Entre Sombras

2. Un plan

Sofi estaba convencida de que el señor vigilante del cementerio exageraba. Las personas mayores conservaban muchas creencias antiguas y bastante absurdas.

Qué se le iba a «pegar un muerto». No pudo evitar soltar una carcajada, aunque el cubre bocas impedía qué la gente cercana supiera de dónde procedía. Y bueno, sí, su risa era escandalosa.

Era domingo, por lo que al regresar a su casa, después de rociárse con la botella con alcohol de la entrada, se dejó caer en su cama y casi de inmediato se quedó dormida.

El sueño de Sofi era profundo, en extremo. Al punto qué, si un avión encendía las turbinas al lado de su casa, ella seguramente no despertaría con el ruido. Fue por eso que no sintió cuando una mano invisible jugueteó varios minutos con su cabello.

En vista de los resultados, la mano continuó hacia la pantorrilla con el mismo resultado. Estaba claro que la sutileza no estaba funcionando y tendría que recurrir a los trucos clásicos.

—¿Qué pasa, Braulio?

—¿Estás seguro que está viva? La última salió gritando del cuarto.

—Pues —la sombra se agacha para observarla—, respira.

—Debe tener mucha paz en su alma para dormir de esa forma. Y eso es bueno.

—Bueno para ti, malo para ella.

—No quería tener que recurrir a los clásicos vulgares.

—Espera a que despierte, tal vez así puedas atormentarla con propiedad.

—¿De verdad no hay otra forma?

—Debes debilitar a la víctima y dejarla en un estado vulnerable para empezar el ataque.

—Eso ya lo sé, pero ¿No podríamos saltarnos ese paso y solo tomarla? —preguntó un Braulio desanimado. Fastidiado por tener que cumplir con reglas sin sentido para él.

—No.

—¿Quién dice?

—No sé, así es y ya.

—¡Dame una buena razón!

—¡Ay, ya cállense! —ordenó la joven entre sueños.

Sofía se removió en la cama poniéndose la almohada sobre la cabeza.

—¿Ves? ¡Vas a despertarla con tus lloriqueos!

—¿Puede escucharnos?

—Solo cuando duerme.

—¿Y puede vernos?

—Seguramente, pero lo olvidará al despertar.

—Vaya. Eres una sombra muy lista.

—Pues si no aprovechas tu última oportunidad, tú lo serás también. O peor...

—¡Yo no hice nada malo!

—¿Seguro, «señor volador»?

—Yo no me quería morir.

—Te hubieras entregado.

—¡¿Qué?! ¡Igual me hubieran matado, y hasta torturado! ¡Tú no conoces a esos desgraciados!

—¡Mañana tengo que trabajar! —bramó la chica desesperada y lanzó una figura metálica hacia el lugar donde los espectros estaban parados, con tan buen tino, que si hubieran estado vivos, seguramente los habría herido de gravedad.

—Ven, vámonos. Dejémosla descansar.

Sofi, ya despierta, se asomó por debajo de la almohada en el justo momento en el que la puerta se abrió sola.

Aunque sintió miedo al principio, su mente lógica lo explicó cómo un chiflón. Era mejor esa versión, aunque sabía bien que un «chiflón», no giraba las perillas.

Ahora, a pesar del miedo, esperaba que lo que fuera, la dejara dormir en paz el resto de la noche porque tenía que madrugar.

Aprovechando la puerta abierta, un asustado cachorro de bóxer de nombre Pipo, saltó a la cama y se acurrucó cerca de su mamá humana.

El perrito parecía aterrado y esa no era buena señal.

—Ya bebé, duerme —trató de consolarlo al escuchar que gemía—. No pasa nada —sacó una mano de entre las cobijas para pasarla por su cabecita ahuevada.

Normalmente, en can dormía en el patio, pero había estado haciendo mucho frío por las noches y no quería qué el adorable e inquieto cachorrito, pasara incomodidades.

El corazoncito de Pipo empezaba a tranquilizarse y al poco tiempo se quedó dormido junto a su humana, por lo que ninguno se dio cuenta de lo que pasó caminando dentro del espejo.

Braulio también se percató de esa presencia «no autorizada» qué, al menos por el momento, seguía atrapada del otro lado. Aunque era cuestión de tiempo para que encontrara la salida.

—¿Ya viste? —le preguntó a gris.

—Sí. No te preocupes, los parásitos pueden ser de gran ayuda en tu caso.

—No necesito ayuda. Además, tú dijiste que debía convencerla, no asustarla.

—Primero que nada, yo no dije eso. Segundo, hay jerarquías, Braulio. Un nítido siempre tiene mayor jerarquía que una sombra negra. Yo tengo mayor jerarquía que cualquier negra o cualquier reptante. Tú mandas aquí. Son tus esclavos. Puedes usarlos o echarlos y deben obedecer.

—¿Y si no quieren?

—Hay castigos. Y de este lado no hay sobornos. Así que confía. Ah, y practica tu don de mando, porque sí titubeas o te sienten inseguro, no te van a hacer caso.




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