. Asesino. Asesino.
Las sombras se acercaban.
Mis ojos se inundaron de lágrimas y se desparramaban sin parar por mi rostro.
Quería irme, quería que se detuvieran.
Me había cansado de estas pesadillas del maldito carajo.
La llamé.
Star...
Se oyó un sonido lacerante a mis espaldas, las sombras explotaron en un líquido negro.
Sobresaltado aprecié como todo desaparecía... Excepto ella.
A unos metros de mí. Era imperturbable. Quería acercarme, pero la sangre me consumía y no podía escapar.
Su mirada fría bastaba para calmarme, como si me dijera que no era tan especial, solo uno más.
Quería ser uno más.
Estiró el brazo y me ofreció su mano antes que me hundiera en el pozo de sangre.
Sus ojos eran negros, carecían de cualquier felicidad, aún cuando me habló.
—No me decepciones.
Involuntariamente abrí los ojos.
Otra vez ella me liberó.
Bendy estaba sentado en el borde del contenedor dándome la espalda. Me dolía cada centímetro del cuerpo y unos de mis quejidos le advirtió que había despertado.
Volteó su torso y alzó su mentón.
—¿Cómo te encuentras?
Se sentía extraño despertar y no encontrarme en mi habitación, que mi padre se volviera loco interpretando alguna obra... Inesperadamente lo extrañaba.