Entre Portales

15 - Dream. Una excursión peculiar

La sacudida desacopló cada átomo de mi cuerpo. Siendo consciente de ello, me arrojaron en millones de partes y el cuarto se extendió ante mí. 
Fui encajado en una habitación con la inercia empujándome el trasero y los ojos desorbitados. Antes de cargarme un escritorio, resbalé por la cerámica blanca y quedé patas arriba. 

Al parecer no era el único, lo mismo había sucedido con mis compañeros que se reponian de la caída.

—Faltan medidas de seguridad —exigió Jens, molido. 

Miara le extendió su mano. Él se quejó como un anciano que le rechinaba el ciático. 

Me penetró un aroma hogareño, era cálido y no parecía el sitio en el que se estimaba una universidad como Dream. Unas pequeñas macetas, cuadros familiares y a mi frente un diminuto escritorio que se amoldaba con las piernas largas de la secretaría en su silla.

Vestía una camisa blanca con el logo de Dream. Un rostro familiar, aunque no sabía de donde. 

Nos dedicó su atención, pero sin dejar de escribir cuánto papel acababa en velocidades que no comprendía, tan así, que su mano parecía un simple borrón. A sus espaldas llevaba un sin números de documentos que escalaba hasta el techo.

—¡Felicidades por pasar la prueba! —dijo con entusiasmo.

Su voz me teletransportó al puerto de Islandia, la mujer de la pantalla. 

Hubo un silencio incómodo. Apartó la sonrisa y se arrimó sorprendida. 

Dejó a un lado el bolígrafo. 

Su mirada se dirigió hacia la mejilla de Jens, tan inflamada que podría estallar en cualquier estornudo. Luego ojeó mi camisa empapada de sangre y se detuvo en Miara. Las mangas negras se habían rasgado y permitían ver sus heridas. 
Algo de lo que no me había atrevido a preguntarle.

Saqué los carnet y los apoyé a un lado del papeleo. 

—¿Habitación 115, verdad? —adivinó.

Miara le asintió con los brazos esposados a la espalda.

Se acarició sus expresivas cejas negras, luego se frotó los dedos. Era como si intentara acomodar las palabras dentro de su cabeza. Posiblemente nuestro voto de silencio le daba más presión de lo que esperaba.

Juntó sus dedos y se acomodó como si fuera a dar una larga explicación. 

—Nuestros barcos se arman como si fueran figuras de Lego. Dream necesita evaluar sus reacciones frente a situaciones que pongan sus vidas al límite. Era nuestra verdadera prueba. El barco se desacopla, los compartimientos se inundan y llegan a Dream bajo sus propios medios, pero… 

—Pero un maldito gorila casi… —No lo quería ni decir, pero su explicación no era suficiente para mi.

—Luna, es como se hacen llamar. Parece que se les unió un nuevo integrante capaz de crear portales. Motivo por el que no los pudimos detectar a tiempo.

Quedé estático. 

Portales. El sujeto que atacó a las bellas artes. Debía ser él.

Miara se corrió el cabello y le clavó sus ojos.

—Discutiremos el resarcimiento en otro momento, fue una noche irritante —dijo con tono dulce. 

—Eh- Sí, por supuesto. Yo misma me encargué de avisarle a Bendy de la situación. En nombre de Dream, lamentamos los inconvenientes.

—¿Bendy? —balbuceó Jens, incrédulo rompiendo el mutismo.

Le asentí a la secretaría y Jens teletransportó su cabeza hacia mi.

—¿Bendy te salvó? —me sacudió del hombro. Hablaba como un boxeador después de la pelea.

—Si no fuera por él, estaría muerto.

—No... ¡No lo puedo creer! —agarró sus pelos sueltos—. Si tu conoces a Bendy, eso significa que yo también conozco a Bendy.

—Bueno, si así es como lo quieres ver...

Rápidamente, con la perilla del ojo vi el cuadro de mi derecha volverse neblinoso y de la nada misma, un sujeto se mostró con el ceño fruncido.

—¡Sabía que le encargaste el trabajo a Bendy! —gritó consternado. 

Mi corazón se sacudió.

Miara fue la única que reaccionó rápido y le pegó un puñetazo instintivo en el medio de su cara.

El moreno cayó al suelo apretando su nariz. 

¿Había estado invisible todo este tiempo?

Vestía uniforme negro, cabeza rapada a los lados y por encima unos abultados rulos. 
Luego de una tímida disculpa, el moreno le agitó la mano como si nada hubiera sucedido. 

La secretaria revoleó los ojos y suspiró previo a presentarlo.

—Sterling. Los acompañará al sector primario —habló perezosa, como si no valiera más de dos minutos gastar saliva. 

—¡Tienes que confiar en mí, Demelin, para eso estamos casados! —recriminó el muchacho. Una línea de sangre deambulaba bajo su nariz 

—¡No tiene nada que ver una cosa con la otra, Richard! —respondió con ira y el tipo hundió su cuello.

De repente, esto se había convertido en una telenovela mexicana.

—Ese imbécil aún me debe dinero.

—¡No me interesa! —le corrió la vista y nos observó con una sonrisa—. ¿Tú eres Jens, verdad? —buscó en uno de los cajones de su escritorio y exhibió un pote naranja—. Ten, para tu inflamación.

Jens cogió la pastilla entre sus dedos con los ojos brillantes, como si la pildora fuera a darle una vida extra. 

—Es ibuprofeno.

—Ah…

Avanzaba con la espalda doblaba y los hombros pesados. La lechuga perdía efecto, dejando una inoportuna fatiga en todo mi cuerpo. 

El pasillo era estrecho y con una ligera curva que impedía ver el extremo. Saturado de habitaciones, en varias se oían discusiones imposibles de descifrar por culpa de Sterling que aceleró su paso, mientras recitaba cada blasfemia del diccionario.

Al final del pasillo no había una puerta como tal, el marco se recubria de algo reflectante, con una textura idéntica a la de una burbuja. Sterling la atravesó y nos alentó a seguirle.
Jens se tomó su tiempo, admiró cada centímetro de la pompa antes de traspasarla.

Miara sin más, continuó el recorrido. 

La empujé con el pie, pero al instante me echó de nuevo al pasillo.
Apoyé mi mano y la burbuja se estiró hasta emitir un sonido idéntico a descorchar un vino. 
Mis dedos sintieron el aire. Luego fue cuestión de pasar mi brazo, torso, pies y ya estaba dentro de una cámara abierta que tenía como techo otra burbuja gigante.



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En el texto hay: fantasia, aventura, poderes

Editado: 09.06.2022

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