Entre susurros y promesas

Capítulo 1: El Encuentro

El sol empezaba a esconderse tras las montañas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados, cuando Lucía decidió cerrar la librería por el día. Aquel rincón en el centro de la ciudad había sido su refugio durante los últimos cinco años, un lugar donde las historias de otros se entrelazaban con la suya propia, brindándole consuelo y compañía.

Mientras apagaba las luces y ordenaba los últimos libros, sus pensamientos vagaban hacia el pasado. Había llegado a la ciudad buscando un nuevo comienzo tras una ruptura dolorosa, y en la librería había encontrado una especie de hogar. Los clientes habituales se habían convertido en amigos, y los libros en su escape favorito. Pero, a pesar de todo, en lo más profundo de su corazón, sentía una soledad que no lograba disipar.

Con un suspiro, Lucía cerró la puerta principal y giró la llave. Al volverse, se encontró con un hombre que caminaba con prisa por la acera, cargando una pila de libros. La imagen le resultó curiosa y antes de poder reaccionar, uno de los libros resbaló de las manos del hombre, cayendo justo a sus pies.

—¡Oh, lo siento! —dijo él, agachándose rápidamente para recoger el libro.

Lucía sonrió y se inclinó para ayudarle.

—No te preocupes, yo te ayudo —respondió, extendiéndole el libro que había recogido—. Parece que tienes una buena colección.

El hombre levantó la vista, y Lucía se encontró con unos ojos verdes que la observaron con intensidad. Una sonrisa cálida se dibujó en sus labios.

—Sí, me gusta leer —contestó él—. Y siempre llevo más de lo que debería. Gracias por la ayuda. Soy Daniel, por cierto.

—Encantada, Daniel. Yo soy Lucía —respondió, sintiendo un extraño cosquilleo al estrechar su mano.

Daniel observó la librería y luego a Lucía, como si evaluara algo en su mente.

—¿Tú trabajas aquí? —preguntó con curiosidad.

—Sí, bueno, en realidad soy la dueña. Esta es mi pequeña joya —dijo Lucía, sintiendo una pizca de orgullo en sus palabras.

—Entonces tendré que visitarte. Me vendría bien un lugar tranquilo para encontrar nuevos libros —dijo Daniel, y por un instante, sus ojos reflejaron una sombra de melancolía que Lucía no pudo ignorar.

—Estaré encantada de recomendarte algunos —contestó ella, tratando de captar el origen de aquella tristeza—. La librería abre de lunes a sábado, de nueve a seis.

—Perfecto. Gracias, Lucía. Te veré pronto entonces —dijo él, sonriendo de nuevo antes de continuar su camino.

Lucía observó cómo se alejaba, intrigada por aquel hombre que había aparecido tan inesperadamente. Suspiró y decidió no darle más vueltas. Al día siguiente lo vería de nuevo, quizás entonces descubriría más sobre él.

Al llegar a casa, un pequeño apartamento decorado con simplicidad y buen gusto, Lucía no pudo evitar pensar en Daniel. Había algo en él, una mezcla de encanto y misterio que la había cautivado en esos breves minutos. Sacudió la cabeza, recordándose que no debía dejarse llevar tan fácilmente. Ya había aprendido esa lección.

Los días siguientes transcurrieron con normalidad, aunque Lucía se encontraba esperando ansiosamente la llegada de Daniel. Finalmente, una tarde, él apareció en la librería, como había prometido.

—Hola, Lucía —dijo él, entrando con una sonrisa—. Aquí estoy, listo para tus recomendaciones.

Lucía sonrió ampliamente y lo guió hacia una de las estanterías.

—Tengo algunos libros que creo que te podrían gustar. ¿Qué tipo de lectura prefieres? —preguntó, observando su reacción.

—Me gusta la ficción histórica, pero también disfruto de los clásicos y algo de poesía —respondió Daniel, recorriendo los títulos con la mirada.

Lucía asintió, dirigiéndose hacia otra sección.

—Aquí tenemos una buena selección de ficción histórica. Este es uno de mis favoritos —dijo, entregándole un libro—. Y si te gusta la poesía, tenemos una sección dedicada a autores contemporáneos.

Daniel tomó el libro, leyendo la contraportada con interés.

—Gracias, Lucía. Esto es justo lo que necesitaba —dijo, levantando la vista para encontrar la mirada de ella—. ¿Y tú? ¿Qué te gusta leer?

Lucía se sorprendió por la pregunta. No muchos clientes se interesaban en sus gustos personales.

—Me gusta de todo un poco, pero tengo debilidad por las novelas románticas y las historias de aventura —confesó, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas.

Daniel sonrió, y Lucía notó una chispa de diversión en sus ojos.

—Interesante combinación. Quizás podrías recomendarme una novela romántica también —sugirió él, con un tono ligeramente burlón.

Lucía se rió, y después de pensarlo un momento, sacó un libro de una estantería cercana.

—Este es uno de mis favoritos. Es una hermosa historia de amor y superación —dijo, entregándole el libro.

Daniel lo tomó, agradecido.

—Lo leeré. Prometido.

Pasaron las siguientes semanas, y Daniel se convirtió en un visitante frecuente de la librería. Sus conversaciones eran siempre agradables y llenas de risas, y poco a poco, Lucía empezó a conocer más sobre él. Daniel era escritor, trabajaba en una novela y había llegado a la ciudad buscando inspiración. Había sufrido una pérdida reciente, y como Lucía, estaba tratando de encontrar su camino.

A medida que sus encuentros se volvieron más frecuentes, Lucía y Daniel comenzaron a compartir más que solo recomendaciones de libros. Sus charlas se prolongaban más allá del horario de la librería, y a veces, caminaban juntos por la ciudad, descubriendo rincones escondidos y compartiendo historias de sus vidas. La conexión entre ellos crecía, y con ella, una promesa tácita de algo más profundo y significativo.

Una tarde, mientras paseaban por un parque cercano, Daniel se detuvo bajo un árbol y miró a Lucía con una expresión seria.

—Lucía, hay algo que quiero decirte —comenzó, tomando su mano—. Estos últimos meses han sido increíbles, y no puedo evitar sentir que hay algo especial entre nosotros.




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