Entre Travesuras Y Páginas

Capítulo tre: Un cumpleaños improvisado

Después de haber tomado una relajante ducha, decido sentarme en el alféizar de la ventana con un libro sobre mi regazo; sin embargo, el silencio se ve interrumpido por el sonido de mi teléfono. Ruedo los ojos, maldiciendo en voz baja. ¿Quién será el individuo que irrumpe en mi soledad?

Tomo el celular de la mesita de noche, observando con detenimiento en la pantalla que se trata de mi padre, ya hace varios días que no conversamos; seguro que es para preguntarme por cuestiones personales, familiares y laborales, todo en ese orden.

—Dagny, ¿cómo has estado? —saluda mi madre, un hecho que me sorprende—. Cuéntame de la niña y el trabajo.

Suelto un suspiro, quedándome en silencio por unos segundos.

—Bien —respondo con frialdad—. Hope está dormida y con respecto a la jornada laboral, lo mismo de siempre.

—Me alegra mucho —comenta, mientras la imagino con una sonrisa de satisfacción en su semblante—. Sabíamos que harías una excelente labor. Nos sentimos orgullosos de ti. —Toma una bocanada de aire—. Tengo una noticia importante que contarte… es sobre Liv.

Me preparo de forma mental, dispuesta a soportar las presunciones de la señora Berg con respecto a su hija menor, sin interrupciones o te convertirás en la enemiga.

—Te escucho, mamá —hablo con tono aburrido.

—Ella está embarazada. —Mi quijada cae de la impresión.

Tanta insistencia por alejarse de Europa para darnos semejante sorpresa; pero si hubiese sido yo, seguro que me echa de casa, no sin antes darme un sermón y una humillación.

—No me lo esperaba —expreso, rascándome la barbilla—. Creí que era alguna enfermedad o algo, pero esto...

—Liv regresó a casa ayer —aclara, con tono deprimido.

—Deberías enviarla, así me hace compañía. —Le doy justo en el ego, esperando su respuesta.

—¡De ninguna manera!! —refuta a la defensiva—. Su gestación es de alto riesgo, por lo que necesita descansar.

Me muerdo el interior de la mejilla, evitando soltar una carcajada o comentario que la ofenda. Pensé en comentarle sobre el cumpleaños de Hope, pero preferí quedarme callada. En estos momentos, su prioridad es la caprichosa de Li por encima de nosotras.

—Supongo que vendrán a pasar las Navidades aquí —manifiesto, con un tono arisco.

Mi mamá se aclara la garganta, presiento que vendrá con alguna excusa barata.

—No creo que sea posible —comunica, suspirando—. Comprariamos los boletos, pero con la condición de Liv, es imposible.

Por segunda vez, mi mandíbula cae. Las emociones me punzan como alfileres, haciendo un esfuerzo por reprimirlas.

La noticia me ha devastado, a pesar de no ser sentimental adoro la Navidad en compañía de mi padre y la abuela, sobretodo cuando realiza sus famosos platillos así como escuchar sus relatos nórdicos. En ese momento, me olvido de todo.

Siento la necesidad de reclamarle que me envíe a la abuela así sea por unos días. Pasar tiempo sin ella es un verdadero calvario.

—No se preocupen —susurro, irradiando impotencia—. En estos momentos la prioridad es Liv y su pequeño.

Ni siquiera me molesto en insistir, porque ya conozco la respuesta.

—No te sientas mal, estaremos siempre en contacto —informa, tratando de calmar la tensión—. Además, volverás el próximo año.

Esa decisión no es tan segura.

—Lo entiendo —respondo sonando altanera—. Hablamos luego, tengo que despertar a Hope. —El ambiente me asfixia—. Mándale saludos a Liv y muchos abrazos a papá.

Cuelgo la llamada, devolviendo el celular a su sitio. Reviso los apuntes sobre lo que planeo hacerle a la niña por su cumpleaños. Decido enviarle un mensaje a Bella, con la esperanza de que me ayude a organizar la sorpresa.

Espero unos segundos por su respuesta, pero mis posibilidades se esfuman cuando se disculpa diciendo que está estudiando para un examen y en su ausencia me pide que le hable a Sandro.

Releo el mensaje, pensando que se trata de una broma. Pero no, allí lo dice clarísimo.

Reflexiono unos minutos antes de tomar una sabia decisión. Al final llego a la conclusión de invitarlo, a Hope le agrada; sin embargo, a mí no.

Escribo a Bella para que me envíe su número de teléfono y su respuesta es casi inmediata.

Marco a su celular, esperando varios tonos hasta que una voz ronca me contesta.

—¿Sí, hola? —Su entonación no me resulta familiar.

—¿Sandro? —exclamo, frunciendo el entrecejo.

—No, querida. Soy su amigo, Finn —acota, soltando una fuerte carcajada—. ¿Con quién tengo el inmenso placer?

Coloco mis labios en una fina línea, cuando me doy cuenta de que está coqueteando conmigo.

—Soy Dagny —respondo con frialdad—. ¿Me lo podrías comunicar? Es una urgencia.

—Por supuesto, hermosa —dice con tono seductor—. Un momento.

Escucho murmullos mientras sus pasos resuenan por el espacio.

—¿Oye, amigo? Una preciosidad te está llamando —comenta con picardía—. Al parecer está necesitada de ti.

Expando la mirada, cubriéndome la boca con mi mano libre. Me dieron ganas de insultarlo.

—¿Una chica? —repite Sandro—. ¿Quién es?

—Una tal Dagny —puntualiza su amigo.

—¡Eres idiota! —espeta con un grito que me traspasa el tímpano—. ¡Es mi jefa!

Me carcajeo, idealizando el rostro enrojecido de Sandro.

—Bien, entonces no la hagas esperar —dictamina el otro chico.

—¿Sí, bueno? —cuestiona con voz temblorosa.

—Pensé que seguirías discutiendo con tu amigo —reprocho, echando la cabeza hacia atrás.

—Me sorprende tu llamada —ironiza, soltando un resoplido—. ¿Se te ofrece algo?

Refunfuño por lo bajo.

—Sí, ¿o piensas que te llamo por capricho? —Relamo mis labios—. Soy tu jefa, ¿o se te olvidó? —lo reto, mostrando seriedad—. Necesito que vengas de inmediato a casa. ¿Sabes dónde vivo? Es un asunto de vida o muerte. —Contengo las ganas de reírme—. Te espero en quince minutos o de lo contrario te descontaré el sueldo.

Seguro que estará preguntándose qué ha sucedido.



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En el texto hay: romance, amor, enemystolovers

Editado: 08.06.2024

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