Entre Sombras

Capitulo 12

Lebor intercepta al demonio mayor antes de que pueda llegar hasta Thoth y ambos caen al suelo.

Veo como el cazador saca una de sus dagas y apuñala con fuerza hacia el demonio, pero este se esfuma antes de que se logre algún contacto; solo queda una nube de vapor oscuro en su lugar.

  

—No cambiaste nada, cazador. —susurra una voz gélida en mi oído.

 

Sujeto el sable con firmeza y corto el aire girándome. Otra vez la maldita niebla.

 

—No me digas. —gruñe, Lebor. Hace un gesto con sus dagas y se endereza con agilidad. —Acércate un poco y podrás detallarme mejor.

 

—¿Lo conoces? —pregunta, Thoth, moviendo sus ojos por el lugar. Sus manos se encuentran apretadas con fuerza y puedo percibir su fervor. Es como si la magia quisiera desbordarlo.

 

—¡Por supuesto que sí! —Exclama el demonio unos metros más lejos, haciéndose visible. Justo en donde se detiene la mirada del hechicero. —¿No le has hablado de mí? Debo decir que eso me ofende un poco.

 

Lebor parpadea con frialdad.

—Me tiene sin cuidado. —lanza una de sus dagas con velocidad y observo con lentitud como el demonio sonríe antes de desvanecerse de nuevo. Habría dado en medio de sus ojos.

 

Me concentro expandiendo mis sentidos. Esta vez es mucho más difícil localizarlo debido al huracán de emociones que estoy recibiendo por parte de mis compañeros. Ansiedad, adrenalina, enojo, incertidumbre y burla; booyah, ahí está. Fijo esa señal en mi cerebro y me ajusto a ella.  

 

Apunto mi sable en sentido contrario y desenvaino una daga con discreción. Como si no supiese exactamente en donde está. Disimulo girando sobre mí misma, hasta que visualizo el punto y confío en los reflejos de Lebor para que se aparte a tiempo.

 

Arrojo con precisión mortal la daga.

 

—Maldición. —gruñe el cazador lanzándose a un lado.

 

Sigo la trayectoria del arma e impacta en el aire justo donde esperaba. Aparecen unas manos y un rostro fruncido, seguido del resto del cuerpo.

 

—No esperé esto de ti, mi bella Vania. —se lamenta el demonio mientras mueve sus manos sobre la garganta en donde sobresale el puño de la daga. El punto perfecto para herirlo, pero no matarlo… o al menos no inmediatamente.

 

Sus ojos me observan con sorpresa y algo más. Ese sentimiento escondido que todos en algún momento sentimos, pero no queremos admitir. Y emana de él por todos sus poros: la traición.

 

—Pensé que habíamos hecho click.

 

Enarco una ceja con burla y lo apunto con mi sable. —¿Qué te hizo pensar eso?

 

Él ríe perfectamente, como si no tuviese una daga atravesando su laringe. —No lo sé, solo lo sentí. Podemos llamarlo compañerismo.

 

—¿Qué mierda? —inquiere Lebor, observando al demonio que se encontraba en su espalda. Después me lanza una mirada furibunda. —Ya hablaremos tú y yo.

 

El demonio suspira con fastidio. —Si, sí, lo hablarán en casa. A veces extraño sus problemas mundanos. —dirige su mirada maniaca hacia la criatura que se encuentra pegada en el hombro de Thoth contra todo instinto de supervivencia. No sé porque no vuela o huye, debe sentir la maldad emanar del demonio mayor, pero ahí está… solo observando con tristeza.

 

El hechicero cruza miradas con el flarcush y su mirada se ensombrece como lo he visto pocas veces.

 

Me suelto a reír con toda la arrogancia que puedo lograr de acuerdo con la circunstancia. —No tocarás al animal en mi guardia, demonio.

 

—¿Cómo lo impedirás, cazadora? —susurra, mientras extrae la daga de su cuello y la arroja hacia mi cabeza.

 

Me aparto y lo observo con suficiencia. —Seguro puedes hacerlo mejor.

 

El demonio sonríe. —Por supuesto que sí.

 

—Esperen, esperen. —interrumpe Thoth poniéndose en medio. Me da su espalda y eleva sus manos frente a él, hacia el demonio. —No tocarás a mi caz… a mis cazadores.

 

Frunzo el ceño. Pero, que mierda ¿acaso cree que está interrumpiendo una pelea en el jardín de niños? este idiota me complica demasiado la tarea de mantenerlo con vida.

 

—Oh, pero que interesante. —murmura el demonio casi con fascinación mientras no me quita el ojo de encima. —De verdad no lo vi venir. Para nada.




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