Entre puertas

5

Al día siguiente, no tenía trabajo. Descubrí que había un gimnasio justo al lado del edificio, así que bajé y me apunté. Pasé toda la mañana en el gimnasio, y al salir, estaba agotada. Antes de subir a mi casa, fui a comprarme un café. Subiendo a mi casa, me encontré con Jay.

—Buenos días, princesa.

—¿Princesa?

—Eres igual de pelirroja que una de ellas —dijo en un susurro en mi oreja, pasando a lado mío hacia la salida.

Subí a mi piso y, al llegar, vi a Vanessa en la puerta, tal vez esperándome.

Cuando me vio, se acercó a mí con una sonrisa. Hace más de un mes que no la veía. Si recuerdo bien, pagué el alquiler a tiempo.

—Hola, Abby, ¿me recuerdas?

—Sí —abrí la puerta del piso, le señale el piso y añadí:—. Pasa.

—Gracias —dijo y entró.

—¿Te llegó el nuevo anuncio de los alquileres de estas zonas?

—No, ¿de qué hablas?

—Pues ahora el precio se multiplicará. El dueño de estos edificios está enfermo y necesita mucho dinero para su operación.

—¿Valdrá el doble?

—Sí. Ya te dije que esto es muy caro.

—Gracias por avisarme, ya puedes irte.

—Que rápido me echas.

Ahora como pago yo el alquiler de este piso, el primer mes me lo pagaron mis padres. Los que vienen los pago yo, y ahora no se como lo haré si tengo que pagar el doble.

Acompañe a Vanessa a la puerta. En la puerta se giró y me dio una abrazo.

—Ten cuidado.

Yo no entendía nada. ¿Qué me quería decir con eso? Le devolví el abrazo y, al soltarnos, quise preguntar qué significaba, pero al levantar la vista vi a Jay parado, mirándonos. Vanessa también lo vio, se quedó un momento observándolo y luego se dirigió al ascensor a toda prisa. ¿Qué acababa de pasar?

—Hola, Merida.

—Cada vez me llamas diferente.

—Busqué su nombre, creo que se llamaba Mérida, la de Valiente.

—¿Te estás burlando de mí?

No me parezco en nada a ella, ojalá ser tan valiente como ella y cambiar las reglas de mi madre.

—¿Por qué me burlaría de ti?

Volví a entrar en casa, pero antes de poder cerrar la puerta Jay puso su pie.

—¿Quieres salir?

—No, gracias —pensándolo mejor, si quiero salir. Él al escuchar mi respuesta, ya estaba abriendo la puerta de su casa—. Espera. Sí, quiero.

Solo faltaba que dijera eso, y él ya se había dado la vuelta para dirigirse al ascensor. Al ver que no lo estaba siguiendo dejó de avanzar se dio la vuelta y se quedó parado mirándome.

—Vamoos, que llegaremos tarde.

—¿Tarde?

—Es una sorpresa.

Bajamos del edificio, estaba su coche aparcado enfrente del edificio. Subimos me puse el cinturón. Empezó a manejar hasta que llegamos a un cine.

—¿Vamos a ver una película?

—Sí, la de Merida.

—Pero si esa salió hace mucho, no la pondrán en el cine.

—Tardé mucho en buscarla, así que sí, la veremos.

—Pero… —puso sus dedos en mis labios como la otra vez.

—Esto es para pasarlo bien, como en los viejos tiempos —me interrumpió.

Salió del coche y se dirigió hacia el interior del cine.

—¿Viejos tiempos? ¿De qué hablas? Que te recuerde que no soy tu querida Emilia.

Entramos a una sala de cine. Lo diferente de esta sala era que solo estábamos él y yo, y la película ya había empezado. Cogimos nuestros sitios y nos sentamos a ver la película. Ibamos por la parte en la que Merida se peleaba con su madre.

***

—Es mi princesa favorita —dije, la amaba porque me identificaba mucho con ella.

—¿Te gustó? —preguntó Jay.

—Sí, gracias por sacarme de casa.

—¿Ahora a dónde vamos?

—A donde nos lleve el camino.

Nos subimos al coche, y él comenzó a manejar. No tenía ni idea de a dónde íbamos, pero lo único que quería era salir de casa.

De repente, al mirar por la ventana, me di cuenta de que nos estábamos adentrando en un bosque. No es que tenga miedo de los bosques, pero estaba en un bosque con una persona a la que apenas conozco desde hace unas semanas.

—¿Dónde estamos?

—En mi lugar favorito —dijo, con una cara de felicidad.

—Tu lugar favorito está en el bosque —dijecon una cara de asombro. Al verme, él soltó una carcajada.

—Sí, ya lo verás —respondió con una sonrisa divertida.

Paró frente de un camino, que llevaba al fondo del bosque. Bajamos del coche y me dijo que le siguiera. Lo hice sin dudar. Los árboles eran altos y frondosos, con un verde tan intenso que parecía de otro mundo. El aire estaba fresco y olía a tierra húmeda, y el sonido de las hojas al viento creaba una sensación de tranquilidad.

Lo estaba siguiendo sin mirar al frente cuando de repente él se detuvo, y me choqué con su espalda. Miré hacia donde él estaba observando, era una casa del árbol.

—Vamos a subir ahí —me señaló la casa.

Él empezó a caminar hacia la casa del árbol, y yo lo seguía de cerca. Me ayudó a subir, y cuando llegamos arriba, las vistas eran impresionantes. Se veía todo el bosque, con ese verde tan intenso.

—¿Recuerdas la última vez que estuvimos aquí?

—Yo nunca vine aquí.

—Lo siento, te confundí con otra persona.

—Como veo, traes a muchas aquí.

Dejamos de hablar y nos sentamos frente a la ventana, simplemente para admirar el cielo. Tenía los brazos en jarra, apoyados sobre mis rodillas dobladas. Estuvimos un buen rato así en silencio, parecía que nadie iba a decir algo, hasta que Jay soltó algo que me sorprendió mucho:

—Sabes, me recuerdas a Mérida, eres igualita a ella.

—¿Yo?

—No, yo.

—¿Pero en qué te recuerdo a ella?
—Porque las dos sois pelirrojas.
—¡Augh! Pensaba que ibas a decir algo más interesante, algo que no sepa.

—Siempre piensas que te voy a decir algo interesante ¿Qué harás cuando te des cuenta de que no lo haré?

—Ignorarte.

—Ya lo haces. ¿Cuándo me dirás tu nombre?



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En el texto hay: misterio, secretos, vecinos

Editado: 06.01.2025

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