Entre Silencios

Capítulo ° 2 °

 El supermercado quedaba a una calle de su casa, su madre claramente pudo haber ido sola, pero había utilizado la salida para obligarla a abandonar las paredes reconfortante de su nuevo hogar. Eliana se sentía cómoda pintando ahí, quería gastar cada espacio pintando en él y sobre él, pero tampoco podía abstraerse en la pintura cuando todo lo demás avanzaba. Tenía que detenerse de vez en cuando y observar su alrededor para ser consiente de donde estaba, pues entre el arte perdía la noción del tiempo.

Tomó el carrito de compras despistada, mirando el diseño de una de las paredes del extenso establecimiento y siguiendo a su madre quien se encargaba de buscar los alimentos de la lista que llevaba. Catalina le hablaba de vez en cuando solo obteniendo respuestas monosílabas de su hija.

— ¡Eliana! — exclamó — ¿Dónde tienes la cabeza, muchacha? ¡Estoy hablándote!

Eliana pareció salir de su trance y fijo la atención en su molesta madre.

— Lo siento, má — se disculpó enseguida — solo me distraje un poco.

— Si claro, un poco — se quejó — ve por las frutas de la lista, iré por las carnes.

Eliana asintió y le dejó el carrito a su madre mientras buscaba las frutas de la lista, tardó un rato en encontrar la sección de frutas y verduras pero cuando di con esta casi saltó de alegría; escogió las manzanas, naranjas y bananas que deleitaron su vista y las colocó en una pequeña bolsa todo junto. Detuvo lo que estaba haciendo cuando sintió una mirada sobre ella, le recorrió una sensación por todo el cuerpo que erizo sus cabellos y agitó su corazón, volteó encontrándose con varios compradores que la miraban como si estuviera loca y entre tantas personas desconocidas encontró a ese que, aunque solo había visto una vez, no había salido de sus pensamientos.

Era el mismo chico que había visto pasar frente a su casa junto a sus amigos días atrás, el mismo que la había hecho sonrojarse. Él se encontraba al otro lado de la sección de frutas y verduras con un delantal de color verde con el logo del supermercado.

Trabaja aquí — pensó Eliana.

De pronto se sintió incómoda, algo a lo que no estaba acostumbrada y al mismo tiempo sintió como un extraño calor subía a sus mejillas, el joven aún no apartaba la mirada de ellas desde el otro lado y cuado Eliana conectó sus ojos con los de él el chico le dedicó una pequeña sonrisa que a Eliana le pareció adorable; sonrió de la misma forma que lo hizo el chico y tomó las bolsas con las frutas que le había pedido su madre, para su mala suerte la bolsa con las manzanas, debido al peso, cedió desparramaando las manzanas por todo el piso.

Ese calor en las mejillas se había intensificado con la vergüenza generada, miro a todos lados rezando por que nadie la hubiera visto pero tenía más público que antes y entre ellos estaba el joven, se arrodilló y de esa forma comentó a recorrer las manzanas, sentía como las personas pasaban a su alrededor viéndola e ignorandola como si nada estuviera pasando, cada quien absorto en su realidad una en la que no estaba esa muchacha torpe en el piso recogiendo la fruta.

Tenía varía mano cuando otro joven se le acercó y le tendió la mano, Eliana lo miro sin comprender y este luego de dedicarle una sonrisa a modo de permiso, la tomo por los codos y la ayudó a levantarse.

— No debes recogerlas, de eso se encargarán mis compañeros. — le explicó.

— Lo lamento, todo este desastre — balbuceo — no fue mi intención, no me importa ayudar.

— Tranquila — rió el joven — no pasa nada, esas manzanas ya no las puedes llevar; tendríamos problemas si llevas manzanas magulladas a la caja.

— Pero...¿Se los descontaran? — habló avergonzada — no, no...déjame pagarlas, no puedo dejar que tú pagues por mi torpeza.

— No, no — la detuvo — eso pasa más segundo de lo que crees — se explicó — esas manzanas las llevaré atrás y las lavaran, quizás la usen para el puré de manzana que elaboran o tal vez en unas tartas, nadie, más que los clientes, pagarán por eso créeme.

Algo de paz invadió a Eliana en ese momento, rió un tanto avergonzada por lo sucedido pero comprendió que no se debía dolo a su torpeza, habían algunas bolsas de mala calidad, el joven la ayudó a escoger otra docena de manzanas que se llevaría, esas mucho mejores que las anteriores, compartieron palabras y risas durante un rato, Miguel, como se llamaba el chico bajito que la había ayudado trabajaba ahí desde que había abierto ese mercado y había condenado de maravillas con Eliana.

— Nos veremos pronto, Eli, — se despidio cuando llegaron al encuentro con su madte y se retiró.

Catalina la vio desde lejos, mientras ambos charlaban, no cabía en felicidad al ver a su hija sonriente con tan carismático chiquillo. Sabía que había sido lo correcto sacarla de ese encierro en el que estaba desde la mudanza y que, para su asombro, había resultado mejor de lo que se esperó. La fui despedirse del jovencito con una sonrisa y un beso en la mejilla como viejos amigos, habían congeniado sin duda; no habría forma de que no volvieran a verse, sobretodo, por el trabajo del chico en ese establecimiento.

— Y...¿Un nuevo amigo? — preguntó sin rodeos cuando Lía llegó a su altura.

—¡Mamá! — reclamó a lo bajo -no empieces !¿ Si?

— Solo preguntaba cariño - se excusó su madre- parece agradable.

— Lo es — comentó — fue muy amable conmigo, me ayudó a recoger un pequeño desastre que hice en el área de frutas.

— ¿Por qué no me sorprende que te hayas hecho notar tan pronto? — bramó su madre en tono burlón.

— Fue un accidente — habló con rapidez — la bolsa tenía una abertura en la parte de abajo, pero cuando me di cuenta ya habían manzanas por todo el piso.

— Ya claro — rió Catalina — solo trata de tener más cuidado la próxima vez, no queremos que nos echen del mercado por dañar manzanas ¿Cierto, cariño?

— Mamá basta, me avergüenzas... — las mejillas de Eliana obtuvieron un tono rojizo de la vergüenza.




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