Entre sus brazos

Amor, colmillos y citas

Amor, colmillos y tazas con veneno emocional
Selene

Lo bueno de estar viva después de tantos líos es que una empieza a disfrutar del drama ajeno. Y eso incluía a Mía… y a su complicado romance con Enzo.

Estábamos sentadas en una cafetería que funcionaba de día para humanos y de noche para vampiros. El menú tenía opciones tan exóticas como “latte de sangre con esencia de cereza” y “capuchino con sombra de luna llena”. No pregunten. No quiero saber cómo lo preparan.

—Te dije que no debías pedir eso —le dije a Mía, señalando su bebida morada humeante.

—Pensé que era jugo de uva —respondió, haciendo una mueca como si acabara de chupar un zapato—. ¿Qué clase de uva muerde de vuelta?

Enzo apareció justo entonces, con su abrigo largo, su aire misterioso y su sonrisa que a Mía le hacía olvidar hasta la tabla de multiplicar. Se sentó junto a ella, sin dejar de mirarla.

—¿Esa bebida tiene… escamas? —preguntó, levantando una ceja.

—¡No lo digas en voz alta! —gritó Mía, tapando el vaso como si fuera un crimen.

—Solo preguntaba —Enzo sonrió, divertido. Se notaba que le encantaba molestarla. Casi tanto como a mí me encantaba verlos desde mi rinconcito con Theo en brazos.

Todo iba bastante bien hasta que apareció… Amber.

Sí, la rubia intermitente. Esa que aparece cuando las cosas entre Mía y Enzo están a punto de mejorar.

—¡Oh! ¡Qué coincidencia encontrarlos aquí! —exclamó, luciendo un vestido blanco que claramente no era de esta dimensión, con un escote que probablemente tenía licencia para distraer.

—Coincidencia mi trasero —murmuró Mía, apretando los dientes. Yo asentí. Confirmado: esta vampira tenía GPS emocional y sabía cuándo lanzarse.

—Enzo, necesito tu ayuda con algo… delicado —dijo Amber, tocándole el brazo con dedos de estatua griega.

—¿Delicado tipo “se me rompió una uña” o tipo “necesito invocar a un demonio menor”? —interrumpí desde mi asiento.

Amber fingió no oírme. Lo cual me pareció ofensivo pero profesional.

—Estoy segura de que Enzo sabrá priorizar lo importante —dijo ella, mirando a Mía como quien dice “juega en otra liga, cariño”.

Y entonces, Mía lo hizo. Se levantó, tomó su bebida violeta (la que burbujeaba) y le dio un sorbo como si fuera una poción mágica.

—¡AJÁ! ¡Ahora tengo poderes! —gritó.

Amber la miró. Enzo la miró. Hasta yo la miré.

—Mía… ¿estás bien? —preguntó Enzo, con tono de “¿debí salir con una bibliotecaria normal?”.

—Perfectamente bien. Porque ahora tengo visión láser emocional. Y tú, Enzo, tienes que decidir: ¿te vas con la rubia de perfume de funeral… o te quedas con esta loca que te quiere aunque tengas cara de villano sexy?

Hubo un silencio largo. Un murciélago pasó volando por la ventana. Alguien dejó caer una cucharita.

—Me quedo contigo —dijo Enzo, de forma tan natural que incluso Amber se congeló.

—¿Qué? —exclamaron Mía y Amber al mismo tiempo.

—Dije que me quedo con Mía. Porque me hace reír. Y porque con ella no sé si me van a besar… o lanzar una taza en la cabeza. Y eso me gusta.

Amber forzó una sonrisa, se dio media vuelta con elegancia vampírica y se alejó. Con dignidad, claro. La dignidad de quien ha perdido una batalla y no quiere mancharse el labial.

Mía lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿De verdad te gusto? ¿O solo dijiste eso porque tengo una bebida venenosa?

—Las dos cosas —respondió él, tomándola de la mano.

Y justo cuando pensaba que todo iba a cerrar de forma romántica, Mía le lanzó la bebida a Enzo. Literalmente.

—¡Por si te arrepientes! —gritó, sonriendo mientras él se limpiaba con una servilleta encantada que flotaba sola.

—Dios mío —murmuré—. Estoy criando un drama sobrenatural en vivo.

Theo aplaudió. Yo también. Porque si alguien merecía reconocimiento… eran esos dos.

“Citas, catástrofes y colmillos traicioneros”
Selene

Uno pensaría que después de declaraciones dramáticas, tazas voladoras y rubias vampíricas derrotadas, Mía y Enzo se merecían un descanso. ¿Una cita normal? ¿Una tarde sin maldiciones ni bebidas que burbujean solas? Ingenuos.

—Es su primera cita oficial —murmuré, escondida tras unos arbustos a una distancia prudente, con Theo en brazos y galletas en la mochila—. ¿Qué podría salir mal?

Spoiler: todo.

Primero, Mía eligió el lugar: un picnic en el claro del bosque, bajo la luna llena. Bonito, si no fuera porque olvidó que esa noche había reunión del club de hombres-lobo locales. Enzo llevó flores… carnívoras. Literalmente. Una se comió su pañuelo.

—¡Es el gesto lo que cuenta! —dijo él, mientras la flor intentaba morderle la manga.

—¡Y yo que traje fresas encantadas! —respondió Mía, lanzando una al aire como si fuera una granada.




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