—Tía mía...
Fue lo primero que escuché al despertar. Mi mejor amiga me ayudaba a incorporarme en la cama... del susodicho. Frente a ella, un vampiro de ojos rojos, negros y dorados la observaba con una sonrisa divertida.
—Vaya, vaya, vaya... por fin despertaste, hermanita —dijo Diáspora, con esa mirada que parecía querer matarme.
Mi amiga y Theo mi hijo le gruñeron al unísono.
—¿Por qué me trajiste aquí? —le pregunté, con la mirada oscura y llena de furia. Él sólo sonrió, como si le divirtiera.
—Porque quería que estuvieras bien —contestó, aunque ni él mismo se lo creía.
—Claro... ya estoy bien. Me voy.
La tensión entre ellos dos era palpable. Mi amiga no dejaba de gruñirle al tal Enzo. ¿Será que se impregnó de ella? Si es así, me alegra. Al fin.
—Tú te vienes conmigo —la jaló hacia la puerta de la mansión del Alfa.
—¡Ni loca! —respondió, con valentía. Él mostró los colmillos, los ojos rojos encendidos. ¡Por la Luna, la va a morder!
Ella le dio una cachetada que resonó en toda la sala, y todos, en lugar de enfadarse, soltaron risas.
—Una loba entrelazada con un vampiro... ¿quién lo diría?
Por primera vez en el día, la miré directamente. Sonreí con picardía. A ella no le gustó. De malas.
—Como un perro pulgoso con una zorra. Ni eso, porque ese animal es bonito... y a ti no te quedaría bien —le espeté.
Sus ojos se volvieron dorados; su loba tomó control. No me importó. Algo dentro de mí se activó.
Mi hermanastra me dio una cachetada tan fuerte que hizo eco en toda la sala. Mi hijo corrió hacia mí con fuerza, pero lo detuve. Un niño de cuatro años no debe involucrarse en peleas de adultos.
—¡¿Cómo te atreves a pegarle a tu Luna?! —exclamó él, con valentía sorprendente para su edad.
Entonces sentí unos brazos fuertes rodearme, un aroma a limón y menta. Qué extraño...
—¡Mía! —dijo Taylor, con fuerza. La cara de mi hermana era todo un poema. Sus ojos dorados brillaban con ira. Se abalanzó contra mí, pero la empujé con toda mi energía.
Una luz brillante salió de mis manos. Ella gruñó. El sol entró por la ventana y ella retrocedió.
—¿Qué bicho eres? —preguntó, furiosa ante la luz. Los demás también se cubrieron, pero sólo ella parecía afectada.
Me acerqué hasta quedar frente a frente con ella.
—Una loba fuerte... que ha renacido hoy, querida hermana. Y desde ahora, nadie me lastimará. Porque quien lo intente... le irá muy mal. Esto va para los dos.
Enzo intentó acercarse, pero lo empujé con todas mis fuerzas. Mi amiga hizo lo mismo con su vampirucho.
—¡Te vienes conmigo, carajo! —gritó él, furioso, deseando clavarle los colmillos.
—Ya te dije que no. No voy a dejar a mi amiga sola.
La discusión subió de tono. Él se jaló el cabello, frustrado.
—Ellos pueden venir con nosotros. A mi reino —dijo, con una sonrisa que se borró al ver la expresión de ella.
—Eso ni en tus sueños —respondió ella, tomándome de la mano. Salimos de esa mansión, tan grande como solitaria. Perfecta para esos dos.
Sentí que alguien nos seguía. Era el vampiro rubio torpe, ese que no entendía lo que significaba un "no". Me metí a una habitación, me cambié. Me puse un vestido blanco con flores azules hasta la rodilla y salí...
Y los vi besándose.
—¿Ya te dejaste convencer? —pregunté con una sonrisa pícara… que se borró cuando ella le dio una cachetada.
Me dolió más a mí que a él. Pobrecito. Pero eso le pasa por no respetar a una loba.
—Voy si ella viene —dijo por última vez. Él rodó los ojos.
Ella me miró con súplica, como pidiéndome que dijera que no. Pero vamos, yo sí quiero salir de aquí.
—Sí. Será mejor que me vaya un buen tiempo y conozca algo nuevo.
Él sonrió. Pero no me gustó esa sonrisa.
—Oh… Créeme. A mi hermano le hará bien tener una compañera.
Empacamos las maletas. Mi hijo me abrazó, feliz.
—¡Por fin vamos a ser felices, mami!
—Eso espero, cariño… eso espero.
Salimos corriendo, ocultando nuestro olor. Enzo llevaba a mi hijo en sus hombros, corriendo más rápido que nosotras, pero le seguíamos de cerca. Y entonces llegamos....
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Editado: 17.06.2025