Entre sus brazos
Selene
A veces, el silencio de esta casa me pesa más que los gritos de un campo de batalla. Mía duerme en el cuarto de al lado, Theo sueña con estrellas que solo él puede ver, y yo… estoy aquí. Pensando.
Siempre termino en el mismo lugar: en sus brazos. En los de Taylor.
No importa cuántas veces me diga que ya fue, que ya pasó. Mi mente es traicionera. Se cuela entre los resquicios de la razón y me susurra que tal vez, solo tal vez, aún había un lugar para mí entre sus brazos.
Pero él eligió.
Y no me eligió a mí.
La eligió a ella.
Mi hermanastra.
No sé si fue el destino, la costumbre o el veneno del pasado que nunca se rompió del todo. Pero eligió volver a ese rincón retorcido donde todo comenzó, donde el cariño se confundía con culpa y el amor dolía como una maldición.
Yo lo esperé.
No con flores ni promesas, sino con heridas abiertas y las manos vacías. Porque lo que sentí por Taylor nunca fue suave. Fue un incendio. De esos que arrasan, que purifican, que destruyen.
Y aún así, cada vez que pienso en él…
Lo veo sonriendo, torpe, con esa manera suya de quererme sin saber cómo. Con miedo, pero con una honestidad que me partía el pecho. Lo veo acercarse, una y otra vez, aunque se detenga antes de tocarme.
Nunca terminó de llegar.
Y yo nunca terminé de irme.
Afuera, la niebla cubre los árboles como si el mundo estuviera siendo silenciado por la tristeza. La misma que siento en los huesos.
A veces, me imagino encontrándomelo de nuevo. Quizá en esta misma casa. O en otra vida. Quizá con una taza de café en la mano, fingiendo que somos dos extraños que se miran con ganas de volver a intentarlo.
Me diría que lo siente.
Y yo le mentiría diciendo que ya no me importa.
Pero claro que me importa.
Lo vi con ella. La forma en que le acariciaba el cabello, cómo se inclinaba para escucharla, cómo su cuerpo se relajaba al tenerla cerca. Esa paz que yo nunca le di. Esa calma que jamás fui.
Yo era fuego. Ella era bruma.
Y él eligió la bruma.
—¿Mamá? —theo aparece en la puerta, despeinado y con los ojitos aún hinchados del sueño.
Me limpio las lágrimas antes de que me vea.
—Aquí estoy, mi amor.
Se me acerca y se acurruca a mi lado sin decir más. Es increíble cómo su sola presencia me ancla. Me recuerda que no todo se perdió. Que tengo algo más fuerte que cualquier amor no correspondido.
—Soñé con él otra vez —dice, bajito.
—¿Con quién?
—Con el que fue tu amor. Estabas triste, pero él no se atrevía a abrazarte. Se quedó ahí, mirándote.
Mi corazón da un vuelco.
—¿Y tú qué hiciste?
—Lo empujé. Para que te abrazara. Pero él tenía miedo. Así que te abracé yo.
Lo abrazo con fuerza. Mi pequeño milagro.
—Gracias por no tener miedo.
—Tú tampoco deberías tenerlo. Él no te eligió. Pero yo sí.
No digo nada. Solo lo sostengo. Y en el fondo de mi alma, una parte se cura un poco.
Taylor fue mi tormenta. Mi amor imposible.
Pero este niño en mis brazos… es mi hogar.
Y tal vez, solo tal vez, algún día vuelva a amar sin quemarme.
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Editado: 17.06.2025