Entre susurros y promesas

Capítulo 6: Ecos del Pasado

La librería de Lucía había recuperado su vibrante energía gracias a la ayuda de Clara, y la vida parecía seguir un curso sereno y productivo para Lucía y Daniel. A medida que pasaban los días, la pareja se sumergía en sus proyectos personales, encontrando un equilibrio perfecto entre el trabajo y el amor.

Una tarde lluviosa, mientras Lucía revisaba algunos libros nuevos para la tienda, notó una carta sin remitente entre sus papeles. La abrió con curiosidad, encontrando una breve nota en su interior:

"Necesitamos hablar. Hay cosas que debes saber. Nos vemos en el café de siempre mañana a las 3 p.m. —A."

Lucía sintió una punzada de inquietud. El único "A" que podría escribirle de esa manera era Alejandro, un viejo amigo de la universidad con quien había perdido contacto años atrás. Su relación había sido intensa y complicada, y había terminado de manera abrupta y dolorosa.

Esa noche, durante la cena, Lucía le contó a Daniel sobre la carta.

—Recibí esta nota hoy —dijo, entregándosela.

Daniel la leyó y levantó la vista, con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—¿Alejandro? ¿El mismo Alejandro de la universidad? —preguntó.

—Sí, el mismo. No he sabido de él en años. No sé qué podría querer ahora —respondió Lucía, frunciendo el ceño.

—¿Vas a ir? —preguntó Daniel, con una leve tensión en su voz.

—Creo que debería. Quiero saber qué es tan importante —dijo Lucía, tratando de sonar tranquila.

—Está bien. Solo ten cuidado. Y por favor, dime cómo va todo —pidió Daniel.

Al día siguiente, Lucía llegó al café unos minutos antes de las tres. Se sentó en una mesa junto a la ventana y esperó, mirando la lluvia golpear los cristales. Poco después, vio a Alejandro entrar. Parecía casi igual que cuando lo había visto por última vez: alto, con una presencia imponente y una mirada intensa.

—Lucía —dijo él, acercándose a la mesa con una sonrisa cautelosa.

—Alejandro —respondió ella, sintiendo una mezcla de nostalgia y aprensión.

Se sentaron y pidieron café. Hubo un momento de silencio incómodo antes de que Alejandro hablara.

—Gracias por venir. Sé que ha pasado mucho tiempo, y no te habría contactado si no fuera importante —dijo él, con un tono serio.

—¿Qué es tan importante, Alejandro? —preguntó Lucía, directa.

Alejandro suspiró y bajó la vista antes de continuar.

—He estado pensando mucho en todo lo que pasó entre nosotros. Sé que las cosas no terminaron bien, y eso es algo que siempre he lamentado. Pero no estoy aquí solo por eso. Hay algo más, algo que necesito decirte.

Lucía lo miró, intrigada y un poco nerviosa.

—¿De qué estás hablando? —preguntó.

—Lucía, hay algo que nunca te conté. Después de que terminamos, me mudé al extranjero y… descubrí algo sobre mi familia. Algo que podría afectarte a ti también —dijo Alejandro, con la voz temblorosa.

Lucía sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Qué descubriste? —preguntó, sintiendo que la tensión crecía.

—Descubrí que nuestras familias están conectadas de una manera que nunca supimos. Tu abuelo y el mío eran socios de negocios en su juventud, y hubo un desacuerdo importante que los separó. Pero hay más: tu abuelo dejó algo en mi familia, algo valioso que creo que te pertenece —dijo Alejandro, sacando un sobre del bolsillo de su chaqueta y entregándoselo a Lucía.

Lucía abrió el sobre con manos temblorosas y encontró dentro una serie de documentos antiguos. Mientras los revisaba, Alejandro continuó hablando.

—Estos documentos hablan de una propiedad que tu abuelo y el mío compraron juntos. Después del desacuerdo, mi abuelo se quedó con la propiedad, pero siempre supe que no era completamente nuestra. Quería devolvértela, Lucía, pero nunca supe cómo hasta ahora.

Lucía miró los documentos, tratando de procesar lo que Alejandro le estaba diciendo.

—Esto es… increíble. No sabía nada de esto. ¿Por qué me lo dices ahora? —preguntó, con la voz temblorosa.

—Porque me di cuenta de que era lo correcto. He estado viviendo con esta carga durante demasiado tiempo. Quiero corregir los errores del pasado, y esto es lo primero que puedo hacer —dijo Alejandro, con sinceridad.

Lucía respiró hondo, sintiendo una mezcla de alivio y confusión.

—Gracias por decirme esto, Alejandro. No sé qué haré con esta información, pero lo aprecio —dijo, guardando los documentos en su bolso.

—Tómate el tiempo que necesites. Solo quería asegurarme de que lo supieras —respondió él.

Después de un momento más de conversación cortés, se despidieron. Lucía se dirigió a casa con la mente en ebullición, tratando de asimilar todo lo que había aprendido.

Esa noche, le contó a Daniel todo lo que Alejandro le había revelado.

—Esto es… increíble. ¿Quién hubiera pensado que nuestras familias estaban conectadas de esta manera? —dijo Daniel, sorprendido.

—Lo sé. Estoy aún tratando de procesarlo. No sé qué hacer con la propiedad o con toda esta nueva información —dijo Lucía, con la voz llena de incertidumbre.

—Lo primero es asegurarse de que todo sea legítimo. Podríamos consultar a un abogado para revisar los documentos y ver qué opciones tenemos —sugirió Daniel, con un tono tranquilizador.

—Tienes razón. Eso sería lo mejor. Gracias por estar aquí para mí, Daniel. No sé qué haría sin ti —dijo Lucía, abrazándolo.

—Siempre estaré aquí para ti, Lucía. En lo bueno y en lo malo —respondió él, besándola en la frente.

Al día siguiente, Lucía y Daniel visitaron a un abogado para revisar los documentos. Después de una evaluación minuciosa, el abogado confirmó que los documentos eran legítimos y que Lucía tenía un derecho válido sobre la propiedad.

—Esto es un hallazgo significativo, Lucía. La propiedad es tuya por derecho. Ahora, la decisión es tuya sobre qué quieres hacer con ella —dijo el abogado.

Lucía y Daniel se miraron, sintiendo el peso de la decisión que tenían por delante.




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